La lectura que hace Claudia de toda la última década no solo es excepcional en tanto la articula desde un trabajo grupal que ha operado sin miramientos frente al régimen personalista y despolitizador que caracteriza nuestras instituciones artísticas locales, sino además valiente, articulando con el propio cuerpo (y con el cuerpo colectivo) formas a contramano de construir la historia en el propio espacio público. Un decisivo apostar por el arte como un espacio de construcción de una esfera democrática marcada por la protesta, por la bulla y por la desobediencia.
La educación es política, y frente a estas instituciones complacientes, identitarias y modelizantes de nuestro arte contemporáneo en Lima, es reconfortante saber que existen espacios de disidencia de los propios estudiantes que no guardan silencio, reinventando al sujeto político (al propio estudiante) a través de la lucha permanente, una y otra vez.
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Sin título: Crisis de los últimos 13 años
en la Escuela Nacional de Bellas Artes de Perú
Crónica de una lucha inacabada. La de los alumnos de la escuela de arte más antigua del país, que se cae a pedazos en todo sentido como consecuencia de la corrupción y desidia estatal.
Claudia Denegri Davies (1)
Hace aproximadamente 10 años el Perú vivía un convulsionado proceso de lucha social tras una década de dictadura Fujimorista, de implantación feroz del modelo capitalista y neoliberal por medio de la precarización del trabajo, privatización de los recursos y entidades del Estado y sobre todo a costa de la represión de todo un pueblo. Esta implementación se dio bajo órdenes expresas de Washington, afectando a toda la realidad cultural, social, política y económica. Así como ésta, similares experiencias y procesos se dieron en otros países de Latinoamérica.
La Escuela Nacional Superior Autónoma de Bellas Artes del Perú, también forma parte de esta historia. En épocas de dictadura, como estudiantes participamos en numerosas protestas sociales, las cuales nos obligaron a abandonar las aulas de dibujo académico y unirnos a miles de estudiantes, organizaciones gremiales, políticas, desempleados, mujeres y hombres de un pueblo, que no solo no acatarían una tercera reelección fujimorista, si no que luchaban en todo el país por el derrocamiento de una cruel dictadura y el retorno a la democracia.
Así como casi todas las instituciones del estado o de grupos económicos poderosos del país como Ministerios, Universidades y Escuelas Públicas, Poder Judicial, Poder Militar, Medios de Comunicación, entro otros, nuestra Escuela se encontraba extraviada entre actos de corrupción y manipulación política por parte de sus autoridades, administrativos y docentes. Además de mantener un pésimo nivel de enseñanza artística y académica, poseía serias deficiencias en su infraestructura. Por otro lado a causa de de la represión que sufría el movimiento estudiantil en ese periodo, nuestra escuela carecía de cualquier tipo de organización estudiantil legal, que pudiera hacer valer sus derechos. En ese momento Joel Meneses había sido nombrado como director transitorio de la Escuela tras una comisión reorganizadora implantada en 1997 por favores y amistades fujimoristas.
Ejemplo claro de cómo se había enquistado la mafia del gobierno en nuestra institución fue la extraña incorporación de Segisfedo Luza en la plana de trabajadores, conocido psicólogo que por orden del asesor presidencial Vladimiro Montesinos había planificado campañas psicosociales que buscaban acallar seguramente las miles de muertes, torturas, detenciones y juicios arbitrarios, despidos masivos y los duros golpes económicos que sacudían a toda la sociedad. Dicho personaje fue parte del sistema de inteligencia que practicaba la eliminación y seguimiento selectivo a opositores y opositoras al gobierno, hecho que judicialmente va siendo resuelto desde los emblemáticos casos de Barrios Altos y La Cantuta, casos por los cuales hoy el ex dictador Alberto Fujimori espera condena.
Con estos y muchos más sustanciosos motivos que hasta hoy se corroboran en nuestra historia y memoria, empezó en abril del 2001 un proceso de organización estudiantil con el fin recuperar nuestro centro de estudios. Para ese entonces, Fujimori había fugado del país tras un fraudulento proceso electoral, luego del destape mediático de cientos de videos que demostraban a los aún incrédulos espectadores la corrupción y poderío autoritario que ejerció el gobierno durante esos años. Valentín Paniagua asumía la presidencia transitoria de la República a partir de noviembre del 2000 y así como nosotros cientos de estudiantes, trabajadores y trabajadoras trataban de hacer valer sus derechos y recuperar las instituciones públicas que les pertenecían y que se encontraban aún intervenidas o copadas por elementos de la mafia fuijimontesinista.
Para junio, en la Escuela de Bellas Artes las constantes jornadas culturales, plantones, marchas, y un sin número de petitorios ante el Ministerio de Educación, el Congreso de la República, la Defensoría del Pueblo y diversos medios de comunicación se hacían inviables. Las autoridades brillaban por la poca voluntad política de resolver estos asuntos y ese mismo mes, unos 200 estudiantes tomaron el local principal de la Escuela con el gran objetivo de reorganizar su escuela.
Tras casi tres meses de colorida e intensa lucha y ya instalado el Gobierno de Alejandro Toledo, en el mes de septiembre se nombra bajo resolución ministerial una segunda comisión presidida por el artista plástico Leslie Lee Crosby que estaría encargada de proponer algunas modificaciones a los estatutos y restablecer la gestión educativa. Se había perdido un año académico y para principios del 2002 se emprendió el nuevo reto de avivar a nuestra escuela, construir nuevos espacios críticos y de organización. Para el mes de marzo, varios alumnos y alumnas organizaron el primer Congreso de las artes “¿A Dónde Vamos?”, que intentó en esa y sus siguientes dos ediciones realizar diagnósticos y buscar soluciones a la problemática de la Escuela y de la institucionalidad artística en el país desde la formación de espacios de diálogo y construcción. A partir de entonces, en los primeros tiempos del tenue esplendor de la transición democrática se fueron forjando progresivamente nuevos tiempos de politización y actividad cultural en los pasillos de la Escuela. Las asambleas eran numerosas e intentaban proponer las reformas curriculares necesarias y a la vez reiniciar la conformación de un Centro y Asamblea de estudiantes, se luchaba contra la apatía y el desinterés aprendido de los últimos años, tal vez por esa cultura del miedo a la organización que quisieron imponernos. Finalmente para el 2003 se conformó finalmente el Centro de Estudiantes después de casi seis años de inexistencia de movimiento estudiantil en la histórica ENSABAP.
Pasaban los años, el entrampamiento burocrático mostraba todas sus galas una vez más en la escuela, demoraban en aprobarse currículos, estatutos y reglamentos y los cambios académicos y estructurales no se daban. Fueron llegando poco a poco, y por la vía legal de las mismas instituciones judiciales que nos seguían impartiendo las más grandes injusticias, aquellos profesores denunciados y tachados por nosotros éticamente por su accionar pasado y ya bien conocido. En esas épocas nos preguntábamos también por la calidad de nuestra enseñanza artística, la académica, la social. Esperábamos tanto de ella. Ante eso, ya sabíamos que teníamos que protestar contra la mala enseñanza pero ¿cómo podíamos denunciar la mala enseñanza? ¿Sería posible ganar esos juicios?
Ante estas vueltas de la vida, que más bien parecen ciclos repitiéndose y de la complejidad de los procesos sociales que viven nuestros países, fuimos desafiando a estas viejas prácticas respondiendo de la mejor manera que como artistas podríamos hacer, con propuestas y experiencias concretas, ¡creando! Brotaron de aquel entonces distintos y diversos espacios críticos y de debate, publicaciones, espacios alternativos de trabajo y difusión cultural así como distintos encuentros estudiantiles (como, por ejemplo, el IV Encuentro Nacional de Estudiantes del Perú y el I Encuentro de Estudiantes de Escuelas de Arte Publicas de Lima). Para esa época muchos participamos de la formación de distintas experiencias de trabajo artístico colectivo, que buscaban contraponer las lógicas neoliberales de la individualidad, la genialidad artística y la elitizacion del arte, proponiendo la organización, la colectividad, la crítica y la acción también política como parte del quehacer artístico que continuaba saliendo a las calles, para interactuar con la gente de a pie o para intervenir espacios públicos, con nuestras críticas, cuestionamientos y propuestas. Toda esta intensa actividad no quiso quedarse atrapada en las inmediaciones de la Escuela y de nuestros propios discursos, sino que trató de compartir sus propias prácticas con otras experiencias culturales y sociales, por ejemplo, con barrios, universidades y organizaciones (sociales, políticas, empresariales).
Para el 2006, año en que terminé mi carrera en la escuela, la Comisión Transitoria liderada por Lee tenía ya 5 años de funcionamiento y acumulaba ya nuevas denuncias y varios reclamos por parte de la comunidad bellasartina. Este proceso demostraba en su contexto y conclusión el resultado del gobierno de Alejandro Toledo, un periodo que aunque con cierta tranquilidad democrática, brilló con el continuismo de siempre. Ese mismo año, y para nuestra desgracia, saldría elegido como presidente Alan García, quien en su gobierno anterior de los años ochentas había dejado a nuestro país sumido en una terrible crisis económica y que al igual que Fujimori afronta graves acusaciones por violación de derechos humanos a causa de crímenes perpetrados por su gobierno como los casos de El Frontón, Cayara, Accomarca, entre otros.
Para el 2007, diez años habían transcurrido desde la instalación de la primera Comisión Reorganizadora, y en todo ese tiempo no se había elegido a ninguna autoridad por medios propios, no habían cambiado los problemas de fondo, habían pasado cargos de mano en mano, de intento de solución, tras fracaso. Además la escuela llevaba huellas del desgastamiento, del abandono, de la falta de recursos o de lo que es peor, la pésima administración amparada en la corrupción. Estos motivos tan parecidos a los de nuestra experiencia anterior fueron los mismos que llevaron en noviembre del 2007 nuevamente al movimiento estudiantil a tomar la escuela, pidiendo la salida de Leslie Lee y lo que quedaba de la Comisión, denunciándola de igual manera de malos manejos. Los tiempos habían cambiado, así como la anterior amplitud de la comisión salvadora, reformadora y democrática de un tiempo no tan lejano, que ya no dialogaba más a puertas abiertas con el Centro de Estudiantes y ponía policías para amedrentar y tomar la distancia que da el poder. Nuevamente les disgustaba la música, las protestas, las caricaturas y miles de carteles pintados, los lemas, los cánticos, reclamando todo, desde el menú estudiantil hasta la rendición de las cuentas económicas por parte de sus autoridades. Así mismo se asentaban en la escuela (por la incapacidad legal de la gestión encargada), los mismos profesores fujimoristas y oportunistas, los mismos que con indignación y rebeldía apartamos de la escuela en la toma anterior y una vez más buscaban sus ansiadas cuotas de poder.
Por diez días estuvo tomada la escuela ese año, esta vez con menos alumnado, pero con la misma fuerza de siempre. En esta ocasión el ministerio de educación resolvió el problema y nombró a otra comisión reorganizada, presidida por el mismo Director de Educación Superior del Ministerio, Manuel Solís. Se esperaban algunas soluciones, pero ¿que podría resolver con justicia, el ministerio de un gobierno que criminalizaba por todo el país la protesta social? ¿Que podría resolver un gobierno que vende con feroces políticas derechistas y neoliberales las riquezas de nuestro país y que si pudiera vendería en pedacitos nuestra escuela? Pues resolvió quedarse tan sólo 4 meses, dejando un documento de recomendaciones y la escuela en las manos de los mismos profesores que habíamos retirado y tachado años atrás. Ahora sí, la escuela se caía literalmente a pedazos, las paredes de los antiguos conventos que ahora son salones de clases, en los que no había espacio ni seguridad para estudiar, y con las autoridades manteniéndose nuevamente en cargos de manera ilegal.
Pasaron los meses y en noviembre del 2008, nuevamente tras haberse realizado numerosos plantones, protestas creativas, petitorios, marchas hacia el Ministerio de Educación, con numerosas firmas de personajes del arte y la cultura, haber salido en medios de comunicación y colocar otra vez el tema de las políticas culturales, el escaso apoyo estatal al arte y la cultura, la crisis de las instituciones del estado, y agotado nuevamente todas las propuestas posibles, las y los estudiantes deciden asumir una vigilancia permanente por medio de una asamblea que tomó una de las instalaciones académicas de la institución. En las primeras semanas de la medida de fuerza, se aprobó finalmente bajo todas las instancias la ley que otorga grado universitario para la Escuela así como para el Conservatorio Nacional de Música, La Escuela Nacional de Folklore José María Arguedas y la Escuela Nacional de Bellas Artes Diego Quispe Tito del Cusco. Esta definitivamente era una victoria más para la escuela y su movimiento estudiantil, que había seguido constantemente aquel propósito. Pese a que el debate de una posible ¨Universidad de las Artes¨ como solución a la problemática de todas las instituciones educativas del arte se dio desde los años setentas, de constantes intervenciones del estado, y salía a flote cada vez que se producía una toma o entraba una nueva comisión, ésta nunca llego a concretarse. Aunque pareciera increíble, tras noventa y un años de existencia de la Escuela de Bellas Artes, se obtenía finalmente la categoría universitaria. Hay que tener en cuenta que no existe en Lima ninguna institución pública que otorgue grado académico en la carrera de artes plásticas y que para acceder a tal grado, se tienen que pagar costosas sumas de dinero. Así mismo, alcanzar la profesionalización de la carrera artística (por medio del postgrado) es más difícil aún, dividiendo más la brecha del acceso a la enseñanza.
Pero como era ya costumbre, se pasaba por un momento difícil ¿Podría una escuela en grave crisis institucional afrontar estos cambios y reformas? La respuesta ya la conocíamos, era la de siempre: bajo la mirada del estado solo una comisión externa podría arreglar los problemas internos y añejos de la escuela. Y así fue, recientemente este 9 de febrero se instaló bajo resolución suprema una nueva comisión reorganizadora y encargada de adecuar a la escuela a la ley universitaria, integrada por los artistas Víctor Delfín, Herbert Rodríguez, Jesús Ruiz Durand, y el historiador Guillermo Cortes.
Por otro lado de forma alentadora y como proceso de distintas experiencias de acercamiento entre egresado/as, docentes y estudiantes, que a pesar de la diversidad de posiciones nos une la misma consigna de reconstruir esta Escuela Nueva que todos y todas queremos, se conformó a principios enero del 2009, en asamblea, el Frente de Bellas Artes que integra las tres representaciones antes mencionadas. Aún en proceso germinal, volvemos a esperar que éste sea un continuo espacio de propuestas, organización y, por todo lo aprendido, también de constante fiscalización, pues partimos hoy nuevamente de cero y todo está por hacer.
La Escuela de Bellas Artes del Perú, lleva casi 12 años en el debacle de una profunda crisis. Esto coincide con el largo olvido de la cultura, en casi todas sus expresiones, por parte del estado, y que se corresponde también con los últimos 20 años de salvaje implementación de un modelo económico que continúa oprimiendo a costa de crímenes, corrupción y hace caso omiso al justo reclamo de la sociedad. Ante esto la educación, el arte y la cultura estarán siempre en los últimos planos de prioridad de los gobiernos de turno. Sabemos que al capitalismo no le importa el arte si no se comercia con él, no cree que la razón de existir de cualquier institución educativa sean las y los estudiantes y que más bien desee privatizar la educación para que sea una ganancia más. Ante esto el papel y la acción de la sociedad en conjunto y en especial de artistas, trabajadores y trabajadoras del arte y la cultura, es de suma importancia. No podemos sumirnos en la mera concepción del trabajo individual y del arte por el arte encerrado en cuatro paredes y que sólo pocos pueden ver. No podemos dejar de estar atentos. Tenemos que asumir estos retos y compromisos de transformación. La crisis de Bellas Artes es tan sólo un ejemplo del panorama cultural, de la inexistencia de un mínimo de políticas culturales y la decadencia de la institucionalidad estatal. No obstante la cultura de nuestro país resiste, sigue creando y avanza firme ante la búsqueda de un cambio ¿Quién sino nosotros para hacerlo?
(1) Claudia Denegri estudia grabado en la Escuela Nacional Superior Autónoma de Bellas Artes del Perú. Es miembro del colectivo de artistas El Colectivo y parte del comité editorial de la revista feminista La Mestiza.
[imagen 1: El Colectivo, gráfica sobre el juicio de Fujimori, 2009 / imagen 2: El Colectivo, El Informal, 2007, periódico de-ambulante, tizada con ocasión del Día del Trabajador en Gamarra (1 mayo)]
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