En la revista Somos del sábado 17 de diciembre, un artículo reunió comentarios de varios personajes influyentes en las artes visuales peruanas sobre el futuro del arte en nuestro país, describiendo, en muchos casos, sus impresiones sobre el presente. Y es sobre el presente, creo yo, que vale la pena detenerse para pensar ese punto de balance que significa el fin del año.
En el referido artículo, el reconocido artista Fernando de Szyszlo dice “El futuro del arte peruano me preocupa de la misma manera o incluso menos que el futuro del arte en general, que está en un punto más bajo del que ha estado nunca”. La verdad, no comparto esta opinión al punto que asumo estas palabras como una sentencia injusta hacia la obra de tantos artistas, críticos, curadores y demás trabajadores del arte, que venimos desde hace muchos años haciendo grandes esfuerzos por continuar y renovar esta infinita cadena de creación. Creo que hay que estar ciego para no notar los grandes logros del arte peruano en este tiempo; empezando por el reconocimiento internacional conseguido por algunos artistas, el impacto del arte provinciano en el circuito oficial limeño, la incorporación del arte indígena al circuito de galerías, la valoración del arte popular urbano y la integración de éste al discurso artístico de tantos jóvenes; así como el impacto del arte en los medios de comunicación, la obra conjunta de colectivos y circuitos creativos independientes, el creciente impulso de la fotografía, entre tantas otras conquistas en estas tierras donde los esfuerzos particulares saltan los cercos de la indiferencia del estado.
Afortunadamente, la labor de los artistas cuenta con el apoyo de la crítica, que nunca antes asumió de manera tan amplia y diversa su tarea; así, hay quienes investigan y curan muestras con el fin de rescatar parte importante de la siempre incompleta historia del arte peruano; curadores del arte más reciente, abiertos a comprender las inquietudes de quienes viven con mayor intensidad el impacto de las nuevas tecnologías y tendencias estéticas; curadores especializados en disciplinas que en los últimos años han generado una importante producción como la fotografía, el video y las instalaciones, como también los que nos enseñan el gran valor de las artes tradicionales de nuestros pueblos y comunidades del interior del país; en fin, proyectos que comienzan a difundirse más allá de nuestras fronteras estimulando un interés general hacia el país y su historia.
Continúa Fernando de Szyszlo: “El verdadero sentido del arte” no cambiará con el paso del tiempo. Es una búsqueda interior, dice, y está más allá del dinero, el nivel de ventas y las herramientas que se utilice.”
La labor del artista hoy es más de lo que de Szyszlo considera debe ser: “una búsqueda interior”. En el Perú, hace tiempo que los artistas peruanos suben a cerros para representar imágenes de devoción popular, que pegan afiches o pintan paredes en las calles para generar una reflexión ante el machismo, el racismo o los daños al ecosistema; que marchan, lavan banderas y tiñen de coraje sus lienzos cuando el abuso pisotea nuestros derechos y destruye nuestra tierra. Hace tiempo que acogemos el mensaje de lo que se pinta sobre un lienzo en la tranquilidad de un cómodo taller así como asumimos las verdades que nos llegan en retablos, telares, cerámicas, tallados, carteles, afiches y murales, con las historias de pueblos enteros, de sus victorias y derrotas.
Saber que este año el concurso de arte contemporáneo más importante del Perú tuvo como ganadores a una artista nacida en Ayacucho, uno de Cusco y uno de la etnia uitoto de la comunidad de Pucaurquillo en Loreto, me deja claro que pasamos por un momento en que el arte que se produce en todo el país encuentra vías de desarrollo, que vivimos un tiempo lleno de oportunidades de intercambio, de descubrimientos y deslumbramientos con inquietos artistas jóvenes que, ahora más que nunca, provienen no sólo de sectores con posibilidades económicas sino también de los hogares y los lugares más humildes del Perú. Vivimos tiempos de respeto a la diversidad, donde las opiniones pesimistas a estas alturas solo pueden venir de quienes no miran más allá de “su interior”, y no se enteran que el futuro del arte peruano no es para preocuparse, sino, para ocuparse que siga por el camino de la integración de todas las sangres y todas las clases.