lunes, agosto 17, 2009

Fin de la Ilusión - Diego Otero

A propósito de la exposición Crisis in Progress, curada por Emilio Tarazona y Dorota Biczel y recientemente inaugurada en el ICPNA de San Miguel, Diego Otero publica un comentario en El Comercio que aquí reproduzco.
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Fin de la ilusión
por Diego Otero

Una muestra radical, en caliente, sin concesiones, eso pretende ser “Crisis in Progress. Entre la inquietud y el espasmo”. Emilio Tarazona y Dorota Biczel, los curadores, están interesados en hablar de cómo nuestro (¿supuesto?) lugar de privilegio económico en medio del torbellino de la crisis financiera global no debería tenernos demasiado contentos. Después de todo, luego de los sucesos de Bagua es muy fácil darse cuenta de que vivimos sumidos en una crisis estructural, que va mucho más allá de las cifras optimistas.

Tiranía del mercado
Tarazona tenía ánimos de hablar del punto en que los límites entre política y arte se pueden diluir. Y Biczel, que es una artista polaca surgida en los años noventa, había pasado por el Perú y había encontrado similitudes en los procesos de apertura al mercado en Europa del Este y en Latinoamérica. El disparador de la discusión era, pues, la economía neoliberal. El disparador, pero también el blanco móvil: el objeto final de la crítica. Los curadores lo ponen así: “Cuando las personas, la naturaleza y la cultura son sometidas a las leyes de la economía neoliberal, devienen recursos para la producción de objetos o servicios dentro de la lógica del consumo, y a su vez instrumentos para toda especulación financiera”.

En ese marco, el “Instituto Precario de Estrategias Económicas de Sobrevivencia”, el proyecto de Carlos León-Xjiménez, uno de los artistas convocados, es una especie de oficina portátil dedicada a registrar los diversos modos de empleo alternativos o de emergencia, más allá de la esquiva formalidad.

Un avión de cabeza
Aunque lo más interesante del “Instituto” quizá sea su logo, que resulta revelador: un signo de admiración superpuesto a uno de interrogación. La conjunción de ambos genera un tercer ícono, algo así como una parodia o un resto de la hoz y el martillo. La imagen de la vieja utopía parece transfigurarse en el encuentro de una hueca pregunta y de un asombro. Otro ejemplo elocuente es el trabajo de Luz María Bedoya, titulado “La caída”, que consiste apenas en un “zoom” a la imagen de Quiñones volando de cabeza y a ras del suelo en el billete de diez soles.

Las asociaciones son inevitables e inmediatas: la (virtual) caída, en ese contexto, no solo es la del avión, también puede ser la de una economía que vuela para la tribuna (para los que no se la juegan en nuestra cancha, digamos) y que parece no darle importancia alguna a los riesgos que esa actitud puede acarrear. Riesgos también evidenciados en “Ecotopía postropical”, la instalación de Janine Soenens que habla del extraño encuentro entre la tropicalización del arte peruano (pensemos en la pintura y la música) y un comentario oscuro, áspero, profundamente crítico, acerca de los trágicos sucesos de la selva.

Se acabó la fiesta
La crisis económica internacional se refleja de manera singular, oblicua, en el Perú, y pone en evidencia una trama de problemas políticos, sociales y culturales que están más allá de cualquier coyuntura. De eso ha terminado hablando “Crisis in Progress”. Los recientes acontecimientos de la selva se han convertido en un punto de inflexión. “Lo que parecía un escenario exageradamente optimista, que incluso arrastraba una solidaridad nueva, con una conciencia mucho más fuerte del otro, de pronto se derrumba en un instante”, sostiene Tarazona.

Todo esto tendrá repercusión en el sistema artístico; un sistema que hizo eco de la primavera económica del país y que, en los últimos años, vivió una especie de “boom”. A juicio de Tarazona, este estado de entusiasmo y bonanza, que generó un auténtico posicionamiento del arte peruano a escala latinoamericana, tuvo una contraparte, evidenciada en una escena dentro de la cual el arte crítico era absolutamente bienvenido, y por ende neutralizado. “Creo que el hecho de que se pensara en la violencia política como algo del pasado, algo ya resuelto, facilitaba el consumo rápido del arte crítico, y esa rapidez de alguna manera esterilizaba dicho contenido crítico”.

¡Lejos de la escena!
Ahora todo ha cambiado. Se han revelado cosas, y esta muestra sin duda registra ese cambio. De ahí la pertinencia de lo que han realizado Biczel y Tarazona con el material prestado por Miguel Cordero, por ejemplo. Cordero es un artista que se ha alejado radicalmente de la escena en los últimos años. Lo de Cordero no es la exhibición de una obra sino de una actitud: tres diplomas de estudios en oficios que no tienen nada que ver con el arte acompañan a una acuarela completamente negra, apenas iluminada por una frase que alude a la certeza de que ese trabajo no calificará para un concurso. (De hecho, ese trabajo fue presentado al concurso de acuarela del Icpna en el 2006, y efectivamente no calificó).

Los curadores han complementado la pieza —por llamarla de algún modo— con un correo electrónico del propio Cordero en el que agradece, pero rechaza la invitación a participar en la muestra. “La actividad artística se ha convertido en un pañuelo de seda que cae coreográficamente en algún lugar sin muchas emociones”, dice ahí el ¿ex? artista, y sobra cualquier tipo de comentario. Trabajos de Félix Álvarez, Alfredo Márquez, Miguel López, Christians Luna, Ishmael Randall, Eduardo Villanes y Nicole Cuglievan completan la exposición. Como para no dejar de verla.

De Varsovia a Lima
“Crisis in Progress” va en la galería del Icpna de San Miguel (Av. La Marina 2469) hasta el 30 de agosto. Vale la pena verla porque combina la mirada crítica de artistas de diversas procedencias y actitudes —unos reconocidos, otros que se mueven estratégicamente en la periferia— con la de dos curadores de procedencias y formaciones distintas. Aunque, como dice la propia Dorota Biczel, hay demasiadas similitudes entre lo que pasó aquí y en Polonia: “Si pensabas en democracia en los 90, pensabas en capitalismo, no había otra opción. Y la idea de crecimiento es un calco del mismo discurso que se vende en el Perú”.

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