jueves, setiembre 04, 2008

Sobre Disgregar, a propósito de la reseña hecha por Miguel López - por: Emilio Santisteban

Posteo aquí el comentario de Emilio Santisteban a raíz de rápida reseña sobre la charla en torno a la exposición Disgregar la escena, del pasado martes 2 de setiembre en el ICPNA. El comentario se hizo circular vía el groups de Arte_Nuevo.
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Hola Miguel:


Quisiera apuntalar algunas ideas discutidas en el conversatorio Disgregar la escena de anoche. Me parece valiosa tu intención de fijar algunas de dichas ideas, sobre todo porque tras el acalorado –e inelegante- debate en mails, fuimos cuatro gatos los presentes. Además, como bien adviertes, llegaste con la discusión ya corriendo.

En torno al trabajo curatorial dialogábamos con Pedro Pablo Alayza sobre la peculiaridad de la figura del curador gringolés en comparación al comisario europeo. En ese contexto señalé que, desde mi punto de vista había una diferencia fundamental: el segundo es un profesional puesto al servicio de estrategias museales a favor de la difusión de evidencias materiales de cultura, en este caso, cultura estética y obras de arte; en cambio el primero constituye una especie de "divo" del sistema artístico construido bajo las premisas y visiones gringolenses del marketing y el poder político. Comentamos sobre la coincidencia significativa -reveladora de lo que subyacen- entre la aparición de las modas rotulares a la usanza del MoMa aplicadas a las marcas de los museos latinoamericanos –entre ellos el Mali-, la extensión del modelo museal neoyorquino, y la amplificación y extensión de la figura del curador. Es en ese sentido –y en relación a otras puestas en contexto que comentaré más adelante aquí- que en lo personal me interesó señalar que la imagen del curador estaba siendo insuficientemente entendida entre nosotros: los propios curadores no son conscientes del sentido de "poder" con el que dicha "especialidad" viene empaquetada. O tal vez sí, algunos.


Luego, en torno a las pocas instancias de "escena" (con lo que me refería a la visibilidad dentro del contexto del circuito cultural de élite como contraposición a los circuitos culturales masivos e histórico tradicionales), lo que personalmente traté de puntualizar es que se trata, no de un tema de escasez, sino de un tema de cultura de corrupción endémica. Me refería con ello –y lo dije- a que los ciudadanos, entre ellos las personas que actúan en el sistema artístico, llevan en el Perú interiorizadas (aceptadas) una serie de conductas corruptas (previas, con mucho, al destape ocurrido en la dictadura reciente) vistas como "informales" o incluso como "naturales", y –señalaba- eso es uno de los elementos más importantes en este espíritu de estar a la expectativa de "recibir la gracia" de una "oportunidad de estar" de manos del curador, quien ostenta una cuota de poder (y aquí hablar de las dimensiones de ese poder para relativizar el tema no viene a cuento, pues es igual a la corrupción del ventanillero del municipio o del Gerente Municipal: es corrupción y ejerce su poder degradador igual). Por otro lado -señalaba- apuntala los comportamientos angustiados por la oportunidad de escena el hecho de que la formación profesional en el medio artístico limeño no existe: afirmé, con consenso de los presentes, que es en verdad, en todos los casos sin excepción, una formación infra-profesional, y que ello es una de las bases para que los egos hiperinflados de artistas, curadores, artistas-curadores, curadores-artistas (y no lo dije, pero galeristas, curadores-galeristas, artistas-galeristas, artistas-profesores, etc.) salieran como defensa ante la propia inseguridad del por qué, para qué y cómo se hace el propio trabajo. Ello también –comentamos- alimenta esta engañosa confrontación entre artistas (quienes se sirven del poder en el contexto de nuestra corrupción endémica aceptada y, diría, transparente) y curadores (quienes sirven el y se sirven de dicho poder). En suma: la doble alerta que señalas es, en el caso de mis afirmaciones en el conversatorio, referida al tema del rol ético que el curador y el artista tienen ante el contexto de pobreza profesional y moral en que se desarrolla el sistema artístico limeño (por ello asistémico en verdad) al margen de sus legítimos derechos a la libertad de expresión.


(Advierto en esta frase tuya una percepción reveladora de estas instancias de poder que a veces se quiere relativizar: "otro aspecto que [es] importante de advertir es que tampoco parecía demasiado difícil serlo, de hecho tanto Emilio Santisteban como Lalo Quiroz que entonces articulaban sus ideas habían ejercido la curaduría. Lo cual no implica en ninguna medida que aquella accesibilidad a ser curador vaya en desmedro de la rigurosidad crítica de toda curaduría". Me refiero a que podría entreleerse –si no fuera porque sabemos que escribes "al vuelo"- una idea semejante a: "el hecho de que dos artistas tengan acceso a ejercer el poder del curador nos dice que en realidad ese poder no lo es tanto porque es de fácil ejercicio, no está cerrado al interior de un círculo", lo que señala una imaginaria diferencia de "intelectualidad" y/o "profesionalismo" a priori entre curadores, confirmando la noción del curador como "divo intelectual" y un subyacente espíritu de élite que va en el mismo sentido gringolés de la venta de imagen personal, en este caso aplicada a los actores del sistema artístico.)


Es en este contexto de inseguridades (por infraprofesionalismo de los diversos actores), egos (por las inseguridades), y corrupción asentada que señalábamos las posibles causas de esta angustia por la presencia en escena (en el circuito de élite, como ya dije) que podía llevar a la contradicción a un performancista que desde el actuar insertado en los otros circuitos (no hice referencia a la marginalidad, sino a una vinculación directa con lo no escenificado, lo que en verdad no es estar al margen sino por el contrario es estar en el verdadero centro de lo que está pasando) quiera tener su lugar en las instancias de validación (concepto de élite) del sistema artístico (circuito de élite). Es en esta línea que me referí, por ejemplo, al caso del CSC, pues desde mi punto de vista el contexto ya señalado facilita la pérdida de norte que permite que por esta ansiedad de poder o de favor desde el poder se olviden sentidos simbólicos y las estrategias coherentes con ellos, acuerdos tomados para servir a dichos sentidos y estrategias y, sobre todo, sin darse cuenta tal vez, se acabe aprovechando para el marketing artístico de seis miembros del CSC la auténtica acción simbólica ciudadana de otras treinta y cuatro personas que formaron parte orgánica del colectivo sin pertenecer en absoluto al sistema del arte. Y era esa la situación que a mi juicio –señalé- neutraliza y hasta desactiva lo performático (lo transformador) en trabajos de esta naturaleza, sobre todo cuando sus objetivos nunca estuvieron vinculados a subcircuitos de circulación del circuito cultural de élite, y cuando por escenificarse en "lo artístico" pierden "credibilidad política". Claro, para el circuito de arte no se neutralizan acciones de este tipo porque se difundan más en su seno, pues dentro de él ya nacen –si nacen en él, y ese no es el caso de los ejemplos señalados- en gran medida neutrales, retorizados.


Un abrazo.


E.

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