Mostrando las entradas con la etiqueta el ojo que llora. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta el ojo que llora. Mostrar todas las entradas

martes, junio 15, 2010

Reponen las piedras (y los nombres) de la escultura El Ojo que Llora

Entre la cantidad de notas que no dar cuenta la última semana hay varias publicadas en la bitácora de Micromuseo, en una serie de posts titulado 'batallas por la memoria'. Entre algunas notas recientes se destaca una polémica en torno a la remodelación del monumento a las víctimas del atentado de la calle Tarata en Miraflores, y un más reciente post sobre el pronunciamiento de los profesores de la facultad de arte de la Universidad Católica sobre la destrucción del monumento de Villa María del Triunfo. Reproduzco ahora una nota sobre la acción pública reciente que repuso las piedras del monumento de Lika Mutal agredido en abril del año pasado (ver aquí). Más información en la Bitácora de Micromuseo.
...........


BATALLAS POR LA MEMORIA VIII: La inscripción de los (otros) nombres


En diversos foros continúa el debate sobre la pertinencia de la inscripción del nombre del alcalde de Miraflores sobre el remodelado monumento a las víctimas del atentado terrorista en la calle Tarata. Pero tal vez el comentario más emotivo sea el menos deliberado, efectuado incluso varios días antes que esa controversia tomara cuerpo. Me refiero a la ceremonia ritual efectuada en el memorial El ojo que llora, concebido por Lika Mutal como un homenaje a los caídos durante nuestra aún reciente violencia grande. Allí el 3 de junio varios artífices –incluyendo a los grupos Yuyachkani y Arena y Esteras– acompañaron con sus sones y sus danzas la reposición de las piedras simbólicas en que los nombres de las víctimas aparecían antes pintados y ahora grabados: incisos sobre la materia telúrica como una huella mnemónica en la historia misma. Un gesto de enorme carga simbólica.

Transcribo a continuación la información sobre el tema circulada por los organismos de derechos humanos.


Gustavo Buntinx




Artistas participan en colocación de piedras en El ojo que llora


El día de ayer un grupo de artistas se hizo presente en el memorial El ojo que llora para participar en el proceso de recolocación de piedras con los nombres de las víctimas de la guerra interna. Cada uno de ellos cargó en sus manos una de las piedras, la que luego fue pegada en uno de los caminos del laberinto cuyas piedras se encuentran en proceso de restauración.

Al compás de la música y cantos de Yuyachkani, Carmen Ascarza y Norka Monzoni, los asistentes participaron de una emotiva actividad junto a los familiares de las víctimas, debido al ambiente especial elaborado por los artistas. El grupo Arena y Esteras dio un toque mágico al danzar en un mar de piedras, tomando gotas del agua de la fuente central, para limpiar delicadamente algunas de ellas.

Hasta el momento han sido colocadas 5800 piedras con los nombres restaurados, debiendo culminarse esta primera etapa en octubre alcanzando a los 10,000 nombres.

Una amplia jornada de colocación de las piedras se programa para el próximo 27 de agosto.
<http://spaces.live.com/spacesapi.aspx?wx_action=create&wx_url=/friends.aspx&mkt=en-us>

miércoles, abril 08, 2009

Una nota sobre el arte y la política. A propósito de El Ojo que Llora


Hace poco menos de una semana, y en deliberada coincidencia con la sentencia que iba a emitir el Poder Judicial sobre Alberto Fujimori, que se intuía sería acusatoria y condenatoria, hubo un nuevo ataque a la escultura El Ojo que llora de Lika Mutal. Este ataque ha dejado nuevamente mutilada la escultura, instalada en el Campo de Marte en alusión a las víctimas de la guerra interna

No obstante, antes que hacer un reproche inútilmente moralista sobre esta violencia salvaje, es significativo pensar lo que el ataque en sí mismo revela en tanto elemento perturbador. Y más aún, importa con ello pensar también en las posibilidades mismas de un arte capaz de reactivar la dimensión crítica inherente a la esfera pública, señalando esa dimensión irresuelta y punzante de una(s) memoria(s) hasta hoy continuamente minimizada. Felipe Mayuri Poma en un comentario en su blog sobre este mismo suceso señala que la escultura "se ha vuelto un hito fronterizo y visual entre dos grupos" y que por ello "debe derribarse -no literalmente ni en forma física- convirtiéndose en un SÍMBOLO de la unificación del país por encima de la memoria de las víctimas de la violencia". Yo no puedo estar nada de acuerdo. Por una razón, y es que la dimensión política del arte no puede estar dirigida ha generar aparentes consensos, sino por el contrario a redibujar los antagonismos, generando espacios de disidencia que puedan hacer frente al consenso facilista y despolitizador que habitualmente se espera.

La capacidad simbólica y reparadora de esta pieza no tiene que ver con ese "unificar" el país o los puntos de vista, sino por el contrario hacerlos hablar desde su diferencia irreconciliada. La obra misma en toda su capacidad de diferir: en tanto elemento distinto, que marca su diferencia (que habla desde la diferencia); pero también en tanto elemento permanentemente desplazado, cuyo movimiento pone a prueba permanentemente la distribución de los nombres (de aquellos nombres) en una comunidad. Y me importa decirlo porque cuando hablo de política aquí hablo de algo que escapa a los dominios del Estado, más aún, es la ruptura deliberada de la lógica de las 'posiciones' que parece definir quien tiene acceso competente a la acción y a la palabra.

Y 'hablar' no es aquí un acto particularmente menor, ya que los ataques sobre la escultura parecen insistir en decir que hay un grupo de sujetos que se creen con la potestad de decidir quienes merecen ser recordados y quienes no, quienes tienen derecho a la voz y quienes no. La politicidad de esta obra (del arte mismo) es esa posibilidad de que, desde el anonimato -al cual tanto miedo le tiene el Estado por su capacidad elusiva de escapar a toda forma de control identario-, emerja un decir incorrecto, inautorizado, permitiendo enunciar a quienes aparentemente no están facultados para hacerlo. Hay en ese acto -acto estético también- la posibilidad radical de repensar el proyecto democrático en tanto comunidad del litigio, reconfigurando políticamente desde el disenso el espacio común y la distribución de los sujetos que habitan esa comunidad. La dimensión política del arte.

....

Reproduzco al inicio el artículo publicado el pasado viernes 3 de abril en el diario La República. Otro comentario sobre el tema, de Gustavo Buntinx, puede verse en la Bitácora de Micromuseo.