sábado, enero 17, 2009

Milagro en Lima - por Lucas Ospina

Texto de Lucas Ospina publicado el 25 de diciembre en el diario colombiano El Espectador.
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Milagro en Lima
por Lucas Ospina

El cuento es que en la mañana del martes 2 de abril de 2002 en el área de Ventanilla en las afueras de Lima, Perú, una montaña se movió.

El “milagro”, como no dudan en llamarlo los “ignorantes”, fue señal de que la fe mueve montañas. En los extramuros de una ciudad deprimida por la mala planificación urbana, donde viven más de setenta mil desplazados, en medio de “latas de sardina, zapatos viejos, pedazos de pan, pericotes muertos, algodones inmundos”, como describió el escritor peruano Julio Ramón Ribeyro el suelo de esta tierra enemiga, la quieta desesperación cedió ante un leve momento de epifanía.

Pero el cuento también es que el artista belga Francis Alÿs estaba en Lima para un evento de arte en el año 2000, un año antes de la caída de Fujimori, y percibió que el país vivía una “situación desesperada” y decidió actuar: “Sentí que demandaba una respuesta ética, un gesto a la vez heroico y sutil, absurdo y urgente”. Y dos años después Alÿs produjo la acción: más de 500 estudiantes voluntarios de una universidad formaron una hilera que pala en mano peinó a lo largo de dos horas la superficie de una protuberancia de arena, hundieron la herramienta en el suelo, botaron la palada enfrente y por el efecto de ese rastrillo humano la silueta de 480 metros de la modesta duna se movió casi 10 centímetros. La obra de arte, como no dudan en llamarla los “informados”, se tituló Cuando la fe mueve montañas y fue difundida —“La montaña va a Mahoma”— en videos, mapas y dibujos expuestos en revistas y museos, y reproducidos en una biblia de 200 páginas a todo color con textos críticos.

Si se entiende la palabra religión como “religere”, releer, volver a interpretar, el arte permite releer, no religar, no unir, sino cuidar una distancia, un espacio mental abierto, paradójico, tan fuerte que soporta la contradicción, alimento para la fe de ignorantes e informados, una religión sin dios que basa su poder en la imagen: unos leen la presencia divina, otros el simulacro lírico de movilización social de un artista-activista: “–¿Si supiste?, –¿qué?, –¡En Ventanilla se movió una montaña!”. “–¿Si supo?, –¿qué? –El artista Alÿs hizo una intervención artística que desromantizó el land-art”. El arte no es más que un rumor fantasmal, vive de la relectura que hace la imaginación. El arte navideño y su ritual es ejemplo de relectura, el niño dios es un pequeño rumor agigantado año a año, duna convertida en montaña, estampita milenaria que ha terminado por empapelar el universo, una imagen, nada más.

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