jueves, junio 05, 2008

Ausentes - por Carlos Amorales

Tomando en cuenta que la publicación de la actual revista ramona está relacionada con la presentación de la exhibición La Era de la Discrepancia en Buenos Aires quisiera escribir el siguiente texto desde una perspectiva que es estrictamente personal.

Nacido en 1970 soy hijo de los artistas plásticos Rowena Morales y Carlos Aguirre. La carrera artística de mis padres comenzó en México en la segunda mitad de la década de los setentas cuando tras una estancia de cuatro años en Londres y en Guadalajara mi padre estableció contacto con el grupo de artistas político/ conceptuales llamado Proceso Pentágono a partir de una primera exhibición personal que el tuvo en la Academia de San Carlos en 1978 y que por su postura artística y política atrajo la atención de los miembros de dicho grupo entonces conformado por José Antonio Hernández, Víctor Muñoz, Carlos Fink y Felipe Ehrenberg.

La asociación de mis padres con este grupo de artistas la recuerdo como uno de los momentos mas intensos de mi niñez. Los recuerdo planeando y realizando pinturas colectivas como la obra que gano el premio del salón de pintura de Bellas Artes en 1982 o también organizando exposiciones y eventos en el espacio de exhibiciones independiente (tal vez el primero en México de su tipo) llamado Centro Proceso Pentágono que establecieron en la calle de José de Teresa (1980-1983), eventos de los que me acuerdo, yo de doce años, por ejemplo recolectando dinero para apoyar al Frente Sandinista de Liberación nacional y su revolución en Nicaragua. Gran parte del trabajo que se hizo en este espacio fue arte aplicado en apoyo a sindicatos, por ejemplo mantas y carteles para las manifestaciones y las huelgas, además de apoyo a organizaciones de derechos humanos abocadas a encontrar a los desaparecidos políticos de la guerra sucia que ocurrió en México en los setentas y ochentas a partir del movimiento del sesenta y ocho y de su radicalización revolucionaria.

Tanto mi padre como mi madre, a raíz de su interacción con dicho grupo, desarrollaron posiciones artísticas que en su momento fueron consideradas brillantes, él en tanto a su critica intelectual de la historia de la revolución mexicana y su comparación ideológica con los sucesos actuales que condujo estas ideas a un posterior desvirtuamiento y contradicción, ella en tanto a su implicación como artista en el precursor movimiento feminista mexicano de finales de los setenta y principios de los ochentas. La obra que ambos produjeron en esa época fue apoyada por eminentes críticos de la época y exhibida en importantes sedes de la época (como el Museo Carrillo Gil, el Foro de Arte Contemporáneo, La Bienal de Paris o Museo Rufino Tamayo) y finalmente culmino con una exhibición de pareja que les organizo la artista y entonces directora del Museo de Arte Moderno Helen Escobedo en 1986 llamada "Líneas paralelas/ Paralelos en la Historia".

En el plano artístico, la segunda parte de la década de los ochenta fueron una época nefasta para ellos. El arribo del arte neo-nacionalista (el Neo-Mexicanismo) significo un cambio de interés en la critica que respaldo la pintura tradicionalista y posturas estéticas y políticas que ellos consideraron fueron reaccionarias en relación a los ideales generados a partir del movimiento del sesenta y ocho. Esto resulto en el abandono profesional consciente y fundamentado del mundo del arte por parte de mi madre, ya que ella considero que los discursos se habían vuelto hipócritas. Mi padre por su parte vivió una época mala a nivel artístico que finalmente, tras un largo proceso de regeneración creativa le hizo resurgir en los primeros noventa como uno de los pioneros del arte de instalación y conceptual en México, cuando paso la boga por el Neo-Mexicanismo y cambiaron los discursos críticos.

Escribo esta breve reseña del paso de mis padres por el arte mexicano en las décadas pasadas debido a que ambos fueron excluidos de la lectura histórica propuesta por los curadores de la exhibición La Era de la Discrepancia, y esta exclusión es para mí un hecho doloroso pues no solo les niega su participación en una época contestataria del arte contemporáneo de mi país, si no que además niega y relega al olvido una serie de hechos que han sido sumamente importantes en mi historia personal, hechos que han influenciado fundamentalmente mi propio trabajo y mi visión de lo que significa ser artista. Además esta influencia no sólo ha sido en cuanto a mi persona, sino que ha trascendido pues la obra de mis padres, a pesar de esta exclusión, es valorada por una serie de colegas suyos, además de curadores y artistas jóvenes o contemporáneos a ellos que están ahora activos en el panorama del arte mexicano. Lo que me hace pensar que la exhibición en cuestión, al menos en este caso, no es una versión objetiva de los hechos.

Pasando a otro plano, a modo de argumentación, no solo quiero discutir en este texto si mis padres merecían participar en esta historia, pues a final de cuentas esto se puede malentender como una necesidad simplemente personal desde el punto de vista de un hijo descontento, pero otros artistas también han sido excluidos, unos sobrevalorados y otros subvalorados y en particular la exclusión de mis padres genero descontento entre los miembros de su generación. Pero además me resulta chocante ver una muestra que niega mi propio pasado cuando irónicamente mi obra si participa en la versión de estos hechos (yo me entere de la exclusión de mis padres, la que daba por sentada, el mismo día de la inauguración de esta, para mi un momento sumamente chocante al verme en ella y a ellos no). Me pregunto entonces ¿de donde provengo? ¿Son mi versión de los hechos una ilusión? ¿Soy a partir de esta lectura histórica producto del fenómeno de la generación espontánea?

A mi me parece que esta muestra propone una lectura del arte mexicano a fin de cuentas personal, en el sentido de gustos, políticas y las relaciones interpersonales y profesionales de sus curadores con su tiempo, y que esta versión de la historia no es objetiva si no una forma de contar la historia reciente del arte mexicano a manera de auto validación. Tal vez esta sea la manera común de escribir la historia, a partir de lo que cree y quiere uno, a partir de formar un discurso y escoger las imágenes que uno mismo decida le sean convenientes para ilustrarlo. Yo opino diferente, que la historia para ser verídica y sobre todo comprensible ha de ser incluyente, incluso de las posiciones que a uno como historiador le son adversas pues la historia esta formada por contextos antagónicos.

Hace ya mucho mi padre me trasmitió una vez la famosa frase de Bertold Brecht: que los vencedores son quienes a final de cuentas escriben la historia. Para mi en esta ocasión no son los vencedores los que la escriben, si no los que quieren vencer y bueno, allí están los hechos, a pesar del enorme esfuerzo de sus autores tenemos una muestra que sin embargo los discursos que la envuelven no acaba por entenderse ya que es unilateral. En el futuro habrán otros historiadores que quieran reescribir esta misma historia a su manera pero por lo pronto, desde este texto y con todo el respeto que se merecen, me gustaría preguntarle a los curadores de la exhibición el porque de la exclusión de ciertos artistas que para muchos otros fueron importantes tanto en su tiempo como ahora mismo. Quiero saber sus razones -porque razones seguramente ha de haber- y ante todo quiero entender éstas.

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