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martes, diciembre 08, 2009

Un año amazónico - Christian Bendayán

Acaba un año más para el hombre de la ciudad, largo y corto tiempo a la vez para una vida. El 2009 nos deja la esperanza de que algunas cosas cambiaron en el país, pero también nos deja el recuerdo de un dolor que marcó a la Amazonía toda: el enfrentamiento en Bagua y las muertes que trajo consigo. Un hecho que generó sufrimiento e indignación, pero que también significó un cambio para el hombre y las comunidades amazónicas que alzaron su voz y transformaron la historia, poniendo un alto a la indiferencia y la arrogancia de los poderosos. En el resto del Perú, manifestaciones de solidaridad se levantaron, a pesar del manejo mediático por parte de un gobierno que desconocía su responsabilidad y un presidente que, con lamentables calificativos, aumentaba la discriminación que sufren los hombres y mujeres de la selva.

Como un reflejo de estos eventos políticos, la acción por parte de intelectuales y artistas de distintas disciplinas, fue determinante para generar un mayor conocimiento sobre la selva y sus pobladores. Fueron iniciativas particulares, sin que nada tuvieran que ver las autoridades y gobernantes de turno. Pero esta identificación con los ideales de los pobladores amazónicos y de amor por la selva, esta suma de voces y acciones, hacen que podamos llamar orgullosamente a este año que se va como un año amazónico.

Si enumeramos las manifestaciones artísticas de temática amazónica que se produjeron en el 2009, difícilmente acabaríamos. La selva mostró su calor y color en pinturas, fotografías, películas, obras de teatro, cine, video, cuentos, murales, ropa, comida, libros, música, etc. Grandes iniciativas se convirtieron en grandes proyectos, exposiciones multidisciplinarias, festivales multitudinarios, intervenciones artísticas en las calles, mesas de discusión, publicaciones de todo formato. El arte indígena rompió la barrera de los espacios protegidos, exhibiéndose en galerías comerciales y subastas de arte, dejando atrás la idea de que el arte indígena solo podía ser visto como materia antropológica. Artistas populares de Iquitos, artistas boras, huitotos, shipibos, y de otras naciones amazónicas, exhibieron sus obras en galerías, museos y centros culturales en el Perú y el extranjero. Muchísima gente participó de este movimiento; artistas y gestores culturales de distintas procedencias, son ahora tan amazónicos, y a través de su aporte, la selva encuentra nuevas posibilidades de expresión y expansión.

De pronto, casi al cierre del año, otro evento entristece el panorama con una amarga noticia; partió para otros mundos el pintor qué más ha influido en la producción amazónica: Pablo Amaringo, hombre nacido en el corazón del pueblo y que compartió con su gente y sus alumnos, hasta el final, todo lo que poseía. Nos deja un invaluable legado; una amplia y compleja obra que es un compendio de sabiduría sobre las infinitas realidades de la Amazonía; Amaringo es el punto de partida para un arte que reúne tradición y modernidad en la selva; él es a la pintura, lo que Juaneco y su Combo, a la música. Eternos, únicos,…después de tantos años seguimos vacilando con ayahuasca, como dice mi compadre Ashuco: ¡Wilindoro vive, no se ha muerto mi abuelo!

En el 2009 el Amazonas se desbordó como nunca antes, sus aguas dulces trajeron sabiduría, arte, música, al corazón de los peruanos; ahora sabemos que todos somos amazónicos. Que en los años venideros, suene otra vez el manguaré y que su voz ruja infinitamente en nuestra conciencia.


Christian Bendayán

Amaringo: adiós a un visionario - Alfredo Villar

El domingo pasado Alredo Villar publicó un artículo en el suplemento Dominical a propósito del reciente fallecimiento de Pablo Amaringo, pintor amazónico y fundador en 1988 de la Escuela de Pintura Usko Ayat, cuyo aporte e influencia ha sido invaluable para pintores y artistas locales. El blog de Felipe Mayuri también lo comenta y coloca dos links adicionales. Reproduzco aquí el artículo de Villar, y en el siguiente post publico un texto a propósito de las artes amazónicas durante el 2009 que ha hecho circular recientemente Christian Bendayán.
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Amaringo: Adiós a un visionario

por Alfredo Villar

El arte amazónico está de luto. El 16 de noviembre pasado dejó de latir el corazón de su progenitor: Pablo Amaringo Shuña. Maestro de las plantas, chamán, pintor visionario, Amaringo fue el patriarca del arte en la Amazonía, el principal responsable de su (re)nacimiento, pues gracias a él decenas de pintores nativos y mestizos perdieron la vergüenza y pudieron comenzar a plasmar las, durante mucho tiempo, ocultas visiones de sus culturas.

La importancia de Pablo Amaringo para el arte popular de la Amazonía es semejante a la de Joaquín López Antay para el caso del arte popular ayacuchano; con él se supera la época de la artesanía y el costumbrismo y se pasa a una nueva etapa creativa.

Su primera experiencia
Pablo Amaringo nace en 1938 cerca a Tamanco, pueblito ribereño del Ucayali. A los 10 años va a Pucallpa y tiene, de la mano de su padre, su primera experiencia de toma de ayahuasca. Pero no será hasta 20 años después que comienza —dirigido por una maestra nativa— su exploración con la bebida sagrada hasta convertirse él mismo en un chamán y experto naturalista.

Durante los años 70, Pablo se dedicará a trabajar como curandero y médico naturista en distintas zonas de la Amazonía peruana y brasileña. En los 80, abandona el chamanismo para evitar los continuos enfrentamientos con otros brujos y chamanes que envidiaban su poder, mientras se dedica a pintar escenas costumbristas de la Amazonía que vendía a los turistas.

Encuentro crucial
A mediados de esta década, Amaringo se encuentra con el antropólogo colombiano Luis Eduardo Luna, quien investigaba las plantas medicinales y el chamanismo. Luna, deslumbrado por los conocimientos de Amaringo, le sugiere que comience a pintar aquello que había aprehendido en sus visiones. El resultado fue una revolución de imágenes que cambiarían totalmente el arte que se hacía en la Amazonía.

Pintor prolífico
Amaringo era un pintor prolífico, en una semana podía pintar hasta tres cuadros de gran formato, en un año un centenar y su obra total consta de un aproximado de 2.000 pinturas. Pero lo importante no es la cantidad sino la profundidad y riqueza de visiones que cada cuadro suyo encierra. Se trata de elaborados mapas de conocimientos sobre la Amazonía y los “distintos mundos” visibles e invisibles que pueblan el universo. Amaringo entremezclaba en sus pinturas la cultura nativa shipiba, la ribereña mestiza y la universal. A esto habría que agregarle su y personalísima mitología que cada una de estas obras contiene.

Complejas cosmovisiones
Él, como William Blake, era un pintor no solo de visiones sino de vastas y complejas cosmovisiones. (Habría que mencionar también su vertiente realista y paisajística hecha con acrílico que es el material emblemático del arte popular y callejero amazónico). En 1988, Amaringo funda la Escuela de Pintura Usko Ayar, que fue un semillero de artistas mestizos y nativos, aunque nunca tuvo reconocimiento oficial. Don Pablo era un verdadero maestro pero no podía dar certificados a nombre de la Nación porque él mismo carecía de “títulos”, solo pudo cursar hasta el quinto de primaria. Pero era un “hombre de conocimiento” y las enseñanzas que nos ha legado no solo son artísticas, sino también morales y espirituales. La Amazonía y el Perú todo le deben homenaje y reconocimiento.