Georges Bataille, Le coupable.
Enter the Ghost
I
En Noviembre de 2008 el Departamento de Defensa de Estados Unidos de Norte América lanzó The Joint Operating Environment informe que pretende “servir de punto de partida para las discusiones acerca del futuro de los ambientes de seguridad a nivel de operación de guerra.”(2) En el capítulo sobre el mundo contextual hay una sección llamada “Weak and Failing states” en la que se afirma:
En términos de los peores escenarios posibles para la Joint Force, y de hecho para el mundo, dos estados son considerables para un rápido y repentino colapso: Pakistán y México. (…) La posibilidad Mexicana puede parecer menos probable pero el gobierno, sus políticos, policía y estructura judicial se encuentran bajo un sostenido asalto y presión por parte de grupos criminales y carteles de la droga. La forma en cómo este conflicto interno se desarrolle en los próximos años tendrá un impacto decisivo en la estabilidad del Estado Mexicano. Cualquier descenso de México en el caos demandará una respuesta americana basada en la serias implicaciones que tiene este hecho para nuestra seguridad nacional.(3)
Esta declaración es la traición del secreto que habíamos callado durante años, que habíamos pactado, entre nosotros y con nuestros vecinos, guardar, silenciar y olvidar. Ahora se ha desocultado y debemos afirmar que sí, efectivamente, México es un estado fallido.
Sin embargo, el JOE se equivoca si pretende resolver nuestro fallo con la imposición de un Estado de derecho. Nuestro fallo rebasa el orden jurídico y legal; nuestro fallo es la condición de una fractura que se manifiesta como la imposibilidad de funcionamiento en una estructura de poder que en cada intento de normalización, que se enuncia como una promesa de progreso, deviene fracaso.
Lo que nos constituye desde hace más de 500 años: una historia de imposiciones sobre cancelaciones que se acumulan como ruinas en la identidad de una nación que sólo existe como imposibilidad de un proyecto civilizatorio. La fractura que provoca la forclusión de nuestra historia es la psicosis colectiva desde la que hemos cancelando una lógica civilizatoria con su expulsión de nuestro espacio simbólico. Así, nuestro presente no sólo se constituye en la histeria y neurosis como síntoma del trauma sino, además, psicosis en la que se manifiesta el tiempo-negado desde la forma de la alucinación… No habría pues de sorprendernos que su retorno sea la manifestación de una hecatombe…
Exit the Ghost
II
El Estado se colapsa, ya se ha colapsado, y más que situarse en la fractura de este momento de emergencia, los poderes convocan a sus fantasmas para articular las genealogías que permiten legitimar el monopolio de la violencia:
la conmemoración consiste en erigir el simulacro de comunidad sobre la conjura del fantasma de la violencia pasada, pues la dominación se ha construido, quizá con mayor eficacia que en ningún otro régimen al norte o al sur, sobre la distorsión de los reclamos de las víctimas para convertirlas en ideología dominante.(4)
2010 será el año del bicentenario, y la nación prepara la fiesta:
Unos convocan a los fantasmas desde del jubileo nacional para asegurarse que los muertos que se homenajean se quedarán quietos –identificados y enterrados- de modo que la ceremonia oficial opere como la finalización de un duelo largamente esperado. No hay que olvidar que el estado moderno mexicano está fundado en la instrumentalización y esterilización de victimas y vencidos; hoy la maquinaria que opera el gobierno en turno es la de pasteurizar a los fantasmas para adherirlos a un proyecto nacional que destruya la máquina de legitimación post revolucionaria para usurparla desde el mito liberal y autoritario.
Otros, se han otorgado la soberanía divina, ante el derrumbe del padre que se encarnaba en el Partido Revolucionario Institucional, que, al caer después de 70 años de una dictadura de partido, produjo un desgarramiento en la continuidad de la historia de la que emerge no sólo un vació en el poder del Estado sino una ausencia en la soberanía que re-aparece en las disputas del narcotráfico como justicia divina; pura transgresión de las economías instrumentales donde el derecho soberano sobre la vida es la producción de muerte como momento sagrado;(5) cuotas sacrificiales que evocan viejos ritos aztecas instaurando de nuevo el fantasma de un Hichilobos transfigurado.
Y los pocos o miles de insurgentes, asechados por el Estado y bajo amenaza de ser arrasados en la furia de la nueva soberanía, aparecen invocando a los fantasmas de las luchas traicionadas –en fechas recientes han aparecido pintas en las bardas de la ciudad de México con la imagen de un Zapata que acompaña la leyenda: “nos vemos en el 2010”— que se enuncian como conjuro para invocar un tiempo redentor: momento revolucionario que se funde con el holocausto como promesa para la posibilidad de un tiempo más justo.
Pronto será 2010: el uso cíclico de la violencia y la continua pasteurización de los fantasmas se convierte en el espectáculo de un país que no se puede hacer cargo de su presente. Sin embargo, mientras miramos absortos este desfile de fantasmas deberíamos preguntarnos si en este escenario algo está emergiendo o simplemente estamos esperando al justiciero que pondrá las cosas en su lugar. Un padre para hacerse cargo de todo este desastre. Cancelando, una vez más, la fractura en la que estamos situados. ¿Habrá alguna posibilidad de que esta invocación fantasmal no sea sólo una fuerza icónica para neutralizar la historia? ¿La aparición del fantasma podrá ser, más bien y excediendo cualquier lógica de representación, la irrupción de un momento espectral que exceda los limites de lo posible?
Re-enter the Ghost
III
Sin duda el tiempo está fuera de quicio, desarreglado y loco.(6) Sin embargo, el momento de irrupción que se anuncia con la coincidencia de las fechas, bi-centenario de la independencia de España y centenario de la Revolución Mexicana, es algo más que el llamado sacrificial de cada 100 años para la renovación, a través de la purificación de sangre, de un Estado nacional para poner de nuevo las cosas en su lugar y devolverlas a un supuesto cauce original. Esta disyunción es, tal vez, el espectro que aparece, más allá de sus figuras simbólicas y pasteurizadas, para abrir la fractura como pictograma del dolor en el que la vida y la muerte se anudan para engendrar un fragmento amorfo: el del mundo en ruinas que ha dejado el escenario de la modernidad.
Algo parece quedar claro, si establecemos al fantasma en la estructura de la racionalidad instrumental la única experiencia que tendremos será la utilización del pasado para crear narrativas que estabilicen los eventos en la forma del Mito en una Historia clausurada. Fuerzas icónicas para controlar el pasado, para fijarlo en los límites de la experiencia racional. Pero, por el contrario, si recibimos al fantasma como espectro que fisura esta instrumentalidad podemos provocar una experiencia que, como conjuración de lo sagrado, desintegre los límites de la experiencia como la modernidad la ha construido. El espectro como exceso total porque éste es la aparición de la desaparición, el presente de lo ausente: pura contradicción que fractura y desquicia las condiciones temporales de un continnum histórico. El espectro, como exceso a cualquier lógica instrumental, es la alucinación que asecha, que conjura, que convoca la experiencia de lo Otro.
Esta alucinación es el fenómeno o contra-fenómeno de desintegración de la realidad para que emerja una historia que no ha sido nombrada, que ha sido expulsada del lazo del tiempo y que se aparece con la misma violencia que con la que fue rechazada. Por eso, al espectro no se le controla ni se le inscribe en un tiempo cerrado y homogéneo sino, como ya había dicho Derrida sobre él, aquí su anacronía dicta la ley:
Ser justo: más allá del presente vivo en general —y de su simple reverso negativo—. Momento espectral, momento que ya no pertenece al tiempo, si se entiende bajo este nombre el encadenamiento de los presentes modalizados (presente pasado, presente actual, ‘ahora’, presente futuro). Cuestionamos en este instante, nos interrogamos sobre este instante que no es dócil al tiempo, al menos a lo que llamamos así. Furtiva e intempestiva, la aparición del espectro no pertenece a ese tiempo, no da el tiempo, no ese tiempo: ‘Enter the Ghost, exit the Ghost, re-enter the Ghost’ (Hamlet).”(7)
Nos situamos en el borde del fallo, en la fractura de un tiempo desarreglado y loco para preguntamos: ¿A quién veremos en 2010?
Enter the Ghost, exit the Ghost, re-enter the Ghost: El Espectro Rojo
IV
(http://www.des-bordes.net/des-bordes/mariana_botey01.php)
El Espectro Rojo: Crítica de la Razón Sacrificial es la obra de arte con la que la artista Mariana Botey re-elabora el esquema de la relación entre mito e historia propuesto por el historiador mexicano Alfredo López Austin en su libro Hombre-Dios para hacer emerger las condiciones de posibilidad de la razón sacrificial. En este nuevo esquema Botey propone un marco teórico para re-pensar la colonialidad como cancelación temporal que sigue acechando por ser un evento expulsado de nuestro universo simbólico; forclusión desde la que hemos construido, como mito, nuestra historia. Un esquema como propuesta argumental que re-une, en una conjuración sagrada, el pensamiento de Bataille, Benjamin y Derrida, para invocar lo imposible: la espectralidad como irrupción del puro gasto donde la producción de la modernidad como sistema mundo se colapsa y disloca abriendo la emergencia de la experiencia revolucionaria.
Esta obra de arte es un dispositivo teórico para la revolución: dislocar la modernidad desde la fractura mexicana. Desde la investigación de este espectro, con su conjuración y esquematización, Mariana Botey despliega una cartografía de la geo-estética del fallo.
Sin embargo, la radicalidad de este trabajo no sólo está en su construcción discursiva, sino que, la ejecución de este marco teórico se manifiesta como puro gasto en la forma de la obra de arte, irrumpe como experiencia ominosa (unheimlich) para poner en cuestión toda lógica de representación. La formalidad del esquema, que empuja los límites de la tradición del arte conceptual hacia una impenetrabilidad radical, se disloca y colapsa con la aparición de El Espectro Rojo, esa informe alegoría desde la que la crítica de la razón sacrificial es enunciada:
La aparición de tres figuras espectrales, emerjiendo como formas justicieras de tiempos ancestrales, irrumpen como imposibilidad de invocación de un referente simbólico para cancelar a este espectro. Imágenes siniestras de algo que espanta porque en su extrañeza hay algo familiar: la revelción de algo cercano y cancelado.
Aparece El Espectro Rojo y, sabemos, es la marca del retorno de lo reprimido: el indio, el rebelde, la barricada, la peste, el virus, el contagio, el control, la polícía, la conquista, lo cancelado. Es lo siniestro abriendo el archivo invisible de nuestra fractura. Es el miedo y es el goce que dsiloca la experiencia racional de la vida para colocarnos en el puro exceso de la muerte. Es la irrupción de la zona de disturbio en la que se entrecruzan y colapsan dos racionalidades encontradas: la instrumental y la sacrificial.
El Espectro Rojo es la imagen dialéctica, el fragmento alegórico que aparece para que emerja lo ominoso de la modernidad; mascara sobre mascara que nos permite desquiciar cualquier lógica de representación que se adhiere al símbolo para homogeneizar al acontecimiento en una correspondencia con la historia. El Espectro Rojo es el fragmento de la máquina barroca con el que la artista enuncia su esquema de la Crítica de la Razón Sacrificial para hacer una crítica de las condiciones de posibilidad para una razón que exceda toda lógica instrumental.
Como Georges Bataille propuso, la racionalidad sacrificial se presenta como razón excedente creando una fisura en el sistema dominante, una mal función que rompe cualquier homogeneidad. Sin embargo, la crítica de la razón sacrificial que propone Botey no es sólo un ensueño teórico alucinatorio para invocar fantasmas, sino que es la arqueología que nos permite desentrañar las condiciones inmanentes de la racionalidad que opera en la economía del sacrificio, desde la cual, se inscribe nuestra experiencia espectral de la colonialidad:
el fantasma que nos ocupa está claramente desmembrado aun así mantiene una cierta semblanza con su cuerpo original. La semblanza es de orden lógico y estructural; es histórica pero sólo en su correlación mítica y su psicosis organizada por el acto original de forclusión: es decir, ese “otro cultural” es aquí el rechazo de un significante fundamental expulsado afuera del universo simbólico de la modernidad. El fantasma tiene un par de nombres propios, pero no los vamos a nombrar, quien quita y alguien se nos asusta, ya que sería invocar a “lo siniestro”.(8)
Pero aquí vamos a nombrar lo siniestro, porque queremos situarnos en la disyunción que aparece con el reclamo del espectro. No produciremos un fantasma como cancelación de un tiempo sino que lo llamaremos por su nombre para abrir un tiempo por-venir: “la poscolonia como intercambio (comercio) de alteridades secretas que negocian y experimentan alrededor de un proyecto de autonomías en flujo.” (9)
La Crítica de la Razón Sacrificial es aquí la alegoría que trabaja sobre el fallo de la modernidad, esquema que se sitúa en “la interioridad espectral de la formación histórico-política del capitalismo como sistema mundo”(10) para afirmar una lógica que, desde adentro, excede a las formas de control que impone el capitalismo.
De este modo, El Espectro Rojo: Crítica de la Razón Sacrificial es una contribución teórica para producir el marco político desde el cual pensar la estética (como condiciones de posibilidad) de la experiencia colonial pero, como obra de arte, es también la intervención estética (como movilización sensible) que disloca el actual régimen del arte. El Espectro Rojo se encarna desde la obra de arte como producción que pretende operar y desquiciar las políticas de representación no desde una inversión de valores sino desde la contaminación de lo invisible y lo indecible, de aquello que por aparecer ya está desapareciendo.
La obra que nos convoca no se produce como momento de representación sino como producción de un dispositivo histórico, que re-hace la historia, para invocar un momento político, para llamarlo, para convocarlo. La obra entonces es aquí, y desde su lugar de ejecución, una intervención histórica que hace política sin pretender revocar las estructuras de representación de la crítica institucional. Pero tampoco pretende ser la producción dialéctica entre un afuera y un adentro para que el arte sea un instrumento más en la caja de herramientas revolucionaria. Es, más bien, la incidencia subterránea donde la forma plástica elabora el síntoma de un trastorno de modo tal que podría parecer que nada se modifica si no fuera porque su operación nos revela la necesidad profunda de una mutación.
Aquí la conjuración revolucionaria hace, desde la obra, historia y ésta tiene primacía sobre la política porque sólo desde esta desarticulación temporal puede emerger un momento de fractura de las condiciones modernas de la experiencia, momento de desquiciamiento de la historia como progreso para acceder a la ruina, que ni revierte las políticas de representación que operan en la crítica institucional ni hace del arte una producción que afirma su politicidad en la efectividad. Ni símbolo ni efecto sino pura opacidad que, desde la alegoría, hace del lenguaje un montaje de fragmentos que re significan el momento poietico como una forma de hacer política: política del exceso, de la fisura, de la zona de disturbio.
El Espectro Rojo: Crítica de la Razón Sacrificial es una obra que en sí misma se espectraliza, no sólo enuncia las condiciones de posibilidad de una razón estructurada en el sacrificio sino que se inscribe en las mismas condiciones y ella misma se sacrifica: se ofrece como don que renuncia a cualquier retribución que le corresponda, exceso absoluto de la producción como puro gasto. Producción que no produce más que resonancias invisibles, que trabaja de manera secreta no para invocar al momento revolucionario sino para provocarlo.
¿A quién veremos en 2010?
Enter the Ghost, exit the Ghost, re-enter the Ghost: El Espectro Rojo.
Habrá que distinguir entre la instrumentalización del pasado con la pasteurización de los fantasmas para crear una correspondencia entre mito e historia y el asecho del espectro como la irrupción de un pasado irresuelto que acosa y desquicia al presente para evidenciar la experiencia apóretica de esta zona de disturbio que es hoy México. Con esta conjuración pretendemos romper el limite de todos los sistemas de representación y elaborar una historia en clave menor, la de la razón sacrificial como una fisura en la lógica del capitalismo como sistema mundo que ya no es ni será negociable. Este espectro tiene nombre propio: Colonialidad. El tiempo se ha dislocado.
Llamamos al fantasma no para pasteurizarlo sino para que el espectro sea una irrupción que nos permita que la experiencia de su disyunción no sea un momento de alienación sino de exceso como fuerza de activación.
• 1 Este texto parte del número 0 de la revista en Web des-bordes http://www.des-bordes.net/, es mi intento de hacerme cargo de la contaminación que éste provocó para dejar que lo que sucedió ahí comience a hablar; es mi manera de re-situar mi lectura sobre la relación entre arte y política desde la obra con la artista mexicana Marina Botey colaboró para nuestro número 0: El Espectro Rojo: Critica de la Razón Sacrificial. Mariana Botey ofreció una obra/esquema que, desde una tradición artística conceptual, articula forma y lenguaje en una impenetrabilidad radical para explorar las condiciones de emergencia de la razón que rompe con la lógica temporal de la modernidad. La intención de este texto no es eliminar la opacidad de la propia obra sino explorar los términos que ella propone para que obra y crítica sean una producción desde la que se puede activar el pensamiento no como una herramienta instrumental sino como un momento de irrupción poética que permita rozar nuevos sentidos y balbucear aquello que ha sido silenciado y cancelado. Aquí la opacidad no es una cuestión de elitismo académico sino un escamoteaje para escapar a los condicionamientos de una experiencia de instrumentalización, es el intento de operar de manera subterránea para que la movilización sea estructural. Quisiera aprovechar para agradecer a todos los que hicieron posible la aparición de des-bordes y, sobre todo, a quienes la escribieron y crearon. Como editora de aquel número no me queda más nada que dejarme afectar y transformarme con lo que ellos hicieron.
• 2 the JOE | The Joint Operating Environment 2008, https://us.jfcom.mil/sites/J5/j59/default.aspx /p. Ii (sic)
• 3 Íbid., p. 36.
• 4 Cuauhtémoc Medina. “Fantasmas Pasteurizados”, des-bordes, 0 )))resonancias((( desde los limites del arte y la política. January 2009. http://www.des-bordes.net/des-bordes/Cuauhtemoc_Medina01.php
• 5 “Los cultos exigen un derroche sangriento de hombres y víctimas de sacrificio. En el sentido etimológico del término, el sacrificio no es más que la producción de cosas sagradas.” Georges Bataille. Op. Cit., p. 115.
• 6 Esta lectura de la temporalidad está basada en la ontología del fantasma propuesta por el filósofo francés Jacques Derrida en su libro Espectros de Marx, El estado de la deuda, el trabajo del duelo y la nueva internacional. Con su elaboración del fantasma del marxismo Derrida presenta una fisura en la estructura moderna de la temporalidad, como progreso, desde la que se estructura el capitalismo y las democracias liberales. Derida re-abre el tiempo para hacerse cargo del hecho que: “En lugar de ensalzar el advenimiento del ideal de la democracia liberal y del mercado capitalista en la euforia del fin de la historia, en lugar de celebrar el ‘fin del las ideologías’ y el fin de lo grandes discursos emancipatorios, no despreciemos nunca esta evidencia microscópica, hecha de innumerables sufrimientos singulares: ningún progreso permite ignorar que nunca, en términos absolutos, nunca en la tierra tantos hombres, mujeres y niños han sido sojuzgados, conducidos al hambre o exterminados” Jacques Derrida. Espectros de Marx , El estado de la deuda, el trabajo del duelo y la nueva internacional, Editorial Trotta, Valladolid, 1998, p. 99. En este texto no estamos buscando crear argumento ontológico, sino re-pensar la temporalidad desde el pasado que irrumpe y aparece desde el propio archivo mexicano.
• 7 Íbid., 1998, p. 14.
• 8 Mariana Botey, “Crítica de la Razón Sacrificial” en des-bordes, 0 )))resonancias((( desde los límites del arte y la política. Enero 2009, http://www.des-bordes.net/des-bordes/mariana_botey01.php
• 9 Íbidem.
• 10 Íbidem.
4 comentarios:
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