miércoles, noviembre 05, 2008

De políticas estéticas. A propósito de Rancière

En el último año Jacques Rancière se ha convertido en una de mis lecturas imprescindibles. Descubrir sus libros me aproximó a una nueva perspectiva crítica sobre la dimensión política del arte. Sus reflexiones entrecruzan de manera notable política, ética y estética, redefiniendo en muchos sentidos la proyección de lo que podemos entender como 'arte crítico', y el propio lugar del arte en el proyecto democrático. Democracia que para Rancière se constituye solo en la relación disensual que podamos establecer con la clasificación asignada en una comunidad dada, y lo que él llama los procesos de emancipación intelectual.

Ordenando mi archivo me he tropezado con un comentario que hice circular, en julio pasado en un intercambio de mails privado, en torno a la polémica sobre el MAC-Lima. El comentario abordaba inicialmente cuestionas directas de la coyuntura del debate de los vecinos frente al Museo, y más específicamente una manera habitual de enfrentar la sitaución de una de las partes. Ahora que lo leo a la distancia creo que cambiaría algunas palabras -varios ideas quizá-, hay algo que aún me sigue sonando involuntariamente imperativo y que se desdice con Rancière, pero que ha quedado como testimonio de lo que dije -pensé- entonces. Y me resulta curiosos cómo algunas ideas de Rancière estaban entonces tan presentes en mi cabeza, y cómo ahora siguen presentes pero de una manera distinta. [Como yo no le hago la más mínima justicia a las ideas de Rancière recomiendo luego ver esta brillante entrevista que le hacen en la revista Archipiélago]. Copio solo el fragmento final -con dos variantes mínimas- de ese mail algo largo:


"(...) [I]ntento poner ente paréntesis algunas nociones habitualmente asumidas. Decía que no se trata de enseñarles a los vecinos sobre la 'conveniencias' públicas del Museo, ni de hacerles entender a través de volantes o trípticos sobre su beneficio social, potencialidad económica o valor cultural. Me interesa hacer a un lado la idea de que existe una brecha entre ambas partes que debe ser remendada a través de ese conocimiento que uno posee a diferencia del otro.

Hablaba yo, en cambio, de "socializar instrumentos" o "dispersar saberes". Con saberes no me refiero a conocimientos -en el sentido de enseñar el 'valor cultural' del museo-, sino a capacidades y competencias que pueden ser reestablecidas. Hablaba de "socializar instrumentos que reactiven la propia capacidad de los sujetos para litigar con esos acuerdos de lo común", y allí estoy asumiendo el régimen estética -del arte, digamos- como un espacio donde 'lo común' -lo que pertenece a una comunidad- es resimbolizado y redefinido. Y donde tal resimbolización pone a disposición pública formas que permiten otros modos de construir lo real, otras maneras de pensar la distribución de los sujetos y de sus representaciones.

Esto puede sonar muy obvio para algunos, y para otros quizá podrá parecer utopía, pero en cierta medida así funcionan cotidianamente los modos de producción de subjetividad: se nos señala tácitamente que existe un determinado ordenamiento de capacidades y que nosotros ocupamos ya un lugar definido en ese orden dado. En ese sentido, estaremos de acuerdo en que la subjetividad es moldeada a cada momento (desde la arquitectura hasta las palabras), y en ese horizonte me interesa pensar el régimen estético como ese espacio donde están en juego permanentemente la reformulación de las subjetividades.

Hablo de emancipación en los términos de Jacques Rancière. Para Rancière la emancipación no es una toma de conciencia -no se trata de iluminar al otro sobre lo que aparentemente ignora-, sino de un cambio de posición o de competencia (y esto es, de creencia en su posibilidad de acción). No se trata de hacer que el arte se vincule con los 'excluidos' o movilizarlo como 'proyecto social', sino de reconectar esa posibilidad de cualquiera de impugnar su propio lugar en tal ordenamiento.
Rancière parte de asumir la potencia igualitaria de los sujetos, y por ello su concepción de política está vinculada a las operaciones que verifican tal igualidad: allí donde los sujetos litigan el lugar de su voz o la posición de sus cuerpos frente al consenso, donde lo estética reconfigura incesantemente los límites de lo decible y las posibilidades de lo pensable.

Pero ya que menciono a Rancière mejor dejar que sea él quien hable:

"A la demanda consensual los artistas pueden responder directamente, relacionando la política del arte con su uso ≪social≫ y estableciendo una relación provechosa entre la necesidad del arte de los desheredados y la necesidad de trabajo de los artistas. Pueden también reelaborar la demanda, otorgando al arte las misiones más ambiciosas de luchar contra el acosmismo (Hannah Arendt) o de recuperar la fe en el mundo (Gilles Deleuze). La reivindicación de un arte relacional, destinado a constituir mini-espacios de socializabilidad, hiperboliza, en función del arte de hoy día, la restauración de vínculos entre los incluidos y los excluidos, o simplemente la resturación de los vínculos entre los individuos. Sin embargo, esta misión del arte permanece anclada en el presupuesto consensual de la oposición simple entre inclusión y exclusión, entre conexión y desconexión. Este presupuesto es quizás lo que hay que empezar a reconsiderar. (...)
El problema no consiste entonces en saber cómo responder a la ≪desconexión social≫ según esos programas oficiales que tienden a poner en el mismo plano arte, cultura y asistencia. El problema consiste en trabajar en una reconfiguración de la división de lo sensible donde las categorías de la descripción consensual se encuentran puestas en tela de juicio, donde uno ya no se ocupa de la lucha contra la exclusión, sino de la lucha contra la dominación; no consiste en reparar fracturas sociales o preocuparse por individuos y grupos desheredados, sino en reconstituir un espacio de la división y capacidad de intervención política, poniendo de manifiesto el poder igualitario de la inteligencia.
Reedificar un espacio público dividido, restaurar competencias iguales: estos dos objetivos, a veces planteados como alternativos, a veces entrelazados el uno con el otro, definen bastante bien el espacio en el que las políticas estéticas de hoy día intentan contrarrestar la despolitización consensual en lugar de remediar los males que produce.(...)

(Jacques Rancière, Sobre políticas estéticas, Barcelona, MACBA y UB, p. 61-62, el énfasis es mío)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

me ha enganchado el texto, a ver si me hago con más. Gracias

Lía... dijo...

ah que de buen gusto!
pense que estaba sóla en el mundo
jajaja
saludos!