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domingo, julio 25, 2010

Nuestra historia en una bandera - María Isabel Gonzales

La indignación frente las arbitrariedades del fujimorato llevó a un puñado de artistas a expresar su rechazo y a rescatar un símbolo, la bandera del Perú, que había sido secuestrado por aquellos que defendían un gobierno autoritario y excluyente. Sus obras son el reflejo de una época –marcaron a una generación que durante los noventa luchó por una democracia plena– y hoy siguen revelándonos claves de lo que somos como país y lo mucho que nos falta hacer.


Por María Isabel Gonzales

No siempre las protestas se dan en las calles. Diez años atrás un puñado de artistas expresaron su rechazo al régimen de Alberto Fujimori. Ya lo habían hecho antes contra la violencia terrorista y los abusos que las Fuerzas Armadas cometieron. Aquella vez necesitaban expresarse así por una razón sublime, diremos que sagrada: amor a la patria. Eso creen Eduardo Tokeshi y Susana Torres. Con sus diversas formas de presentar a la bandera reafirmaron su peruanidad en tiempos difíciles para todos. Tokeshi, considerado una de las figuras más importantes de las artes visuales contemporáneas en el Perú y en América Latina, trabajó desde 1985 una serie de banderas que en el 2001 conformaron la muestra “Los Signos Mesiánicos” donde aglutinó los momentos más oscuros de nuestra reciente historia. En 1995, Susana Torres, una artista autodidacta, visitaba mercados de Surquillo para comprar tela y armar doce banderas que luego integrarían su primera muestra individual: La Vandera. Pancho Guerra García, también artista plástico de la Católica, creía que era un mandato reflejar lo que sucedía a su alrededor. Y lo que se suponía era un símbolo de aliento, el polo del chorrillano Palacios con la frase “Te amo Perú”, lo convirtió en una señal apocalíptica: “Temo lo peor”. Piero Quijano, conocido ilustrador y pintor de la coyuntura política y social en prensa, también dejó huella. Con sus ilustraciones, en las que asegura no ve ningún mérito porque hacía su trabajo, contribuyó a denunciar desde la prensa escrita los exabruptos del régimen. Piero podía dibujar lo que nadie podía afirmar. Fujimori ladrón, manipulador, asesino y corrupto. Es imposible dejar de mencionar a Fernando Bryce, Eduardo Villanes y Ricardo Wiesse, quienes tampoco dudaron en hacer obras que reflejen un país en emergencia.

Eduardo Tokeshi (Lima, 1960)
Artista plástico


“Frente al desarraigo muchas veces te aferras a un par de colores como un salvavidas”.

Violencia en el interior, migración y apagones en Lima. Uchuraccay en 1983, Accomarca en 1985 y más tarde Tarata en 1992. Eduardo Tokeshi, descendiente de japoneses y criado bajo costumbres orientales, sentía que era momento de marcar una pertenencia con el Perú. Empezó a trabajar una serie de banderas hechas con fardos funerarios que reflejaban el terror de Sendero Luminoso, de sus masacres, de los desaparecidos por las Fuerzas Armadas, de las matanzas y los coches bomba estallando en las calles. “Cada uno tiene, ama y vive su propia idea de bandera, no sé si lavándola, lanzándose con ella al galope o sentándose sin ropa sobre un caballo, el amor en ese caso es un misterio. Para mí era una forma de reafirmarme como peruano”. Para Tokeshi en el contexto que vivía el Perú era necesario que aparezcan imágenes y expresiones que hablen de la realidad y que a la vez conecten al artista y la sociedad con la patria. Asegura que nadie hace arte por obligación sino por el placer de hacerlo y su caso no era diferente. Era una coyuntura muy personal. Su primera bandera envolvía un cuerpo sin nombre víctima de una guerra oscura. En la segunda un fondo de esteras, un marco blanco y rojo y en el medio un cuerpo envuelto en un fardo. Símbolos de los desplazados que escapaban de la violencia en el interior para encontrar la paz en Lima y que al final se encontraron marginados y a su suerte en los conos de la ciudad. Mientras hacía estas banderas Tokeshi sentía que nuestra historia era una gran cortina de humo y hoy, veinte años después, cree que algunas cosas han mejorado pero aún se arrastran cosas del pasado. “Hace poco se me ocurrió la imagen de una próxima bandera, una bandera hecha de miles de naipes, algo así como un castillo inmenso y precioso pero siempre a punto de derrumbarse”, cierra Tokeshi.

Susana Torres (Lima, 1969)
Artista plástica


“Hay más heroísmo en las cosas cotidianas y sencillas que en la parafernalia de un alto cargo”.

En 1995 Susana Torres vivía en Argentina. Por las noches encendía el televisor y veía los noticieros. “Guerra Perú-Ecuador”, decían los titulares. Ese año estaba preparando unos cuadros que tenían como tema las razas y la belleza. Un tema recurrente en Torres, quien siempre reflexiona sobre la identidad y el género. Pero la idea de que su familia estuviera lejos y a merced de un enfrentamiento la llevó a abandonar ese proyecto. Pensó en las consecuencias de una guerra. En todos los que se involucran. Desde el alto mando militar hasta quienes lavan los uniformes de los soldados. Así nació la idea para La Vandera, su primer trabajo individual que además de darle grandes satisfacciones también ha sido la obra que más dolores de cabeza le ha causado. Fueron doce banderas intervenidas por ella misma. Las cosió, las remendó y las bordó. Se fue a la historia del Perú y buscó la bandera de San Martín. Recurrió a las acuarelas que Pancho Fierro hizo de las lavanderas peruanas. Y juntó ambos elementos con un objetivo: “Contar lo heroico de las pequeñas historias. Ver a la lavandera popular, de condiciones humildes haciendo algo por su patria, lavando. Como ellas desde esa acción cotidiana construían un país”, dice Susana. Era su forma de involucrarse con lo que estaba pasando en el país. No se declara una iluminada, la idea de las banderas le llegó después de ver el trabajo de otros artistas como Claudia Coca, Luis García Zapatero y Eduardo Tokeshi. “Todos ellos tenían ya una tradición de la bandera. Me molesta cuando relacionan solo mis banderas al movimiento que se gestó después –Lava la bandera del Colectivo Sociedad Civil–. Eso fue un trabajo de todos porque ya veníamos trabajando en eso”.

Pancho Guerra García (Lima,1965)
Artista plástico


“Pinté cosas relacionadas con lo que sucedía en el gobierno de Fujimori porque era un mandato moral”.

A Pancho Guerra García no le gusta que lo encasillen. Cuando egresó de la facultad de Arte en 1992 se suponía que debía pintar expresionismo abstracto como los demás, pero él desistió. “Era un estilo de pintura en que la gente podía representar cosas muy suyas. Un mundo interior. Y lo respeto. Pero yo quería reflejar lo que pasaba a mi alrededor así que pinté microbuses”, dice. Esas ganas de representar lo que sucede a su alrededor lo llevó siempre a incluir el escenario político en sus muestras. Uno como el que representaba Alberto Fujimori. “Uno no podía desligarse de eso, pinté cosas relacionadas con el gobierno de Fujimori porque era un mandato moral y para mí eso no era forzar mi arte, no había contradicción. Los artistas tenemos un canal que podemos usar para decir las cosas y ese era el momento de hacerlo”. Así que en su primer individual, “Lima Jardín Horrible”, 1995, cuando Fujimori postula a la presidencia por segunda vez, incluyó una pieza que llamó “La pollada”. Era un pollo carbonizado lleno de ketchup que aludía a la Ley de Amnistía para el Grupo Colina. Y luego en el 97 cuando Perú jugaba por la clasificación al mundial de Francia 98 y el chorrillano Palacios se levantó el polo y mostró el logo: “Te amo Perú”, Pancho no le creyó. “Para mí esos politos eran armados, era como decir, qué lindo es todo, en el Perú no ocurre nada. Era un gol frente a Paraguay, Chorri eres lo máximo, Te amo Perú, y lo que hice fue un juego de palabras. Veía un país en crisis, miedo por todas partes y se me ocurrió la frase Temo lo peor”. Plasmó la idea en una plancha de nordex –similar a la melamina– y la incluyó en su muestra Fútbol, Pasión y Multitudes. Y así como Pancho no duda en participar de lo que sucede en el país también se sumó a la Marcha de los Cuatro Suyos. Ese día se fue el agua en su casa y no se pudo bañar. Pero después de un par de caídas y gases lacrimógenos pensó que nadie lo notaría.

Piero Quijano (Lima, 1959)
Pintor e ilustrador


“En un dibujo podía decir lo que muchos periodistas sabían pero no podían confirmar” .

Entre los años 1997 y 2000, Piero colaboró con La República. Según él era muy fácil demostrar su oposición al régimen pues el diario tenía la misma línea en la que creía. “Estaba en contra del chino desde el autogolpe y mi trabajo reflejaba eso. Cogía lo que estaba en el aire y lo llevaba al papel”. Piero no cree que sus ilustraciones de la época hayan tenido algo de meritorias. Era su trabajo y era un privilegio. “Con el dibujo podías decir muchas cosas que los redactores no. El dibujo se convirtió en un espacio libre para contar lo que uno pensaba y también para reflejar lo que la gente sentía”. Entre las decenas de portadas que ilustró para Domingo, las columnas donde puso el dedo en la llaga o los dibujos que fueron parte de La República, hay un billete con la frase: “Banco Central de Reserva del SIN”, otro en que el equipo de prensa de Fujimori infla un globo gigante y uno más donde Vladimiro Montesinos maneja la televisión detrás de una careta. Un trabajo que sin duda llamó la atención de muchos peruanos.

El arte como denuncia política

Eduardo Villanes (Lima, 1967)
Artista Visual


Los restos totalmente carbonizados de los nueve estudiantes y un profesor de la Universidad Nacional Enrique Guzmán y Valle “La Cantuta”, 1992, fueron entregados a sus familiares en cajas de leche Gloria. Para mostrar su indignación el artista Eduardo Villanes tomó como elemento principal dichas cajas en su muestra Gloria Evaporada. Un trabajo multidisplinario que incluía videos e instalaciones. Allí denunció abiertamente la desaparición de civiles a manos del Grupo Colina.

Fernando Bryce (Lima, 1965)
Artista plástico


En 1999, Fernando Bryce empezó su obra Atlas Perú. Una serie de 544 dibujos que empezaban con la rebelión aprista de Trujillo en los años treinta y que terminaban con las imágenes del derrocamiento de la dictadura de Fujimori-Montesinos. Este trabajo es fruto de su interés por las imágenes que construyen un país en términos oficiales.

Ricardo Wiesse (Lima, 1954)
Pintor


La intervención del pintor Ricardo Wiesse sobre un cerro de Cieneguilla en 1995 fue sin lugar a dudas una obra polémica para su tiempo. Pintó con 10 kilos de pigmento rojo diez cantutas que recordaban las fosas de los nueve estudiantes y un profesor asesinados por el Grupo Colina en 1992.


[publicado en La República]

jueves, agosto 28, 2008

Ricardo Wiesse y La Cantuta en el Paradero*Habana

Acabo de advertir el último post de la bitácora de Micromuseo y veo que cometí un error al señalar las piezas de Villanes como material incluido en la exposición, error inducido de manera involuntaria por la fotografía publicada en Zona de Noticias. Corrijo la información: la exposición titulada 'Cantuta' está centrada en las intervenciones que hiciera Ricardo Wiesse en la quebrada de Cieneguilla y varios registros de época sumamente significativos. Inaugura este viernes 29 en el Paradero*Habana de Micromuseo.

Copio a continuación un segmento de la información del blog de Micromuseo para evitar otros errores.
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RESCATE HISTÓRICO DE LAS INTERVENCIONES TAUMATÚRGICAS DE RICARDO WIESSE EN LAS FOSAS DONDE SE PRETENDIERON OCULTAR LOS RESTOS DE LOS DESAPARECIDOS DE LA CANTUTA

SEGUNDA EXPOSICIÓN CONMEMORATIVA DEL
INFORME FINAL DE LA COMISIÓN DE LA VERDAD Y RECONCILIACIÓN (CVR)

Con una exposición que es otro rescate histórico, este viernes 29 de agosto MICROMUSEO (“al fondo hay sitio”) culmina su aporte a las conmemoraciones por el quinto aniversario de la entrega del Informe Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR). Bajo el contundente título de CANTUTA, a las 7:30 de esa noche se inaugura en su PARADERO HABANA un impresionante despliegue de los registros fotográficos y en video de las intervenciones taumatúrgicas realizadas por Ricardo Wiesse en las fosas de Cieneguilla, donde se pretendieron ocultar los restos de los desaparecidos de la universidad popular identificada con el nombre de la flor heráldica de los Incas. La fecha de tales acciones –el 27 de junio de 1995– está en estrecha relación con la promulgación trasnochada de la ilegal Ley de Amnistía impuesta por la dictadura de Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos. A lo clamoroso de esa injusticia se le opuso una voluntad artística dispuesta a asumir los mayores riesgos para marcar en la geografía y en la historia la emoción indignada de aquellos tiempos infames.

Fiel a sus premisas de reivindicar el arte en sus instancias de máxima peligrosidad, MICROMUSEO reúne tanto las impresionantes fotografías tomadas por Herman Schwarz en el preciso momento de los hechos, como el video realizado también entonces por Augusto Rebagliati. La mayor parte de las instantáneas y el video casi entero se encuentran inéditos, en los dos sentidos del término: no han sido objeto de manipulación correctiva ni han tenido exhibición pública hasta la ocasión de esta muestra. El conjunto reunido suma así un invalorable sentido documental a su alta carga artística, complementándose con el notable afiche, también de 1995, confeccionado por Manuel Figari y el propio Wiesse para la campaña de inmediato emprendida contra la ley del olvido por el Instituto de Defensa Legal (IDEELE) y otros organismos de derechos humanos.

Una lucha que recién ahora alcanza cierta culminación, al haberse por fin logrado sentencias ejemplares contra buena parte de los responsables (aún no todos) de esas muertes, tan absurdas como injustas. Cuenta de ello rinde en esta muestra el video adicional de María Luisa Martínez que resume la épica del largo peregrinar contra la impunidad y por la memoria emprendido desde 1992 por los familiares de las víctimas.

Para la exploración de esos y otros sentidos, las publicaciones vinculadas a la muestra despliegan un fuerte acompañamiento textual, que además del testimonio de Wiesse recoge sendas investigaciones de Gustavo Buntinx y Víctor Vich (co-curadores de la exposición), y la pertinente reflexión de Carlos Iván Degregori, quien fuera miembro de la Comisión de la Verdad y Reconciliación.