martes, octubre 14, 2008
Entrevista a Ricardo Wiese
Vía el blog de Felipe Mayuri me entero de una reciente entrevista a Ricardo Wiesse a propósito de su exposición en el Paradero*Habana de Micromuseo, bajo la curaduría de Gustavo Buntinx. Exposición que resulta imprescindible de ver. Reproduzco el artículo publicado en Perú21, y espero luego yo también tener un tiempo para comentarla
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Ricardo Wiese:
“No quería lavarme las manos respecto a la tragedia”
"Es una recolección, un testimonio, de una acción artística en los cerros de Cieneguilla. Estuvo centrada en llamar la atención sobre un hecho aberrante como fue el asesinato y el entierro clandestino de estos jóvenes de La Cantuta", explica Wiese acerca de su actual exposición. Se refiere a los nueve estudiantes y el profesor de la universidad La Cantuta que fueron asesinados por el grupo Colina, en el año 92. Conversamos en el espacio de arte del bar Habana, que maneja la organización Micromuseo.
Esta es su única obra de arte que toca un asunto social. ¿Por qué la hizo?
Tres años antes de eso yo hacía las carátulas de la revista de Ideele. Era y sigo siendo amigo de Ernesto de la Jara. Y en determinado momento me dijeron que podía presentarles proyectos. Supe de esto, igual que todos, al ver las noticias. Y en la televisión o las revistas no encontraba una imagen real del lugar, ninguna que pudiera identificar. Entonces pensé que de alguna manera tenía que darse a conocer. Yo estaba interesado en vincularme a la tragedia y en no lavarme las manos. Es lo que moralmente sentía que tenía que hacer.
¿Por qué no lo hizo antes? Hubo sucesos anteriores trágicos.
No sé. Yo estaba metido haciendo experiencias en sitios arqueológicos, incluso al borde del mar, en Cajamarquilla, y hacía tiempo tenía la idea de la pintura sobre los cerros como algo completamente natural vinculado a la observación del paisaje. Creo que es un medio muy antiguo y poderoso y perfectamente andino en su belleza. Entonces, quise ver los cerros donde había sucedido la tragedia y hacer algo con ellos. Me vinculé con la persona que había hecho la exhumación. Me junté con otras personas y fuimos para allá.
¿Cómo se sentía?
Yo iba de curioso, pero la gente estaba parametrada. ¡Era indignante! La manipulación de la imagen forma parte de toda dictadura. Y la reacción a esto era callarse la boca o chuparse el dedo. Yo no quería ser parte de ese concierto de temor, de cinismo, de complicidad y de falta de dignidad, finalmente.
¿Cómo diseñó los dibujos?
La primera vez que fui hice una observación detenida hasta que un patrullero comenzó a hacer sonar su sirena. Yo había dejado mi camioneta en el camino. Había un clima medio extraño entonces. Pero pude regresar con mis amigos llevando la plantilla con la silueta de la flor de la cantuta y pudimos empezar a trabajar sobre la loma.
¿Qué pensaba de ese sitio?
Yo tenía que embellecer ese lugar. Estaba demasiado cargado de desconocimiento y de toda esta cosa siniestra. Trabajamos con dos ayudantes y dos camarógrafos, que registraban la acción. Era el escenario de un acto innoble y vergonzoso bajo todo punto de vista. Cada vez que pienso en el asunto… La gente estaba embotada por el bienestar económico. La práctica de 'conmigo no es’ resulta terrible entonces. ¡Esos chicos podían ser nuestros hijos! Y no solo era La Cantuta. Si esto se supo fue porque unos cuantos hicieron lo correcto. Participé en este asunto en nombre de quienes no se quieren olvidar y quieren acompañar a los deudos.
¿Usted los conocía?
Recién hace unos días tuve el honor de conocer a Gisela Ortiz (representante de los deudos de la matanza de La Cantuta). En este país de caricatura, ella es una mujer de verdad.
¿Hubo alguna reacción a la obra?
Hicimos un afiche que circuló bastante. Se publicaron algunos comentarios en revistas en su momento, pero todo eso terminaba siendo absorbido por la maquinaria en marcha. ¿Quién se iba a detener en exquisiteces? Nosotros no éramos ninguna amenaza para la dictadura. Pero ya estaba hecho y había quedado registrado; entonces, tenía un valor como documento. Es lo que se ha rescatado en esta exposición.
Y nunca más hizo algo parecido.
Nunca más. Son cosas que uno siente que va a hacer una vez en la vida. No tienen por qué ser más. Uno se carga demasiado. Uno no puede hacer estas cosas continuamente.
¿Qué pensó cuando vio al grupo Colina sometido a juicio, igual que Montesinos y Fujimori?
Es muy fuerte. Solo puedo imaginar qué fue para Gisela. Me pongo en sus zapatos. Creo que eso falta. La falta de solidaridad nos está ganando. No podremos salir del fango apoyándonos en nuestras propias falencias.
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Ricardo Wiese:
“No quería lavarme las manos respecto a la tragedia”
"Es una recolección, un testimonio, de una acción artística en los cerros de Cieneguilla. Estuvo centrada en llamar la atención sobre un hecho aberrante como fue el asesinato y el entierro clandestino de estos jóvenes de La Cantuta", explica Wiese acerca de su actual exposición. Se refiere a los nueve estudiantes y el profesor de la universidad La Cantuta que fueron asesinados por el grupo Colina, en el año 92. Conversamos en el espacio de arte del bar Habana, que maneja la organización Micromuseo.
Esta es su única obra de arte que toca un asunto social. ¿Por qué la hizo?
Tres años antes de eso yo hacía las carátulas de la revista de Ideele. Era y sigo siendo amigo de Ernesto de la Jara. Y en determinado momento me dijeron que podía presentarles proyectos. Supe de esto, igual que todos, al ver las noticias. Y en la televisión o las revistas no encontraba una imagen real del lugar, ninguna que pudiera identificar. Entonces pensé que de alguna manera tenía que darse a conocer. Yo estaba interesado en vincularme a la tragedia y en no lavarme las manos. Es lo que moralmente sentía que tenía que hacer.
¿Por qué no lo hizo antes? Hubo sucesos anteriores trágicos.
No sé. Yo estaba metido haciendo experiencias en sitios arqueológicos, incluso al borde del mar, en Cajamarquilla, y hacía tiempo tenía la idea de la pintura sobre los cerros como algo completamente natural vinculado a la observación del paisaje. Creo que es un medio muy antiguo y poderoso y perfectamente andino en su belleza. Entonces, quise ver los cerros donde había sucedido la tragedia y hacer algo con ellos. Me vinculé con la persona que había hecho la exhumación. Me junté con otras personas y fuimos para allá.
¿Cómo se sentía?
Yo iba de curioso, pero la gente estaba parametrada. ¡Era indignante! La manipulación de la imagen forma parte de toda dictadura. Y la reacción a esto era callarse la boca o chuparse el dedo. Yo no quería ser parte de ese concierto de temor, de cinismo, de complicidad y de falta de dignidad, finalmente.
¿Cómo diseñó los dibujos?
La primera vez que fui hice una observación detenida hasta que un patrullero comenzó a hacer sonar su sirena. Yo había dejado mi camioneta en el camino. Había un clima medio extraño entonces. Pero pude regresar con mis amigos llevando la plantilla con la silueta de la flor de la cantuta y pudimos empezar a trabajar sobre la loma.
¿Qué pensaba de ese sitio?
Yo tenía que embellecer ese lugar. Estaba demasiado cargado de desconocimiento y de toda esta cosa siniestra. Trabajamos con dos ayudantes y dos camarógrafos, que registraban la acción. Era el escenario de un acto innoble y vergonzoso bajo todo punto de vista. Cada vez que pienso en el asunto… La gente estaba embotada por el bienestar económico. La práctica de 'conmigo no es’ resulta terrible entonces. ¡Esos chicos podían ser nuestros hijos! Y no solo era La Cantuta. Si esto se supo fue porque unos cuantos hicieron lo correcto. Participé en este asunto en nombre de quienes no se quieren olvidar y quieren acompañar a los deudos.
¿Usted los conocía?
Recién hace unos días tuve el honor de conocer a Gisela Ortiz (representante de los deudos de la matanza de La Cantuta). En este país de caricatura, ella es una mujer de verdad.
¿Hubo alguna reacción a la obra?
Hicimos un afiche que circuló bastante. Se publicaron algunos comentarios en revistas en su momento, pero todo eso terminaba siendo absorbido por la maquinaria en marcha. ¿Quién se iba a detener en exquisiteces? Nosotros no éramos ninguna amenaza para la dictadura. Pero ya estaba hecho y había quedado registrado; entonces, tenía un valor como documento. Es lo que se ha rescatado en esta exposición.
Y nunca más hizo algo parecido.
Nunca más. Son cosas que uno siente que va a hacer una vez en la vida. No tienen por qué ser más. Uno se carga demasiado. Uno no puede hacer estas cosas continuamente.
¿Qué pensó cuando vio al grupo Colina sometido a juicio, igual que Montesinos y Fujimori?
Es muy fuerte. Solo puedo imaginar qué fue para Gisela. Me pongo en sus zapatos. Creo que eso falta. La falta de solidaridad nos está ganando. No podremos salir del fango apoyándonos en nuestras propias falencias.
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