La pieza que ven en el centro como un cartel blanco es una obra de Luis Arias Vera titulada ......Ah! Y el chino de la esquina?, originalmente presentada en 1965 en una exposición individual con otras ambientaciones en la galería Cultura y Libertad. La mirada que despliega el artista en esta exposición propone examinar crítica e irónicamente determinadas 'costumbres' locales que pueden ir desde el furor por el geniograma hasta la fiebre por el canje implantado audazmente por los anuncios publicitarios, u observando ciertos ritos culturales como la Procesión del Señor de los Milagros celebrada religiosamente cada octubre, entre otras experiencias. En aquella oportunidad el artista colgaría un cartel blanco similar a 65 cm. del piso con la frase del título inscrita, del cual se desprenden flechas amarillas intermitentes que atravesarían el espacio de la entonces galería Cultura y Libertad, el jardín y luego la calle hasta llegar -y conductir al espectador- a la clásica tienda del 'chino', ubicada entonces en una esquina de la Avenida Petit Thouars (esta nueva versión de la obra fue realizada en colaboración del artista y conduce a una tienda ubicada en el extremo derecho afuera del CCE).
Esta pieza bien podría considerarse, junto a otras de esa misma exhibición (La procesión, Lima la capital del canje, Genio-G-Rama Gigante, etc), como uno de los primeros ejemplos de una forma muy local de lo que luego se denominaría arte conceptual. Creo que Arias Vera lo tenía muy claro en ese momento lo cual se hace evidente en la cita -algo más larga- que hace de Pierre Restany en su catálogo de 1965: "No se trata ya de evadirse de la realidad, sino reintegrarse a ella. A un arte de evasión, sucede ahora un arte de participación".
01. Desgaste y disolución del objeto
A inicios de noviembre de 1965, tres exposiciones sucesivas aperturan el debate local en torno al uso y pertinencia de géneros como la ambientación y el happening en nuestro país. Así, las muestras que abren colectivamente Mario Acha, Miguel Malatesta y Efraín Montero -bajo el nombre de Mimuy- y, de forma individual, Luis Arias Vera y Gloria Gómez-Sánchez, señalan una severa ruptura con los formatos tradicionales de creación plástica hasta entonces establecidos en nuestro medio.
Esta irrupción se desencadena tras un conjunto de acontecimientos que ponen en evidencia una transformación en las artes a nivel mundial, respondiendo también a iniciativas que, de forma particular, venían mostrando disposición a asimilar los nuevos y acaso radicales formatos a sus propios procesos creativos. El resultado sería una escena eruptiva antecedida tanto por los debates en torno a la crisis del arte pictórico -anunciados desde 1960 con la aparición de formas renovadas de abstracción como el Informalismo-, o las polémicas en torno al Pop y Op art, cuyas rumorosas presencias en la escena internacional encuentran tempranamente ecos en este contexto.
A ello se suma el viraje teórico del crítico Juan Acha tras su visita a los más importantes certámenes europeos (Bienal de Venecia y Documenta de Kassel, en 1964), así como las conferencias del crítico argentino Jorge Romero Brest, dictadas en Lima en agosto de 1965. Así, este momento será el impulso que consolida presencias decisivas de grupos como Señal (1965-1966) y posteriormente Arte Nuevo (1966-1967), el cual será la cabeza visible de las tendencias de vanguardia de la segunda mitad de los Sesenta.
Un momento en donde se diluye el paradigma trascendente en la obra de arte así como la sobredimensionada presencia del autor: “Hay que acabar con los mitos, principalmente con el culto a la personalidad del artista” afirma Luis Arias Vera en 1966, intentando liberar en la pintura todo rezago de subjetividad. Una imperiosa necesidad de señalar el aquí-y-ahora: atestiguar los indicios del instante vivencial, reelaborando y reivindicando la actitud y no el objeto.
Características que una exhibición como Papel y más papel (1969) extrema, al presentar en una ambientación colectiva objetos realizados con papel periódico, disolviendo tanto las autorías como sus resultados, inexorablemente cedidos al tiempo. Una álgida -aun cuando fugaz- apertura a una experimentación capaz de eludir toda posibilidad de circular como producto y que, en adelante, insistentemente se despliega bajo el rostro predominante de una conservadora escena artística que en gran medida le sería indiferente.
Miguel López + Emilio Tarazona
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