domingo, marzo 11, 2007

"Me siento el tío Johnny del arte" - Juan Javier Salazar

Una entrevista de Enrique Planas a Juan Javier Salazar aparece hoy publicada en el diario El Comercio, a propósito de su próxima exposición individual en la galería 80m2 arte&debates. Aquí la reproduzco íntegra.
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"Me siento el tío Johnny del arte"
Por Enrique Planas



JUAN JAVIER SALAZAR es uno de nuestros artistas contemporáneos más críticos. Tanto sus obras como sus declaraciones están llenas de ingenio y delirio. En la galería 80m2, el artista prepara una nueva provocación



La vida en sociedad, los problemas de pareja, la búsqueda de la identidad, el reciclaje de lo popular. Alejado del circuito oficial del mercado artístico, Juan Javier Salazar (Lima, 1955) busca en lo ordinario las ideas de una obra que suele ofrecernos alcances extraordinarios. No por nada es considerado uno de nuestros más importantes artistas conceptuales. Recientemente estuvo en Arequipa y Cusco, donde activó diversos proyectos culturales y tomó contacto con los creadores locales, una experiencia que le ha dejado un visible entusiasmo a su regreso. "Me da la impresión de que en el Perú hay una tradición artística distinta de la oficial, una línea muy interesante que une básicamente tres puntos: Huamán Poma, Pancho Fierro y Chambi. Esta línea es el equivalente a lo que hizo Guadalupe Posadas en México, una visión antropológica de la historia cultural", explica. Buena parte de esa experiencia ha quedado reflejada en pinturas, dibujos, cerámica, escultura e instalaciones que presentará en la galería barranquina 80m2 a partir del 21 de marzo.

¿Cuáles crees que podrían ser las estrategias para desarrollar proyectos de arte contemporáneo en provincias?
Hacer arte contemporáneo en el Perú es algo muy raro, porque atraviesas el tiempo y sigues siendo contemporáneo. En un marco más pequeño como un gobierno regional se pueden hacer eventos muy lúdicos pero efectivos. Por ejemplo, articular los conceptos de comida, cultura y economía, no hablo de gastronomía sino, por ejemplo, de un festival de arte erótico en chocolate, algo que quiero hacer en el Cusco. Allí tienen un excelente chocolate pero no hacen nada con él. Y con eso podría dársele la vuelta al problema. Cusco vale más cuando gana Cienciano. La ciudad tiene sus complejos, rencores y resentimientos, pero ese tipo de fórmula podría manipular los espíritus colectivos.

¿Y cómo puedes convencer a un funcionario tradicional, que suele tener una idea muy conservadora o nula de lo que es el arte contemporáneo?
Eso se da a todo nivel. Cuando hablas con el director del INC sobre arte, él piensa solo en arte popular. En el Perú se vende todos los años más arte colonial falsificado que arte contemporáneo. Vivimos en ciudades barrocas en dulce decadencia, pero también con una cultura muy antigua y una teología mágica. Todo eso está en pugna. La nuestra es una cultura de 8 mil años, pero tenemos un país joven en una geografía incierta. El Perú vive un momento económico excelente pero en un estado emocional terrible. Esas son mis variables para trabajar. Desde el grupo Huayco hasta ahora, de una forma muy intuitiva.

¿Ese tipo de proyectos serían viables en Lima?
En Lima la concentración del poder político es asquerosamente corrupta, y es imposible hacer una obra sobre el poder sin que te coman vivo. En provincias es posible encontrar mejor voluntad para el trabajo.

¿Sientes que el mercado te va asimilando, tratando de encarecer, volviéndote un poco exclusivo?
Cualquiera en Lima sabe que se puede comprar una obra de Juan Javier Salazar en 20 dólares, pero siempre habrá un cretino que querrá una por dos mil (ríe). Creo que el verdadero lujo es encontrar el precio que uno tiene y poder escoger a tus clientes entre gente que verdaderamente quiere el arte y no está especulando con él. Ya me he cruzado con ese tipo de gente. Sé que nada lava tan bien el dinero como el arte. Te lo deja brillante, limpiecito...

Después de tu trabajo en provincias, regresas para una nueva exposición en Lima...
Regresé bastante agotado, y me di cuenta de que tenía una muestra en tres meses. Llegué y pensé que hace años que estoy sacando conejos de la manga. No tengo ni taller propio, vivo de un lado para el otro, pero siempre había una idea, un 'espíritu' que se podía materializar para solucionar los problemas al paso. Pero ahora quería tomarme el trabajo en serio y ver qué salía. Me fui a un taller en Cieneguilla, no tenía materiales, pero sí mi plumón indeleble y una plantita de semilla holandesa. En medio de la soledad del campo, hice los dibujos de todo este viaje. Fue bien loco. Como si hiciera un recuento en Power Point, solo que a mano y con velitas. Y salieron unos dibujos que me encantaron. Nunca pensé que el dibujo sería un medio de vida y una cosa tan agradable. Es la técnica menos pomposa.

¿Fue un intento por sistematizar finalmente tu trabajo?
No, en realidad, quería salir del paso. Estaba cansado y después de las experiencias de viaje, en una realidad tan densa, sentía que el presentarme en galerías era como la actuación obligada en un colegio pituco. Las muestras se me habían vuelto algo así, en la medida en que, hasta ahora, no puedo presentar el resultado del trabajo de un año viviendo tranquilamente. En mi caso, la realidad te agarra por asalto, te lleva de un lado al otro. Por mi parte, he pasado de ser un artista de izquierda a tener clientes como Mario Testino. Soy un fabricante de objetos, pero trato de no ser fetichista por eso me deshago de las cosas. El objeto en sí mismo puede ser una maldición y una esclavitud. Sé que me salen cosas de las puntas de los dedos, como un vicio, debo reconocerlo, y que hay momentos en que podría vender piedras. Pero no me interesa la idea de forrarme en dinero para dedicarme a la vida sensual y frivolona, o lo que la gente asume que debe tener el artista plástico.


Sé que en tu muestra tejes tres historias: una sucede en el aire, otra sobre la tierra y la última en el fondo del mar...
Una es la historia del avión del Alianza Lima contada en pintura y en un objeto, a la manera de un cómic. La segunda está registrada en un video que está muy bien hecho. Por él sí pongo las manos al fuego. Es una historia que marca un momento en mi vida: es una pareja que se pelea y ella le rompe obras de arte contemporáneo en su cabeza. Ese video tiene una metáfora interior que se vincula a la tercera historia, que tiene que ver con las anchovetas. ¡El Perú exporta hace 50 años medio millón de toneladas de harina de pescado! Cuando me lo contaron me quedé pasmado. Me imaginaba a los peces nadando, sin saber que ya los habían vendido por adelantado como harina. De hecho, estoy tratando de conseguir anchovetas para la muestra, y es casi imposible. Son de una fragilidad gelatinosa...

Lo anecdótico marca profundamente tu trabajo. Incluso, muchas obras tuyas han surgido después de rupturas con tus ex parejas...
Me parece un clásico divertido pasar de ser un joven revolucionario a un viejito libidinoso. Me parece natural. Eso puede tener un montón de explicaciones. La que a mí me encanta es la de encerrar el espíritu de los amantes en esos proyectos. Una vez, por ejemplo, desperté de una juerga con mis zapatos y rodillas hundidos en cemento fresco. Al frente, encontré los zapatitos de taco de ella, estampados en la mezcla. Era la huella digital de un estado pasional que yo utilicé conscientemente en una instalación para poder romper con una relación sadomasoquista y separarme de una mujer que quería mucho y que no podía soportar (y viceversa). Era como cerrar un espíritu en una botella.

Muchas veces has dicho que tu arte solo pueden sentirlo los peruanos. ¿Por qué?
Lo que he dicho es que me encanta la idea de que un peruano disfrute de mi trabajo mucho más que un extranjero. Es probable que un extranjero pueda entenderlo mejor, pero jamás sentirlo como un peruano. Te digo algo que sonará egocéntrico: Yo soy el Cubillas de las artes plásticas en el Perú, he metido un montón de goles. Un artista representa mucho mejor el espíritu de un pueblo que un futbolista, y es una especialidad que no tiene la limitación física de obligarte al retiro a los 35 años. Con la edad, vas avanzando y al final llegas a representar ese espíritu colectivo, tal vez con cierta excelencia. Yo me siento el tío Johnny del arte contemporáneo peruano. Les he hecho cantar a todos la canción de la tía vaca, les he hecho tomar su vaso de leche y al final todos me quieren como un tío bueno. Por eso me sorprende todavía que mi trabajo pueda irritar a alguien, porque creo que se está volviendo condescendiente.

¿Si dices eso es porque estás preparando algo que sorprenderá a los que esperan lo mismo de tu trabajo?
El otro día saqué a pasear mis demonios. Sentí que era como el dueño de un rottweiler que daba la vuelta a la manzana para orinar en las cuatro esquinas. Luego hice una cerámica que va para la muestra: con la forma de un porfiado, coloqué al medio a mi ex novia, que era gordita, y abajo, la rodean siete perros. Y en la base está escrito: "ex novia rodeada por los perros de mis amigos" (ríe).


PERFIL
NOMBRE - Juan Javier Salazar (Lima, 1955)
ESTUDIOS - Ingresó en 1972 a la Sociedad Nacional de Bellas Artes de Lisboa (Portugal). Estudió arquitectura en la Universidad Ricardo Palma y de forma paralela en la Escuela Nacional Superior Autónoma de Bellas Artes. Fue uno de los artistas más activos en el célebre Taller Huayco.
TRAYECTORIA - El artista Armando Williams escribe a propósito de la obra de Salazar: "Es uno de nuestros artistas más representativos, fiel crítico de nuestra escena e idiosincrasia. Desde los años 80 nos ayuda a repasar, con sus delirantes obsesiones, nuestra historia individual y colectiva".

[Juan Javier Salazar. fotografía de Consuelo Vargas]

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