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Crítica de arte: "Dibujando América"
Por Élida Román
Mencionar a 'los viajeros' nos remonta a aquellos osados personajes europeos, entre científicos, aventureros y soñadores, que recorrieron tierra americana siglos atrás, muchos inspirados por las ideas iluministas, otros por desarrollar una vocación abierta por desentrañar maravillas aún desconocidas, deseo muchas veces alimentado por narraciones fantásticas o por fascinación ante lo concebido como exótico y cargado de posibilidades insospechadas.
Fueron ellos quienes contribuyeron con sus jornadas y sus registros --aporte invalorable a nuestras historiografías-- a elaborar una progresiva sistematización del conocimiento de esta región del mundo. A los viajeros misioneros, sucedieron los buscadores de utopías y riquezas; la realidad hizo tornar el interés hacia la ciencia y, ya en el siglo XIX, aparece el viajero romántico. "Viajeros hubo en todas las épocas, pero el viajero por antonomasia, desinteresado y libre, espontáneo y ameno, solo aparece a comienzos del XIX. Es el afortunado creador del género de relato de viaje y constituye una expresión original, una floración típica de dicho siglo (...) La noción de lejanía incita a viajar (...) y a descubrir nuevas circunstancias de vida y aventura, aconteceres imprevistos o vivencias inesperadas (...) se desplaza en busca de la vida primigenia o el paisaje y la vida distinta y varia..." (Estuardo Núñez, "Viajeros extranjeros por el Perú", Concytec, Lima, 1989).
Gilda Mantilla y Raimond Chaves, artistas talentosos y sensibilidades atentas, realizaron, en 2005, una travesía de cien días entre Caracas (Venezuela) y el norte del Perú, y en el 2006 viajaron por río hasta la triple frontera Perú-Colombia-Brasil. Viajeros contemporáneos, su registro es el del observador abierto. Paisaje y personajes se mezclan con emociones íntimas, recuerdos privados, construcciones ilusorias, juegos de la fantasía y del humor, sin dejar pasar el dolor y la violencia. Como artistas visuales, es la imagen su vía privilegiada de comunicación, y las anotaciones verbales sirven de anexo aclaratorio o dato accesorio. Lo importante es el registro que han realizado por medio de un lenguaje privilegiado y accesible: el dibujo.
Dibujo ejercitado con absoluta libertad, desde la transcripción sencilla y ortodoxa de muchos paisajes comunes a los territorios recorridos, con ríos, nubes, árboles, etc., hasta trazos esquemáticos que no buscan ser identificados o asimilados como guías de reconocimiento sino que se inclinan a transmitir conceptos profundos. Junto a dibujos que refieren a un común cuaderno de notas, algunos vidrios pintados y, sobre todo, la intervención en los muros del espacio de exhibición, subrayan esta condición de registro de vivencia personal y única. Tan personal y única que su accesibilidad es impecable. No se necesita más que una breve atención para alcanzar un discurso extenso y rico que permite compartir las experiencias y llegar a la conclusión (¿premisa?) que los autores parecen plantear: la identificación fuera de fronteras. Cuando relatan que en todos los sitios recorridos siempre encontraron algún espacio llamado "El placer", no hacen más que ratificar esta posibilidad. Curioso que, frente a esto, nos ofrezcan, al modo de los antiguos viajeros naturalistas, cuidadas reproducciones de la flora encontrada, dibujadas con el mismo preciso detalle de aquellos primeros referentes. Placer es compartir este viaje relatado con imágenes dibujadas.
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