Debo confesar que desde que llegué a Buenos Aires, es decir, al aeropuerto de Ezeiza, quise comprarme una Ramona. Pero como llegué de madrugada el kiosko del lugar andaba cerrado y me senté a comer algo tranquilo a esperar que amanezca un poco más y poder tomar mi bus sin problemas. Ya luego de tomar un desayuno refrescante salí a caminar poco pasada las 10 de la mañana en busca de cualquier cosa, como no conocía la ciudad no sabía que esperar así que intenté simplemente avanzar sin rumbo fijo, hasta que algo llamara mi atención lo suficiente como para detenerme y sentir que fue suficiente el recorrido. Y caminé dos o tres cuadras de Belgrano, luego entré por Bolivar, seguramente di algunas vueltas, vi una catedral, vi la plaza, unos cuantos bancos y miles de cafés, algunos kioskos -preguntando de cuando en cuando si tenía Ramona- y por fin en una esquina: una librería!
No pude resistirme obviamente, así que entré presuroso y rápidamente advertí un estante sobre publicaciones del Facultad de filosofía y letras de la UBA (Universidad de Buenos Aires). Facultad que iba a visitar horas más tarde y que por ende exigieron mi atenta mirada por un buen rato. Sin decidirme por nada cambié de estantes un par de veces hasta llegar a un espacio pequeño cerca de una escalera, allí pude ver uno de los libros que tenía en lista mental hace meses, el catálogo de Víctor Grippo! Pero antes incluso de poder cogerlo para revisarlo vi otra publicación que, aunque más modesta y pequeña, había sucitado en mí poco tiempo atrás una suerte de fascinación intelectual casi incontrolable. Era el libro que había editado Ana Longoni, sobre los textos de Oscar Masotta, bajo el título de Revolución en el arte. Pop-art, happenings y arte de los medios en la década del sesenta. Qué puedo decir, el discurso que articula Ana alrededor de Masotta me parece fascinante, no sólo es un intento de descentrar la historia tejida alrededor de Romero Brest como eje del experimentalismo vanguardista sesentero argentino (un ejemplo es la estupenda narración de Andrea Giunta en Vanguardia, internacionalismo y política, arte argentino en los años sesenta), sino que desplaza una mirada sobre el propio Masotta que (re)vitaliza y actualiza su pensamiento de una manera formidable. El ensayo largo que acompaña esta compilación ya había podido leerlo algunos meses atrás haciendo más fuerte aún mi deseo de comprar el libro. Obviamente jamás iba a llegar este ejemplar a Lima así que parte de mi interés en viajar a Buenos Aires -debo confesarlo- era conseguir éste y un par de libros más, además obviamente de realizar las pesquisas sobre temas que me interesan.
En fin, me sentí feliz de tenerlo en mis manos. He conseguido varias cosas de Longoni en estos últimos días para poder complementar mi lectura sobre su trabajo escrito. No me cabe duda que sus reflexiones son quizá de las más influyentes sobre mi pensamiento durante el último año, y son y serán de vital importancia al momento de orientar una visión crítica sobre un segmento histórico tan poco tratado como son los sesenta en el arte peruano. Con esto no quiero ni comparar por un segundo la escena argentina con la escena peruana, este tipo de comparaciones u otras con fines valorativos son un sin-sentido que lo que ocasiona es sesgar una visibilidad adecuada de las transiciones tan fundamentales que se dieron en cada escenario. Hacer un juicio de valor sobre lo local teniendo como norte lo acontecido en otros contextos -como el norteamericano y el eurocentrico por ejemplo-, implica subyugar el orden del discurso a un continuum ya dado donde la narracion responde a referentes que siempre parecen resultar 'superiores'.
Todo ello de pronto me recuerda que me quedé con muchas ganas de escuchar el seminario que dictó Longoni este verano en el MACBA: Descentrados, otros relatos del conceptualismo (argentino y latinoamericano). Ojalá que pueda mañana convencerla de dictar algo parecido en Lima.
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