miércoles, mayo 24, 2006

En busca de una institucionalidad artística

Anoche leí una nota, aparecida hace menos de un año en el periódico Arte-al-Día-Internacional, de la crítica Mercedes Casanegra sobre las actividades del Asociación Argentina de Críticos de Arte (AACA), Asociación que Casanegra preside. En esta nota se informaba sobre los logros y premios que la entidad otorgaba a diversos agentes y exponentes que más habían destacado, a nivel creativo y reflexivo, durante aquel año. La AACA es además la sección nacional argentina del AICA con sede en París (Asociación Internacional de Críticos de Arte).

Este post, lejos de querer ser un mal trabalenguas de siglas, pretende señalar la profunda -pero sana- envidia que toda la situación produjo en mí. No es sólo el hecho de que en Lima no exista una sección nacional del AICA, sino que hay toda una incapacidad de entender y visualizar el arte como un tramado de relaciones y no sólo como una suma de objetos. En noviembre de 2004 el actual Secretario Regional del AICA, el francés Ramon Tío-Bellido, estuvo por Lima durante un Seminario Regional Andino de Crítica de Arte que pudo reunir durante tres días un conjunto significativo de historiadores, curadores y críticos de América Latina y de Francia. En aquella oportunidad una de las conversaciones derivativas posteriores a las intervenciones diarias fue justamente la ausencia de una Sección Nacional del AICA para el Perú. No voy a ahondar en detalles ni señalar los intentos previos también frustrados, pero creo ahora que es sintomático que las cosas no parezcan andar por ese camino.

No se trata simplemente de una responsabilidad asumida por un individuo o un grupo determinado de personas, como aquella vez pude pensar anhelante mientras conversaba con Ramón Tío-Bellido y algunos amigos connacionales. El problema es más profundo, y tiene que ver con esta ya mencionada incapacidad colectiva de poder pensar el arte no por sus productos, sino por sus articulaciones, en apariencia invisibles, pero que median el sentido de todo intercambio cultural. Ya el crítico Max Hernández habría de señalarlo en 2002 mientras reflexionaba sobre la 'inexistencia' del curador en nuestra escena limeña: y es que el arte no parece entenderse localmente como un 'sistema', aún.(1)

Todo ello se prolonga ante la ausencia reflexiva como práctica generalizada. Muchos artistas todavía parecen concebir su trabajo en una exclusiva labor de producción, restándole piso a posicionamientos críticos bajo pretexto de lo inútil de una ‘sobreteorización’. Omisión constante de la responsabilidad que todos tienen en la producción de los discursos del arte contemporáneo. Esta actitud, forjada mayormente en las escuelas, relega la exigencia crítica de los sujetos enmarcándolos como meros productores y provocando incidentalmente un desinterés frente a todo lo que no parece transitar por esa vía. Y si a ello le sumamos la inexistencia formativa -o mínima presencia- del historiador en arte contemporáneo creo se ilustra bastante bien la paulatina deserción de posiciones y espacios críticos en la escena local, catapultando a la opinión periodística como único catalizador, y perdiéndose así la posibilidad de discusiones más fructuosas.

Pero creo que el potencial entendimiento del arte-como-un-sistema en nuestro país no sólo implica un reconocimiento de las funciones de un conjunto de agentes dentro del proceso de producción, distribución y consumo, sino de una transformación y reconstrucción social más amplia, que vaya de la mano con una auténtica descentralización. Esto quiere decir que los flujos se sucedan no sólo en un sentido único de Lima hacia el interior, sino que se permitan establecer vías tangibles de doble sentido que potencien el intercambio y se problematice sobre ello.

La eventual formación de un Sección nacional del AICA en Perú no depende por tanto de que los 'críticos' y 'curadores' locales se organicen, sino de que exista una real plataforma que entienda la pertinencia e importancia de un tejido de significados más amplio, en los cuales se enmarca toda obra así como todo proceso cultural. La labor crítica no se limita a una valoración de cuerpos materiales, sino a un proceso reflexivo que permita entramar aquellas formas con su propio contexto, advirtiendo en sus proximidades y distancias los indicios reales de agitaciones y transformaciones tan personales como colectivas.


(1) HERNÁNDEZ CALVO, Max. «En torno al espacio de la curaduría en el Perú» En: Arte Marcial 1. Lima: abril-junio, 2002.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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