Reproduzco el mail enviado por Giuseppe Campuzano sobre la aparición del Museo Travesti, y el anuncio sobre la muestra.
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Museo Travesti de Cuba
Mi viaje a Cuba. Treinta y cinco días buscando al travesti, un viaje en sí mismo. Ismo artístico, memoria de la resistencia, de las estrategias para ser siempre otra. Simulación.
El encuentro con la hipertelia caribeña, con la gestualidad cubana de hombres y mujeres como conceptos que se rompen. Ser, tener y parecer.
Límites. Insularidad-barroco. Signo efímero que permanece. El Muro: zona liberada-fin literal.
La santería con sus dioses de caminos hermafroditas —Oddúa, Obbatalá, Olokun. Changó Oyá: la virilidad también vestida de mujer—, patakís donde el disfraz es tanto origen como subsistencia.
Barroco —Severo Sarduy, José Lezama Lima— como filosofía. Soporte y veladura en Eduardo Hernández y Alexis Álvarez como medio y finalidad simultáneos: la pilosidad del material y sus afeites. De los estudiantes de derecho de la Universidad de La Habana a El Público: el travestismo como método teatral. De las transformistas de la década de 1950 a El Mejunje en Santa Clara. Y al otro lado del espejo —dirían Lewis Carroll y Abel Sierra—, la gestualidad inasible.
La ciudad, sus mutaciones y síntesis como capas de maquillaje. Corte transversal: colonia española, afrancesamiento, invasión estadounidense, revolución, turismo.
Palabras que somatizan el cuerpo. Cuerpos y palabras que se resignifican y con ellos la historia. Ya Lacan, y más bellamente Sarduy habían enunciado que detrás del significado no hay nada. Del cuerpo individual al cuerpo social. Mi cuerpo, nuestros cuerpos, como revolución.
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