viernes, enero 04, 2008

Pensando en curaduría

El día de hoy he tenido que definir, en circunstancias diversas y ante personas completamente distintas, cómo entiendo y asumo personalmente el trabajo de curaduría.

Pensar en curaduría ha sido, sin lugar a dudas, uno de las pocas fascinaciones constantes que ha recorrido mi vida en los últimos años. 6 años para ser exactos, y a través de ese tiempo, reconocer que mi interés particular ha estado siempre en el discutir, especular, cuestionar.

Tal vez pensar tanto en el tema tenga que ver con lo poco que se ha discutido al respecto en Lima (aunque ahora ya instalada la etiqueta es difícil exigir algo más de reflexión sobre la propia práctica). Pero quizá he pensado mucho en ello también porque ella -la curaduría- llegó sobre mi, en tanto concepto y posible ejercicio, antes incluso de que la considerara como una posibilidad personal y real en mi vida. Es decir, si algo siempre me fascinó de ver, producir y consumir arte, era justamente advertir esos espacios intermedios que se generaban entre las obras y que me planteaban una cantidad de interrogantes que hacían del viaje una experiencia desbordante. Debe ser culpa de todo el arte conceptual que consumí voraz a mis 18 y 19 años, de todos esos libros que atravesé sin parar durante meses, de la fascinación de los proyectos de Michael Asher, Marcel Broodthaers, Daniel Buren, que siempre se caracterizaban por preocuparse por el borde, por el marco, por los extremos del mero objeto. O, incluso, culpa del minimalismo, que siempre ha sido para mi una de las experiencias estéticas más sencilla e inexplicablemente placenteras (aun no puedo dejar de ver una forma geométrica pura de color en el espacio sin sentirme conmovido). Sea como fuere, preguntarme personalmente por la curaduría implicaba pensar qué se generaban allí en el espacio invisible que vinculaba un objeto con otro, pero más aún, qué había en esas relaciones que el objeto trazaba con el espacio que lo acogía, con el enunciado que lo soportaba, con la historia que lo envolvía, con las miradas que lo rodeaban.

Creo que pensar la curaduría tampoco estuvo nunca demasiado alejado de mis procesos cotidianos de producción visual, y yo diría incluso que fue una de tantas más preocupaciones que se afueron afinando y decantando con el tiempo. De hecho ayer conversando con una amiga volvió a mi memoria, luego de muchos años, un trabajo que hice para un examen parcial en clase de Diseño I (en mi primer ciclo de carrera de fotografía), la cual consistía simple y llanamente en 'mirar' el trabajo de los demás cuando éstos eran presentados durante clase. Es decir, mi obra era 'ver' otras obras. That's it. Ese recuerdo no tendrá tal vez mucho de curatorial pero sí de escape del objeto, o de atención sobre el acto de espectar algo. Lo que menos me interesaba entonces era colgarme de meras representaciones (y eso que era estudiante de fotografía!), y sí, en cambio, preguntarme de qué se trataba esto de 'producir' y cuales eran los mecanismos configuran su sentido.

Claro, ello puede sonar una tontería pero a lo que voy es que no estoy seguro de que haya decidido dedicarme a ser curador como quien separa dos campos disciplinares totalmente distintos, así como cuando uno decide ser abogado y abandona la carrera previa (de economía digamos) en la universidad.

Hoy he tenido que explicarlo más de una vez, y ante la insistencia de un amigo por el término, intenté definir al curador como aquella persona que camina con el artista durante tramos distintos de un recorrido. Es decir, un sujeto que te acompaña en la ruta, te conversa, se pelea contigo, te entiende, se permite ser tu cómplice para cometer un delito, y que también es capaz de apartarse radicalmente un buen rato para ver el camino a la distancia y permitirse tener una opinión distinta. En ese sentido, yo delineaba al curador como un interlocutor permanente, y ya cuando ejerce en el espacio se convierte en una suerte de mediador, el cual no solo se hace co-reponsable de conectar las ideas que el artista quiere traer, sino también de potenciar su lectura por 10, por 100, por 1000, o por lo que sea necesario, para instalar un tipo de conflicto que no se agote en la ilustración o la literalidad.

Pensaba en todo ello -y a riesgo de que suene la obviedad más grande, o la reiteración más absurda ya que he argumentado sobre la propia curaduría en otros posts mucho más enfáticamente- a raíz de que he sopesado mucho, últimamente, lo que me gustaría realmente hacer como curador y que aún no he hecho. Visto así, muy críticamente, aún no he realizado nada de lo que realmente me gustaría, es decir, corriendo todos los riesgos que quisiera correr y asumiendo todos los errores que implica poner al límite tu propia práctica.

Discutiendo también hoy por la mañana con mis compañeros de trabajo afirmaba que hacer curaduría tiene mucho que ver con la pertinencia: aquello que uno cree que es importante de ser visto y discutido, aquello que uno decide poner en escena en un momento determinado, y que, con toda honestidad, considera capaz de aportar inquietudes sobre el presente. Desde esa perspectiva me voy por un buen rato de Lima sintiendo que no he podido aún poner en juego ni el 10% de las ideas que hubiese querido. Eso significa tal vez que tengo muchas ideas -y muy desordenadas-, o también puede significar que soy terrible en efectividad discursiva, yo quisiera pensar que un intermedio. Pero la posibilidad también la entiendo como el espacio para afinar eso que parece necesario de ser dicho -y que a la vez es estrictamente personal y subjetivo-. Me pregunto, sin embargo, si mi idea de la curaduría cambiará mucho, poco o demasiado en este tiempo nuevo. Imagino que solo lo sabré cuando me decida hacer un proyecto ya estando fuera de esta ciudad.
...............

Revisando otros posts de curaduría me quedo con estos: 1, 2 y 3.

23 comentarios:

Kinua dijo...

En esta entrevista con Henry Spencer (a) Burneo, Jorge Villacorta define que cosa es curaduría para él.

http://lahabitaciondehenryspencer.com/2007/11/19/una-conversacion-con-jorge-villacorta/

Max dijo...

Hay un aspecto clave de la práctica curatorial que rondas sin mencionarlo: el poder (advierto, dado cierto puritanismo de pretensión desposeída que había y quizás aún hay en Lima, que esto no es crítica alguna).
Al punto. Ese borde o extremo “del mero objeto” que consideras fascinante es, de hecho, un lugar desde donde se despliega el poder de un curador. Es en ese “espacio invisible” (y ver un espacio “invisible” tiene enormes implicaciones para mi comentario) en el que se trazan las relaciones entre el objeto y el espacio, el enunciado y la historia, por ejemplo.
Cabe resaltar que el ejercicio del poder, inmanente a la curaduría, esta estrechamente ligado a la mirada (después de todo, el “ojo” del curador no se agota en la contemplación estética). No en vano la mirada está tan presente a lo largo de tu texto. Resaltas entre esas preguntas personales sobre la curaduría, las relaciones entre un objeto con “las miradas que lo rodeaban”. No es fortuito que ese trabajo para Diseño que citas en esta narrativa sobre tu identidad de curador tu “trabajo” consistiese en “mirar.” Y un aspecto clave de ese trabajo era que te colocaba en una plataforma por encima de tus compañeros, en tanto tu trabajo (más aún, tu examen) era una suerte de hipóstasis de la mirada crítica: una exacerbación del sometimiento a la mirada; más aún, sometimiento a tu mirada. Igualmente, incluso cuando usas una metáfora de recorrido (el curador como compañero de ruta), apelas a la mirada: “ver el camino a la distancia”.
Finalmente, la idea de la pertinencia que destacas, aquí implica definir lo pertinente, dándole visibilidad a lo que uno cree que deber ser “visto” y puesto en “escena.” Nuevamente, un ejercicio de poder que se despliega desde (y como) la mirada.
Quizás cambie tu idea sobre la curaduría en este tiempo nuevo. No lo sé. Para mí, la pregunta tiene que ver con cuánto y cómo cambiarás tú. Pero esa pregunta es más personal y no hay como responderla por anticipado. Ya veremos, ya veremos.
Muchos saludos y mucha suerte en esta etapa.

Miguel López dijo...

Buena tu reflexión Max. En realidad pensaba muchas cosas cuando escribía el texto y no estoy seguro si salió algo ordenado o coherente.
De hecho pensaba mucho en varias piezas conceptuales que estaban orientadas a advertir el espacio de poder inscrito en todo procedimiento expositivo y que me influenciaron mucho (sobre todo cuando tuve oportunidad de discutirlas contigo en clase, y de hecho el trabajo que mencioné de 'ver' las obras de mis compañeros fue justamente un parcial en tu curso, tal vez no venga al caso decirlo pero por ahí se fue filtrando cierto interés mío hacia estos temas). Creo que a eso iba mi mención sobre Asher y compañía. Como cuando él remueve una pared de la sala dejando expuesto la parte 'administrativa' de la galería (1974), o como cuando un año antes raspa completamente la pintura blanca de una galería en Milán dejando expuesta la capa original de ¿cemento?. Y es que creo que una de las cosas que influenció mucho en esta deriva/no-deriva que me ha llevado a la curaduría fue entender que el sentido no se articula desde la autonomía del objeto sino principalment en las relaciones que se establecen continuamente con otros elementos (y por ello yo sigo pensando que el significado es siempre contingente). Y de hecho muchos de los artistas conceptuales que revisé por esos años tenían para mi un claro interés que ahora podría vincularse con las preocupaciones de 'lo curatorial', fundiendo y confundiendo deliberadamente nombres, prácticas y categorías.

En ese sentido mi entendimiento de lo curatorial viene profundamente marcado por el arte conceptual, y en eso tal vez radique las diferencias que sostengo en la manera de entenderla con respecto de otros amigos míos también curadores en Lima.

Una de las cosas que no dije en el texto es que este año por fin me he propuesto retomar mi trabajo visual en una 'exhibición' a mitad de año, el cual arrastra las mismas preocupaciones que enfrento diariamente desde 'lo curatorial'. Me interesa ver por momentos desvanecidos esos límites. En verdad mis preocupaciones personales son las mismas, y creo que la manera de lidiar con ellas (sea a través de un texto, una curaduría, una 'pieza', una actividad, etc., etc.) depende de los efectos que quiera generar, o de la estrategia que asuma en el momento para que el sentido llegue de acuerdo a lo buscado.

No se, imagino que para muchos querer confundir la práctica artística con la curaduría es casi ofensivo, un abuso excesivo -esto no lo digo en relación a tu texto max-, o una falta de respecto con los propios artistas, pero la verdad es que yo ante todo soy un 'artista' (con lo absurdo que me siento al decirlo) que investiga, escribe, cura, gestiona, produce, o aquello que haga falta para que los sentidos que me interesan personalmente puedan ponerse en juego.

Es cierto el poder del cual hablas está todo el tiempo ahí; e incluso diría que toda la producción visual que realmente me interesa a nivel personal está orientada a confrontar, visibilizar o desmantelar directamente ese poder. Pero ese poder no se restringe a lo curatorial, todo lo contrario, se extiende en cada pequeño ámbito que involucra al arte, y que más convendría llamarlo 'sistema del arte'; un poder que se filtra en cada pequeño movimiento, sea curatorial o crítico, en términos de colección, de institucionalidad, o puramente mediático. El poder es parte inherente de este juego, y eso es quizá lo que lo haga interesante para mí. Ello es parte de mi reflexión y conflicto diario, y es justamente eso lo que me interesaría abordar ahora a nivel curatorial y artístico. Y de hecho me atrevería a afirmar que 'pensar' ese 'poder' es lo que menos se hace en esta escena, donde todavía seguimos creyendo vanamente en la neutralidad e inocencia del arte, de la historia, de sus agentes, de las instituciones...

Anónimo dijo...

Bueno, creo que Max, mutatis mutandis, esta criticandote personalmente al describir tu mirada como un solapado vistazo "al lado" que en realidad estaria "en pos" del poder escopico. Haces bien en recordarle que la suya tambien es mirada, y que la tuya entiende el poder de modo mas amplio y conflictivo.
No te hagas paltas con eso de hacer arte o curarlo, sabemos que son hasta cierto punto lo mismo, excepto el objeto/concepto/evento como origen o como respuesta, para simpificar.
Solo espero que en Lima, provincias o el exterior, continues este excelente blog.
Que el 2008 sea excelente en tus proyectos.
X.

Max dijo...

Querido X, no estoy criticándole a Miguel nada, porque no creo que ni ejercer el poder ni estar en pos de él sea algo malo. De hecho, ni siquiera podría plantear una cosa como la que dices porque creo que no existe una posición fuera del poder (por lo tanto no necesito aclaraciones acerca de los nexos de mi propia mirada con el poder: no en vano termino mi comentario con la frase “ya veremos”, pero evidentemente esas sutilezas lingüísticas no todos las ven).
Acerca de concepciones de poder (y en mi comentario no describí la mía), la ironía está en que lo que tú crees que es mi crítica (el “solapado vistazo”) corresponde más bien a la concepción del poder puesta en juego. Más aún, para contestar a tus insinuaciones acerca de mi mirada del poder, lo contradictorio de tu planteamiento es que esa concepción del poder como una operación de disimulo de la que (casi) me acusas—y que supuestamente no sería particularmente conflictiva—implica, por definición, que el poder es impensable al margen del conflicto. En fin. Cualquier duda, revisa tu Foucault.
Saludos.

Max dijo...

Miguel: a partir del comentario de X (cuya valiosa participación creo que siempre ayuda a generar discusión), me he puesto a pensar un poco más en la idea del poder dentro del negocio que se tiene especialmente en Lima y me parece oportuno hacer algunos comentarios ligados a tu comentario.
Terminas planteando que “pensar” el “poder” es lo que menos se hace en la escena limeña. Pero cuando te plantee mi comentario, su dimensión crítica, si acaso la tenía, era referida a la ausencia del término “poder” en tu post sobre curaduría. El asunto es que sin emplear el término poder en nuestras discusiones, las posibilidades de pensar el poder no van a incrementarse.
Ciertamente, tal como propones, “el sentido no se articula desde la autonomía del objeto sino principalmente en las relaciones que se establecen continuamente con otros elementos” (énfasis mío). Pero esa articulación es propuesta por un curador. Resulta clave recordar que una práctica articulatoria, desde una teoría del antagonismo, implica establecer relaciones que modifican las identidades entre sus elementos (sin creer por ello que dichas identidades eran totales o estables en primer lugar). Como práctica articulatoria, como ejercicio de modificación identitaria, la labor curatorial implica un ejercicio de poder y se efectúa desde una plataforma de poder. A ese respecto, cuando planteas que hay quienes considerarían el querer confundir la práctica artística con la curaduría (confusión ejercida mediante una práctica articulatoria) como “un abuso excesivo” la palabra tácita es, obviamente, “poder”: un abuso de poder excesivo.
Efectivamente el poder “está todo el tiempo ahí”: el poder es: hay poder. Por ello, acotaría que la idea de “desmantelar directamente ese poder” no puede llevarse a cabo totalmente, porque el desmantelamiento mismo supone una posición de poder. En síntesis, no creo que haya cómo desmantelar el poder y a la par autodesmantelarse. Pero creo que sí es necesario, hasta donde sea posible, asumir su ejercicio y señalar cómo se ejerce: describir sus operaciones. (Nota: valdría la pena explorar los modos en que una labor articulatoria, al modificar las identidades—y potencialmente la de su mismo agente—afecte el propio poder con el que se ejerce).
Por lo pronto, el poner en discusión estos términos, por ejemplo de parte tuya, mía y del anónimo “X” (y cabe recordar que el anonimato es una estrategia en un tablero del poder), puede ser parte de dicho proyecto.
Saludos a los dos.

Anónimo dijo...

En fin. Cualquier duda, revisa tu Foucault.


?¿?¿?¿?

q pasa carajo

no se les enytinde ni mierda !!!!

Luis Alvarado dijo...

hola miguel
he estado pensando mucho en esto de la curadoria por estos dias luego de leer la entrevista a jorge en juanacha donde el advierte una ausencia de critica de arte, real, en el medio.
recuerdo cuando jorge hizo el cubo blanco, una de las cosas que siempre enfatizo fue que el curador debe venir de la critica, al menos eso entendi, porque la curadoria era para él escribir un texto en el espacio.
jorge tambien señalaba que haber sido expuesto a tanto arte minimalista y conceptual durante su estadia en londres a fines de los 70s habia influido en su mirada de las cosas. y de hecho eso se advierte en el cubo blanco.
y estaba pensando, a raiz de tu post, si no hay tambien cierto condicionamiento de la mirada de jorge en la manera como se plantea la curadoria en los mas jovenes. la diferencia claro es que jorge empezo haciendo critica de arte y ha producido algunos textos de referencia obligada. no digo que los criticos mas jovenes no practiquen la critica de arte, pero es evidente que no es algo que los identifica, que los define. ahora uno piensa en un curador pero no en un critico al mismo tiempo.
y eso me hacia pensar en el rol del curador ante la ausencia de critica de arte en el medio. de critica en un sentido de enfrentarse a quemaropa con tu entorno, si es necesario, y de explicar que hace que algo exista tal y como existe y que sentido tiene, y si vale su existencia.

de hecho la pertinencia es importante pero ahi hay que preguntarse, para quien es pertinente, para el presente de quien.
el curador como mediador esta bien, pero personalmente creo que el curador, ademas de ser un eterno travieso, deberia, creo, ser alguien que trabaja como si escribiera un texto critico, como si se sentara a escribir un ensayo, igual, solo que en otro lenguaje. asi sea curador-artista.
lo que habria que preguntarse es que es ser critico, ese es el problema de fondo, me parece. o mejor dicho, cómo se es critico.

Anónimo dijo...

Me gustaría retomar la noción de poder que Max a subrayado en esta interesante discusión y proponer la problemática de la autoridad, más que del poder.

Creo que es muy pertinente que reflexionemos sobre el papel del comisario, pues debido a la sorprendente proliferación de éste, la definición sobre lo que es un comisario lo abarca todo - y sin límites, no hay libertad. Quizá sería interesante, una vez habiendo planteado la pregunta hacia dentro, pensarla en términos más generales ¿cómo debería ser? Las características que han ido presentando, creo que articulan (o al menos están aún más ligadas) a la actividad de la crítica que a la del comisariado, aunque no es excluyente para nada.

Si pensamos que el papel de la crítica ha sido legitimar (de alguna manera u otra) estamos revisitando las nociones de poder y autoridad, y creo que aquí está uno de los puntos claves para comenzar a intentar definir. Ahora la autoridad la tiene el comisario y además, hoy en día las estructuras son mucho más visibles, con lo que sus relaciones con el coleccionismo y grandes ferias de arte, dan más la impresión de ese ojo crítico está cambiando - no digo que para bien ni tampoco para mal, pero celebro la aproximación de una actualización.

Quizá la autoridad mal distribuida esté el mercado se apropie con más facilidad de lo artístico (y de ahí al comentario que hacías, Miguel, hace unas semanas sobre la falta de compromiso)

Como dijo Max, ya veremos, y creo que lo importante es seguir reflexionándolo, discutiéndolo y haciendo-que-sea

Vanessa

Miguel López dijo...

Hola Luis, de acuerdo contigo. Lo que señala Jorge Villacorta en ese texto de Juanacha es muy preciso -y ahora que lo mencionas no estaría mal republicar su texto en este blog-. Yo también siento que la curaduría cada vez menos se entiende vinculada a la propia crítica. De hecho Jorge es muy duro al respecto (en la entrevista que le hace R. Quijano al final de la revista) pensando en la disolución de la crítica en el medio local, señalando también que ser "curador" es ahora muy glamoroso en este medio, mientras que ser crítico ya no tanto.

Yo también me hago la misma pregunta que tú, y es muy cierto que a los curadores jóvenes ya no es tan sencillo asociarlos con la noción de 'crítico'. Creo haberlo conversado también con Jorge más de una vez, ya que mi posición personal es que toda curaduría debería ser un ejercicio de confrontación crítica (dicho esto en el más amplio de los sentidos).

Lo problemático para mi, en ese aspecto que mencionas, es que los curadores jóvenes a los cuales haces mención -e imagino que yo también estoy incluido en ese rubro a mis 24 años-, es que somos un grupo de personas que estamos todavía formándonos. Es decir, que estamos recien poniendo en juego público nuestras propias ideas de lo curatorial, nuestros intereses, nuestras apuestas personales, nuestros aciertos y carencias. Y en ese punto lo complicado para mi está en advertir que para algunos amigos lo importante es mantener esta cosa estricta y circunscrita del 'curador', es decir, querer ser curador de forma tajante. Lo cual no está mal, para nada, pero en este medio local donde no existen condiciones para poner en conflicto tu trabajo es demasiado peligroso el acomodarse en esa etiqueta (y más aún cuando está asociado al espacio de la galería comercial), y sobre todo si parece asegurar ese halo de glamour del que habla Jorge. Es demasiado fácil acomodarse a la complacencia, a que los artistas te busquen para que exhibas su trabajo, a que te paguen para que escribas banales textos de presentación, a que tengas relaciones sociales adecuadas con tal director o con tal coleccionista... Todo ese aspecto del circo que es tan encadilante como cojudo.

Peligroso, definitivamente. Sobre todo cuando uno no se permite pensar conflictivamente la ubicación en la que se encuentra (voluntaria o involuntariamente) en el medio. Yo al menos tengo claro es que si algo no quiero terminar es haciendo de escritor de dossieres de artistas para galerías o de mero broker del mercado, y quisiera pensar la posibilidad de generar al menos un fragmento de escena que entienda la práctica artística como un lugar de disentimiento, incluso utópico.

No quisiera pensar que el curador debe ser crítico o historiador de arte de manera obligatoria o previa, pero en este contexto específico si me parece necesario exigir que aquellos que hacemos curaduría sopesemos ese 'lugar', y sepamos bien a qué estamos apuntando, cómo estamos construyendo nuevas condiciones de comunicación, nuevos soportes interpelativos, nuevos espacios de discusión.

¿Pero acaso lo estamos haciendo? Yo francamente tengo serias dudas...

Max dijo...

La noción de autoridad propuesta por Vanessa es muy interesante porque es distinta a la noción de poder y a la vez está ligada a ella. Tal como dice, el papel de la crítica (y de la curaduría) ha sido legitimador, lo cual implica poder y autoridad.
Por ejemplo, al escribir sobre arte uno descontextualiza, narrativiza y recontextualiza la obra en/como un discurso crítico. Ésta es una operación de poder, un “performativo” de autoridad crítica. Sin embargo, dicha autoridad es desplegada doblemente: en relación a una obra y en función a un sujeto, porque dicha autoridad legitimadora requiere a su vez de legitimación. La autoridad sólo puede existir para un sujeto; es relacional por definición. Por ende el poder no se concentra totalmente en la persona designada como “la autoridad” porque sus juicios críticos son juicios a ser juzgados.
Por ejemplo, los lectores pueden contrastar una lectura crítica con su propia experiencia, como una forma de auto-validación. Pero, debido a su carácter relacional, el despliegue de autoridad crítica puede ser reciprocado/respondido. En esa reciprocación pueden emerger formas de resistencia a la autoridad (por ejemplo, en esta misma discusión, en ese comentario que cita, paródicamente, mi frasecita—también paródica—sobre Foucault). Dichas resistencias invocan y reclaman su propia autoridad, o quizás, son un llamado al reconocimiento por parte de aquel que escribe (no casualmente ese mismo comentario del anónimo “fucol” parece solicitar “escriban para mí, en mi lenguaje”).
Lo que hay, entonces, es una contienda de autoridades de lectura y de escritura (y por ello serían posiciones oscilantes). Dicha tensión sugiere que estas autoridades no se pre-existen a sí mismas (no se trata de cuál es anterior a la otra), sino que están predicadas la una sobre la otra.
Ahora bien, la problemática del poder ya complica las cosas. Pero creo que tiene que ser reconocida. Y un curador necesariamente está metido en una trama de poder que tendría que poder hacerse explícita sin ningún disimulo. Es decir, un curador tendría que poder hacer un análisis crítico de su situación y su poder, porque, a fin de cuentas, un curador (uno que amerite el nombrecito tan charming ese) es un crítico a su modo—y no me refiero al wall text ni al ensayo del catálogo necesariamente.

Anónimo dijo...

De Miguel Zegarra:
Hola Miguel, hola Max, después de tanto tiempo... Siempre que encuentro un tiempo, entro al blog de Arte-Nuevo, y cada vez es una experiencia distinta. En la mayoría de casos la información me abruma, pero eso provoca en mi un efecto positivo porque puedo enfocar la información a la que quiero acceder a partir de las necesidades y vacíos que reclaman muchos de estos posts y comentarios, y que en muchos casos me identifican y considero certeros y en muchos otros no.
Recuerdo cuando Max, hace muuuuchos años, cuando era profesor mío en la Católica, hablaba del arte como "este negocio". Y ahora soy parte del micro negocio -en relación con los verdaderos macro negocios de los centros internacionales del arte- del que Max me hablaba, específicamente trabajando como curador de una galería comercial como Vértice.
Y ahora que me detengo a pensar un poco sobre cómo he llevado mi corta labor como curador, desde el 2003 hasta ahora, me doy cuenta de las diferencias de mi experiencia con las de Miguel López. El ejercicio de la curaduría en el caso de Miguel L se ha ido acercando cada vez más a la "investigación historiográfica". Mi caso es casi opuesto: huí despavorido de la historiografía del arte, después de 5 años estudiando Historia, revisando archivos, aprendiendo paleografía, y de aguantar la reincidencia molesta de todos mis profesores en el tema de la hermenéutica, la interpretación del documento, la intertextualidad, el signo, las referencias a la linguistica post-estructural, a la iconología, la memoria, etc. Una labor áspera, desprovista de todo glamour. Una formación total y, asfixiantemente, académica. Yo huí de la historia y la academia para acercarme a las vida cotidiana, de los artistas y actores del arte, a su espectro de intereses, sus gustos, su paranoia respecto de estar constantemente informados, sus ambiciones y juergas... A ustedes les va a parecer que soy complaciente y estúpidamente optimista con respecto al "negocio", pero pienso que la escena que vivimos es radicalmente distinta de la que vivó Max antes de partir a Nueva York. Cambiaron los intereses de las instituciones, se adoptaron nuevos modelos de institucionalidad y mercado con claras aspiraciones a lo global, y hay una constante circulación de la información. Pienso que la experiencia de "glamour" de la que hablaba ácidamente Jorge en la entrevista -y que a Max le debe sonar cuento chino de mal gusto y muy cheese si se trata de Lima*Perú, Am I right, Max?- debía llegar de alguna manera. Lo curioso es que estas formas de glamour o disfrute snob y legítimamente hedonista no escapan a la paranoia de no estar informado: consumir gran cantidad de revistas online, buscadores, textos de teoría de la arquitectura y el diseño; crítica cultural desde sus cimientos y discursos académicamente legitimados (caso Foucault); música contemporánea de todo tipo (ayer estaba conversando con un pata muy artie que me decía que el electro ya fue y que ahora están volviendo al minimalismo, y que si no sabía lo que pasaba en Berlín estaba totalmente out). Y mi experiencia como curador entra aquí asociada a la idea de un fashionista trendsetter o coolhunter... Y ahora salgo de la fiesta un rato cuando me enfrento, como bibliografía para un ensayo que debo terminar right now, con una entrevista oldie (1995) de Catherine David a Paul Virilio, y tengo que regresar a la fucking historia, again, desde Walter de Maria y hacer mi rápida genealogía con otros textos, por ahí aparecen las sombras de clásicos como Krauss, Foster, y artistas como Eliarson o Jeppe Hein. Y disfruto de asimilar, relacionar y producir más información, pero digo, vale la pena para mi ahora?
Pensaba en proyectos curatoriales que me gustan bastante más que Cubo Blanco, como Terreno de Experiencia o Centro de Arte Ego, o las publicaciones del MUSAC, o un proyecto-publicacion de Kathryn Smith para Deitch Projects que sondeaba la escena newyorkina de inicios del 2000 como buscadora de tendencias, y digo, acá tiene que entrar la vida, entra como factor estructural la subjetividad del curador, sus circunstancias en tiempo presente (gustos, amores, fobias). Particularmente, Miguel lo sabe, no soy devoto del conceptualismo, y sí de las imágenes de los media. Cuando escucho comentarios a lo Esquivel como que el Internet es esencialmente texto como el lenguaje de programación, regresemos a la economía del lenguaje, pienso "bullshit", escribimos más sí, pero vemos más, todo el tiempo. Desde este punto de partida me interesaría más un ejercicio curatorial temática e incluso formalmente (pienso en estrategias, formatos),cercano a la mediatización de la imagen y a las estrategias del espectáculo. Yo necesito de esto para vivir y desde ahí hacer mi labor, como disfruto viendo una revista de tendencias o viendo un reality. Esto no me exime de regresar a la historia, pero no me piace seguir una línea de ejercicio curatorial historicista que se pierda en referencias dejando de lado experiencias. Larga vida a las resacas del pop, larga vida al glamour y las estéticas del espectáculo. Y si bien es cierto que tienes que conocer a Zizek y Lacan, también me gusta disfrutar del ejercicio curatorial asumiendo el carácter pasajero, pero cautivador, de las imágenes, sus modas y tendencias. Como que me interesa más a veces saber que pasa en Art Basel, ferias y Bienales (como Manifesta por ejemplo), que revisar lo oldfashion y outsider de la perspectiva post-colonial de la última y austera documenta y uno de sus ejes de reflexión Is modernity our antiquity?, por favor...

Miguel López dijo...

Querído Miguel Z, agradezco mucho la intervención, y más aún dado que pensaba en tu trabajo también al tiempo que escribía las ideas de mi comentario anterior. Ok, tu dices que "vemos más" porque en principio estamos más expuestos a los media, pero mi pregunta fundamental es ¿realmente vemos? Yo tengo serias dudas al respecto. Creo por el contrario que tanta 'exposición' lo que hace es adormecer nuestra capacidad de reflexión sobre las propias imágenes.

Para mi la posibilidad de adoptar estrategias o formas de lo mass-mediático tendría que venir acompañado de una seria crítica de la representación y de sus maneras de circulación, y no lo digo por mera retórica. Creo que existe tan poca reflexión en relación a las formas de producción pop local que la han devaluado de una manera insólita y absurda. Y lo menciono porque bien se que parte de tu discurso viene marcado por ese lado, y yo realmente tengo serios cuestionamientos sobre la pertinencia crítica de algunos proyectos a los cuales tu has dado soporte (la exhibición de M. Velaochaga por ejemplo, donde nuestra 'maravilla cusqueña' se veía adornada de Los Simpsons et al; lo considero un ejercicio absolutamente chato de reflexión crítica sobre el supuesto 'colonialismo' foráneo... Es como pensar que la mera yuxtaposición iconófilica de imágenes ya es capaz de sacar chispas. Para nada, esa propuesta es absolutamente predecible y complaciente, y tiene la peligrosidad de un cariñosito rosa comiendo gomibayas en medio del bosque).

Pero en fin, esa discusión es harina de otro costal. Es cierto, nuestras miradas de lo curatorial son completamente disímiles, y eso es importante aterrizarlo y dejarlo en evidencia para poder plantear una discusión al respecto. Yo respeto tus intereses estéticos y me parecen importantes. Considero fundamental tu trabajo en varios aspectos, pero me preocupa seriamente que dejes de lado la posibilidad más especulativa y crítica de lo curatorial. Recuerdo claramente cuando discutiamos en una mesa de 2003 sobre tu proyecto 'Necrologias...', y lo interesante allí tenía que ver con la posibilidad de pensar el espacio de exhibición como un mecanismo de subversión del sentido. Si se logró o no esa es otra la historia, pero tu mencionas proyectos como Terrero de Experiencia o Centro de Arte Ego (nada casualmente vinculados a J. Villacorta) que para mi también significaron serios giros en relación al entendimiento de lo curatorial.

Me parece bueno pensar esto y discutirlo directamente, de hecho me parece tal vez lo único importante de haber posteado algo al respecto. Yo realmente me cuestiono sobre cuál es nuestro aporte real como curadores en este medio. Si personalmente miro para atrás no es por un afán meramente historicista, sino porque considero fundamental poner en observación los modos en los cuales se ha escrito la historia local, no se trata de reinstalar el pasado sino de cuestionar la construcción del presente (o hacer evidente ese grado total de 'construcción' arbitraria que es la historia) y las narrativas que el aparente 'ahora' sostiene.

Claro, Max tiene razón, esto es básicamente un negocio, pero hasta qué punto nosotros estamos dispuestos a negociar con ese mecanismo para plantear disidencias posibles. Yo realmente Miguel extraño tus ganas de joder, ya es hora de salirse un rato del cubito blanco, no?

Anónimo dijo...

Es demasiado fácil acomodarse a la complacencia, a que los artistas te busquen para que exhibas su trabajo, a que te paguen para que escribas banales textos de presentación, a que tengas relaciones sociales adecuadas con tal director o con tal coleccionista...
Todo ese aspecto del circo que es tan encadilante como cojudo.

Anónimo dijo...

Max, estoy muy a favor de tu comentario, sin embargo no estoy segura de si refleje el contexto actual. Es decir, si hoy en día podemos entender el comisariado como una (más o menos nueva) estrategia de hacer crítica de arte.

Definitivamente el poder es un factor de debe ser reconocido desde el papel del comisario, esto tendría como efecto (creo) que el comisariado fuera un poco más transparente y quizá de esta manera sería posible abrir un debate más amplio en el espacio expositivo - cualquiera que este sea. Creo que llevar el debate que genera el arte a nuevos espacios y formatos (y aquí ya lo estamos haciendo) es muy favorable para el panorama actual, pues ayudará a actualizar los discursos.

Por otro lado, la estrategia que señala Miguel Z., es decir, una más cercana al espectáculo, no debería ser abortada por una aparente falta de crítica o aparente guiño cínico. Precisamente, aquí es dónde podemos señalar quizá la diferencia entre el crítico de arte y el comisario : como señaló acertadamente Andrea Fraser, una crítica site-specific (una posición interesante en esta modernindad líquida).

Es posible que esté traspaso tácito de roles (y precisamente por ser tácito creo que hoy más que nunca estaría bien intentar entenderlo) entre críticos y comisarios, ha conllevado una nueva problemática sobre la legitimación de la autoridad - el problema del poder y de quién lo tiene y qué direcciones marca y cómo.

En el número 100 de la revista October publicaron una mesa redonda sobre Las Condiciones Actuales de la Crítica del Arte (2001) - desde el contexto americano (norte y sur) creo que es una lectura muy pertinente para esta discusión. Aunque no es original, pues la idea de crisis de la crítica de arte se viene arrastrando desde los setentas (estoy pensando en Víctor Burgin ahora mismo y se me ha ido el hilo de lo que estaba escribiendo) ....

Sí, la autoridad y la resistencia son dos nociones, por definición, relacionales, y ahora importa definir aquello con lo que se relacionan.

Y tantas otras cosas.

Anónimo dijo...

Hola Miguel. Acabo de colgar en mi blog un par de impresiones sobre la muestra Arte Nuevo. A ver si me dices qué te parece. Saludos y felicitaciones.

Anónimo dijo...

De Miguel Zegarra:
Hola Miguel,bacán tener esta plataforma de intercambio de ideas desde un medio para mi amigable, puedo escribir desde casa tranquilo, y pensar y escribir en simultáneo este post.
Me exedí al calificar tu trabajo de historicista, pienso que tu investigación y la de Emilio sobre las vanguardias perdidas de los 60 era fundamental, era una vacío dejado por la (casi inexistente) historia del arte contemporáneo en Perú. Al respecto, lo que pienso es que justamente personas que veo más como investigadores y curadores que como críticos (tú, Emilio, Gustavo Buntinx, Augusto) se han dado el trabajo de sacar contextos a la luz, de casi crearlos a partir de pistas y documentos. Y que esto llegue al formato de libro (caso Post-Ilusiones) y de exposiciones es genial y le tengo sana envidia, una envidia que me lleva a tener que reconciliarme con la historia (pero hacerlo cada día agota y jode la paciencia, créeme).
Como sabes a mi la vuelta al conceptualismo, a un arte despojado de imágenes y centrado en reflexiones linguísticas, no me interesa para nada. Como decía Paul Virilio en esa entrevista que menciono con Catherine David, el arte debe pensarse desde una acción en un presente, y estamos en un presente que Baudrillard ya había dicho de "pantalla total", simulacros, y registros -esencialmente- visuales, enfatizo, no textuales. Las nuevas aproximaciones a los hechos artísticos a partir la linguística post-estructural (ej. Mario Montalbetti, y su "El significado ya no es lo que era") son una vía válida de producción de sentidos que se coloca más allá de la imagen o detras de ella, en el territorio del significado y del signo, pero para mi ahora el quid está en pensar la acción irreflexiva de recepción de imágenes. Yo estoy fascinado con los realities, hasta video juegos como los sims reproducen de alguna manera sus dinámicas. Y aquí pienso que falta dejarnos de mirar el ombligo académico de nuestros puppet masters (o vacas sagradas like Montalbetti en el centro de la fotografía, de donde entiendo una puesta como la de Muzuk Nolte) y joder un poco más por el lado del entretenimiento, de pensarlo también pero no en términos de signos, sino de actitudes colectivas y como estas actitudes que primero son de ghetto, llegan a ser mainstream, o tendencias generalizadas. En este sentido, si llegamos a temas de música, prefiero disfrutar y pensar en las letras de una Maria Daniela y su sonido lasser o La Casa Azul, y como ellas pueden fascinar tanto y estar tan cerca de artistas geniales como Carlos Amorales, que en el noise y la musica neoconcreta cercana al minimalismo y fondo musical idóneo de un conceptualismo despojado, que esperaríamos si fueramos hijo de otro puppet master como Allan McCollum. Thank god no es mi caso este último. Me apasiona el mainstream de lo reciclado y sencillamente kitsch, "frívolo" e "irreflexivo", sobre el reclamo constante de la crítica de pensar en términos de la linguística, y que el lenguaje es tema principal en el pensamiento contemporáneo, esto para mi es un academicismo peligroso que es válido, pero sería muy aburrido que encontráramos sólo obras tipo Iván Esquivel, Luzma Bedoya o Muzuk Nolte, y no tengamos un Huanchaco, no tengamos un Carlos Amorales, no tengamos una Ana Laura Aláez, un Martin Sastre. Yo no me conmuevo, definitivamente, con un proyecto de Allan McCollum porque mi punto de partida no es ni el minimalismo ni el conceptualismo. En cambio sí me conmuevo con un Cremaster Cycle, con una video performance de Vanessa Beecroft, con el sol incandescente de un Eliarson, con Nuevos Ricos en el MUSAC, con Martín Sastre cantando una letra ochentera de Kylie Minoghe. Para mi este es mi ahora, no la linguisticidad y la revisión historicista.

Max dijo...

Wow! Muchos despliegues de poder/autoridad por acá. Aquí un sketch:
-Miguel L, amparado en su autoridad de curador y dueño del blog escribe su idea de curaduría.
-Max ejerce su autoridad (“analítica” digamos) al preguntar por la ausencia de la palabra “poder” en un discurso sobre curaduría atravesado tácticamente por la noción de poder.
-Miguel L ratifica su autoridad arte-histórica (vía sus muchas referencias), definiendo curaduría como confrontación y afirma su diferencia frente a sus colegas, criticando la complacencia del medio (sin dar nombres, no obstante).
-Miguel Z interviene (parece sentirse aludido) y marca su diferencia con la veta historiográfica de Miguel L, pero a la vez afirma su autoridad académica en la historia (porque MZ estudió eso). Y como la autoridad es relacional, un poco que desautoriza a Max al “desrelacionarlo” temporal y geográfica que la escena de Lima, al decretar que la escena cambió radicalmente después de que Max se fue (para no mencionar la distancia anímica que inscribe entre Max y “Lima*Perú” vía las referencias en inglés y el adjudicarle la percepción de que el glamour limeño es cheesy).
-Miguel L desautoriza la práctica de MZ con una crítica abierta a su trabajo y pone en cuestión su mirada pro-espectáculo, preguntando si acaso en esa sobreabundancia de imágenes es posible ver algo…
En fin.
Vanessa: tienes razón en que mi comentario antes que reflejar la situación actual, corresponde a una idea sobre la curaduría. En ese sentido, las ferias de arte (que pueden ser scary de lo “pacharacas” que son) parecen reflejar la transformación del curador en un (wannabe?) power broker. Ahora, lo del espectáculo ya complica la escena (dicho sea de paso, Žižek es muy útil para entender “el carácter pasajero, pero cautivador, de las imágenes, sus modas y tendencias”). A ese respecto, pensando en Barney (aludido por MZ), citaría a Benjamín Buchloh comentando sobre Barney: “he is a proto-totalitarian artist for me, a small time-time American Richard Wagner who mythifies the catastrophic conditions of existence under late capitalism.”
Saludos a todos.

Anónimo dijo...

Miguel Z: No crees que incluso tus preocupaciones están insoportablemente alineadas a una preocupación por el lenguaje. Al final y al cabo, es de lo único que se puede discutir, hechos y palabras (Wittgenstein), y en el caso del arte, yo diría que es más palabras que hechos.
Tu interés por los reality shows (que, la verdad, me parece estupendo y no creo que entra en contradicción con la posición de Miguel L) es un interés hacia nuevas formas discursivas (relacionales) Al menos eso me creo yo...

Gracias por tu respuesta, Max, y el sketch es genial - tal y como indican en el último número de *A Desk (www.a-desk.org), el humor es muy importante!

Por cierto, Miguel, Max, la invitación a participar en la discusión sobre el tema de adopción-apropiación en el proyecto de Sandra Gamarra, en Dispatx (www.dispatx.com) sigue en pie.

Salut

Anónimo dijo...

Todo ese aspecto del circo que es tan encadilante

Anónimo dijo...

De Miguel Zegarra:
Creo que el circo sigue y seguirá, por fortuna nuestra!
Cada vez me convenzo más acerca de la genial capacidad crítica de artistas latinoamericanos que adoptan las estrategias del espectáculo en sus proyectos, siendo incisivos y divertidos a la vez.
Ayer tuve una refrescante y esclarecedora conversación con Luis Alvarado, quien me impulsó a desarrollar este discurso en favor de las estrategias del espectáculo en el arte contemporáneo, su vigencia y valor (GRACIAS LUIS!) Y lo voy a hacer, me voy a abocar a ello. Les dejo un postrecito, crítico y divertido de uno de mis artistas favoritos, el uruguayo Martín Sastre. Miguel L y Max, enjoy it!
http://www.youtube.com/watch?v=0 W_z-K5giIY

Anónimo dijo...

el angelito del 11 es peruano

http://www.youtube.com/watch?v=EKXzkDHU7Pg

eliana otta dijo...

Esta discusión ha estado tan deliciosa de leer, que yéndome por las ramas y sin aportar un ápice a lo comentado, sólo puedo decir que me ha emocionado mucho ver lo desgarradoramente sinceros y apasionados que se han puesto al hablar de crítica y curaduría.
Miguel Z. deberías considerar hacer una muestra o perfo a partir de la intensidad confesional de tu primer comment, y lo digo en serio.
Max, el sketch está magistral.
Y coincido con Vanessa en que las visiones no son tan opuestas como podrían parecer, en el sentido en que cada uno está defendiendo lo que le conmueve, sorprendentemente partiendo del terreno de la sensación, aún hablando del minimalismo "(aun no puedo dejar de ver una forma geométrica pura de color en el espacio sin sentirme conmovido)".
Así que solo les pediría a los jóvenes curadores mantener la sinceridad y emoción, tratando de evitar perderse en especificidades que excluyan la posibilidad de mantener la apertura de mirada y ser celosos tanto ante el bombardeo de imágenes y espectacularización de la "boyante" escena local como ante una especialización excesiva que pueda alejarlos de lo diferente.
Y con gusto cambiaría de sitio una pared institucional (que buena es esa chamba!) al ritmo de María Daniela con ustedes...