martes, noviembre 06, 2007

Pensando en voz alta 1 (de mi insatisfacción generacional)

"–Y correr riesgos...
–Desgraciadamente, tal y como se entiende hoy la producción cultural, comprometerse es un trabajo hercúleo. El sistema consigue liquidar el valor de nuestra acción cultural y política (si es que son cosas distintas), de nuestro compromiso. "
(respuesta de Pep Agut a entrevista de David G. Torres)


Muy significativo lo que acabas de colgar en el post anterior, querido Raimond. A Pep Agut le preguntan sobre 'correr riesgos', y él constata lo que a todas luces es -espero- evidente: que el sistema logra liquidar nuestro compromiso. La pregunta, sin embargo, quisiera desplazarla hacia algún punto, incierto aún para mí: ¿dónde está nuestro compromiso?

Correr riesgos es justamente lo que siento no pasa, y desde hace rato. Es una constatación triste, complicada y llena de contradicciones internas. Yo, francamente, no se donde está nuestro compromiso. E incluso creo que para ciertos consensos ya no hace falta seguir articulando 'compromiso' y 'arte' en una misma oración.

Resulta complicado para mí decirlo porque hurgo en la contradicción de mi trabajo diario. Es decir, en llevar un trabajo de dirección y curaduría desde las Salas de Miraflores, pero sabiendo muy en el fondo que es muy improbable que lo más interesante pase justamente allí. Yo espero que lo más interesante sea capaz de escapar de allí. Lo espero como el anhelo tonto y utópico que siempre me acompaña, y que aún cree que el espacio de conflicto del arte no está en las salas de exhibición sino fuera de ellas. Es decir, acaso la única certeza personal que me permite seguir caminando en esta senda es aquella que me insiste en que el arte debe ser, hoy más que nunca, un espacio de conflicto.

Qué triste sentir también que todos tienen sus ojos en esas salas por cualquier otra razón, y casi nunca por la necesidad de plantear preguntas pertinentes, apuntar a la posibilidad crítica de su desmontaje o a la confrontación con el espacio y lo que representa. Todos quieren ser exhibidos pero casi ninguno quiere pensar. Pero en fin, no me molesta tal vez tanto de generaciones ya mayores a la mía, pero lo que sí francamente me incomoda tiene que ver con el poco diálogo generacional que encuentro día a día en este mismo aspecto. Siento que todos están esperando armar su rentable negocio pero nunca reflexionar en lo implica haber ya renunciado al arte como un campo de disentimiento.

En un momento como el presente donde el MALI Contemporáneo está creciendo interna y externamente, donde el MAC-Lima está en vías de consolidarse, e incluso donde Micromuseo ya tiene una red de intercambios latinoamericanos articulados, en este momento donde todo parece abrirse hacia la nueva supercarretera de lo internacional y parece ser posible pensar en una institucionalidad real, siento que se hace también cada vez más patente un nuevo y más conformista modelo del artista ‘exitoso’. Un modelo incorporado incluso ya de arranque en lo más jóvenes, quienes vienen con el chip instalado de antemano: su termómetro personal del triunfo, medido en términos de curadores y subastas. Un modelo muy complicado de impugnar al actual ritmo que vamos.

Me queda claro que pocos son los que están planteando preguntas críticas en esta escena, y más pocos aún los que todavía tienen ganas de hacerlo. No debería molestarme tanto pero me produce mucha tristeza generacional tener veintitantos años y sentir que casi nadie tiene ganas de luchar por nada en este campo, o constatar que un común criterio expositivo sigue siendo la comodidad del fondo blanco en relación a la productividad de las compras en sala.

Todo ello viene vinculado a la falacia absurda de seguir pensando que tenemos una escena en crecimiento por la aparente ‘exportación’ de estos capitales locales o su visibilidad internacional, antes que por la configuración y localización de problemas y puntos críticos de discusión necesaria en la esfera pública. El arte está siendo reducido a su convencionalidad máxima.

Jorge Villacorta me decía hace varios años que para él, ser curador, se trataba principalmente de tener sueños e ilusiones, y yo creo haberlo entendido a mi manera: para mi se trata de fantasear con que el arte es efectivamente uno de los últimos espacios de resistencia de un mundo que se está yendo de a pocos a la mierda, y acaso su posibilidad última de revelar y contestar al inadmisible y ridículo consenso que nos envuelve cotidianamente. Fantasía que yo quisiera no sentir tan lejana pero que la veo en mis contemporáneos más alejada que nunca. Quisiera seguir pensando en que el arte debería ser un lugar para hacer la diferencia, o como diría mi buena y siempre combativa amiga Suely Rolnik: instaurar posibles.

11 comentarios:

alan poma dijo...

HEY miguel!! Que bueno el post este!
Pues a veces yo pienso que "el arte" se fue a la mierda con el mundo hace un buen rato... y a veces pienso que no.... pero cuando pienso que no no es porque este "resistiendo" sino porque esta creando "posibilidades" y a veces no tiene que ver con la palabra "arte".
un abrazo desde aqui......... nos vemos pronto

Max dijo...

Muy bonito post, Miguel. Aunque en varios sentidos estoy de acuerdo con lo que describes (si bien hace algún tiempo que no piso Lima), tengo objeciones a tu argumentación. El que decretes al arte como: “uno de los últimos espacios de resistencia de un mundo que se está yendo de a pocos a la mierda, y acaso su posibilidad última de revelar y contestar al inadmisible y ridículo consenso que nos envuelve cotidianamente” (énfasis mío) hace eco de la lógica confrontacional propia del vanguardismo de principios del SXX. (De hecho, en tu texto hay un cierto tono apocalíptico que lo sitúa en una órbita conservadora). En ese sentido no me parece casual que tú mismo enfatices que crees que el arte “debería ser un lugar para hacer la diferencia” (y aquí te alejas de Rolnik), porque dicho reclamo, dada su naturaleza, devela sus anclajes modernistas. Y el asunto es que, desde mi perspectiva, el arte no debería nada (ni eso mismo). A lo sumo, si es que puede decirse tanto, al arte le basta con ser.
Un abrazo.

Miguel López dijo...

Totalmente de acuerdo Max, incluso te diría que soy plenamente conciente de sus anclajes cuasi modernistas al momento de escribirlo -algo deliberado en verdad-. Y estoy de acuerdo en que al arte le basta con solamente ser, no estoy para ponerle atadura alguna. La contradictoria intransigencia que adviertes viene más bien por cierta desazón personal cuando siento que ese ser es aquí generado casi por default.

Tampoco me creo el tono apocalíptico, pero sí pienso que uno debería intentar mantener un mínimo de compromiso por desapegarse de cierta complacencia, hoy por hoy bastante evidente.

Creo que lo que me molesta en el fondo es tanto apatía, y la poca presencia de personas que tengan la intención de hacer algún pequeño desbalance. Y, al margen de mi argumento inicial deliberadamente cuestionable, creo que cuando me refería a que el arte debería ser un lugar para hacer la diferencia -yo le cambio ahora el énfasis-, no intentaba anclarlo a nada específico, sino dejar abierta la posibilidad de ser lo que quiera pero siempre en relación a algo.

Y quizá allí podría radicar justamente esa 'diferencia' aludida. Porque ser en relación a algo implica, ante todo, la exigencia de pensarse a sí mismo: ser plenamente conciente de tu ubicación en tanto sujeto y enunciado, de tu lugar en el proceso de comunicación e intercambio, de los canales antes que de las representaciones.

Finalmente creo que el arte se trata menos de objetos y más de las relaciones que éstos generan en la realidad misma.

Y es cierto, el arte no debe nada, reitero, pero yo quisiera verlo localmente -aunque sea por más instantes- con un poco más de ganas de generar conflictos, y no con ese tono tan diluído y ensimismado que lo lleva últimamente a buscar el mejor clavo en la pared o el más bonito pedestal para su descanso.

Max dijo...

La manera en que lo pones es realmente gráfica en cuanto a la situación que describes (y quizás desconsoladora): “buscar el mejor clavo en la pared o el más bonito pedestal para su descanso.” En ese sentido, cabría distinguir entre los anclajes modernistas (que todos tenemos, en diferentes formas) de tipo discursivo y aquellos materiales y literales anclajes (clavos y pedestal). Anclajes que, a su vez, dejan en claro el encadenamiento (ideológico y estético) a la lógica de medios tan típico de Lima.
Un abrazo.

Anónimo dijo...

A MI TAMBIEN
No debería molestarme tanto pero me produce mucha tristeza generacional tener veintitantos años y sentir que casi nadie tiene ganas de luchar por nada en este campo, o constatar que un común criterio expositivo sigue siendo la comodidad del fondo blanco en relación a la productividad de las compras en sala.

Anónimo dijo...

Aló Miguel!

Comparto algo de la inquietud de fondo de tu post pero disiento de muchas otras cosas y me parece que se puede crear un buen diálogo si hago pública esas discrepancias.

Para empezar me parece que anclar tu desazón en lo generacional a estas alturas de la vida es contraproducente y erróneo. Pienso que las generaciones no existen, que son inventos útiles para algunas cosas pero que asociadas a la angustia y a “lo joven” hoy en día quedan más cerca de Sagafalabela y la Coca-Cola que de ser una variable que ayude cuando se intenta analizar el contexto en profundidad. Lo generacional ahí y en general estorba más que aporta.

Así mismo me pregunto si la clave “personal” en que está enunciada tu serie de apreciaciones no le acaba de restar toda la garra a la insatisfacción y a la tristeza. Me parece que del 77 a esta parte, lo “personal” ha ido perdiendo progresivamente oportunidad, pertinencia y potencia. Cada vez tiene menos de político y más de pornográfico y al actual panorama web me remito donde lo personal está más cerca del onanismo narcisista que cualquier otra cosa más filuda.

No veo clara la denominación de arte como espacio de conflicto si no hay asociada a esta denominación un posicionamiento político claro. Pero claro tener por hoy en el ámbito artístico un posicionamiento político claro se ha vuelto una tarea complicada pues lo político se ha convertido en algo tan devaluado como lo generacional. Y a las mil y una exposiciones, catálogos, palabras de comisarios y declaraciones de artistas me remito –y en algunos casos me incluyo-. ¿No es el continuado recurso a “lo político” desde el campo del arte hoy en día la constatación de que la posibilidad de un accionar político están más que desactivadas y están más cercanas al mercadeo que a reales posibilidades de transformación social?

¿Sirve el arte para -y te cito- revelar y contestar al inadmisible y ridículo consenso que nos envuelve cotidianamente cuando a nivel personal y cotidiano no tomamos partido ante problemas vecinales, municipales y ya no digamos nacionales? Y a la vez y sin que sea contradictorio ¿No es, opuestamente a lo que dices, que donde si hay algo para hacer es precisamente en tu trabajo en las Salas de Miraflores?

Hoy por hoy en la escena limeña me parece que si alguien se acerca a un planteamiento cuestionador –y reitero lo de se acerca- son El Colectivo pues de alguna manera se posicionan frente al mercado y oponen lo colectivo a lo individual. Pero el nivel de ingenuidad, de confusión y de falta de práctica en relación a la política les resta agilidad y eficacia y los pone más cerca de Manu Chao que de Tucumán Arde, para entendernos. ¿No es un poco iluso pretender cambiar las cosas cuando la mayor parte de tu bagaje te lo ha dado la ENSBA?
Como cuando El Codo frente al ataque de sus profesores a su chamba reivindicaba el graffitti con los mismos criterios formalistas y tradicionales por los que se rigen esos profesores. Y si he de reivindicar una posición y un accionar políticos me remito a todo lo relacionado con el asesinato de Sergio Guarisco en Chaclacayo por defender un árbol. Dónde para más ira Buntinx y los vecinos que apoyaron a Guarisco han pasado de acusadores a enjuiciados y los asesinos siguen tan campantes.

¿En este marco de cosas no es esta desazón –la tuya, la mia, la nuestra- una desazón impostada? ¿No deberíamos nosotros como artistas pitucos, mediopitucos o altoclasemedieros encontrar nuestras verdaderas desazones y ver como se pueden conectar con otras desazones algunas de ellas mucho más honesta y claramente formuladas? ¿No esa posición pituca nuestra diferencia? ¿En general no rehuimos más que buscamos el conflicto? ¿Amén de otras cosas positivas que si se han dado no hemos desaprovechado ese potencial “crítico y conflictivo” en La Culpable estos últimos meses? ¿No están claros nuestros compromisos, los menos vistosos y elevados?

O como apuntan otros comentarios ¿no será que el arte no sirve para eso y toca estar en otra nota? ¿no será que el arte no tiene porqué ser eso?

Para acabar y con toda la joda y la buena onda del mundo… citas a Villacorta y a Rolnik pero suenas más cerca de Richard Clayderman, lo cual es un desperdicio pudiendo ser Anibal Lecter.

Afectuosamente

Raimond Chaves

Ps

Más sobre Guarisco:

http://independientes.zoomblog.com/archivo/2006/07/16/don-Sergio-Guarisco-Heroe-Ecologico-De.html

Lamento el desorden y algunas incoherencias pero a las carreras no doy para escribir más claro y fluido.

En otro texto estoy dándole vueltas al mismo tipo de asuntos de la escena local que tratas. MAC, MALI, etc. con los que comparto algunos argumentos. Espero no demorarme.

Miguel López dijo...

Alo Rai! oye ese comment tan bueno deberías ponerlo como post, pensando justamente en el debate.
qué te parece?

Max dijo...

Qué maravilla que haya un poco de “conflicto” (lease discusión). Tengo algunas dudas sobre lo que Raimond indica: ¿Es posible juzgar las desazones en términos de “honestidad”? ¿No sería más pertinente juzgarlas, precisamente, sobre la base de su pertinencia? (Y aquí aparece el problema de cómo establecer un ranking de lo pertinente; tema pendiente). Más allá de ello, creo que la misma crítica que Raimond hace a la desgastada noción de lo “generacional” es aplicable a la tan o más gastada noción de clase (“pitucos, mediopitucos o altoclasemedieros”). Por ello, cabe preguntar si tiene sentido posicionar nuestro discurso artístico sobre la matriz de, si no una lucha, un conflicto de clases. En tal medida, dicha forma de “politizar” las posiciones si bien no está cercana al mercadeo (es demasiado passé para ser vendible), tampoco se acerca a las “reales posibilidades de transformación social”.

Coincido plenamente con lo del subtexto romántico de tu post (planteado de un modo Lecteriano por parte de Raimond en su referencia a Clayderman). Discrepo en cambio, sobre la inutilidad de lo personal. Creo que no se debe abdicar “lo personal” aunque puede haber sido “pornografizado” en gran medida al ser co-optado por el espectáculo. De hecho, me resulta difícil entender una articulación política que no parta de lo personal e incluso de lo íntimo.

Finalmente, si de compromisos hay que hablar (aunque no es un término que me atraiga en particular), creo que las posibilidades existen en el presente, por ello concuerdo con Raimond en que, desde tu posición privilegiada, Miguel, es fundamental emprender ese “algo para hacer” precisamente desde las Salas de Miraflores (no digo que no lo hagas, pero pareciese que planteas lo contrario).
Muchos saludos a los dos.

xxx dijo...

Miguel, rai: gracias por hacerme pensar.

estaba releyendo mi abandonado blog de socio y me encontré esto:

El hecho fundamental de la vida moderna tal como la experimenta Marx, es que esta es radicalmente contradictoria en su base: capaz de todo menos de proporcionar estabilidad y solidez. Lo distintivo de la voz de Marx y Nietzsche es sus cambios rápidos y drásticos, su disposición de volverse contra sí misma, a cuestionarse y negar todo lo que se ha dicho, a transformarse en una amplia gama de voces armónicas o disonantes y a estirarse, más allá de sus capacidades. A diferencia de ellos, que creían que los individuos modernos tenían la capacidad para comprender su destino, y tras haberlo comprendido luchar contra él; los críticos de la modernidad del siglo XX carecen casi por completo de esa empatía y esa fe en los hombres y mujeres contemporáneos. El hombre moderno como sujeto –como ser vivo capaz de respuesta, juicio y acción en y sobre el mundo- ha desaparecido.


te gustaría leer ese libraco también.

Anónimo dijo...

MMMMM

PARA HA CER ARTE "CUSTIONADOR" TRANSGRESOR" VANGUARDISTA" TIENE QUE TENER POSTURAS POLITICAS DE IZQUIERDAS, CUANTO MAS EXTREMISTAS MAS MEJOR?

ESO SI, LAS COMPARACIONES MUSICALES ESTAN PRECISAS

Anónimo dijo...

Apreciados contertulios:

Vamos por partes. Si, Max, la pertinencia -variable en función de un espacio-tiempo y actores concretos- es más pertinente, valga la redundancia, que la honestidad un valor que se supone funciona mejor en términos absolutos y por lo tanto poco terrenales. De todas maneras ésta sigue teniendo su jale, sobre todo cuando sientes que no te dan gato por liebre.

Respecto a las nociones de clase… No es algo que utilice habitualmente, -normalmente me olvido que soy pituco (je!)- y tampoco juzgo a nadie en base a esos criterios. Recurrí a esos términos por varias razones , en primer lugar he constatado en varios foros electrónicos limeños el uso normalmente de manera despectiva contra pitucos y clasemedieros de esa terminología. Quise ver que pasa si uno se asume como aquel o aquello que los otros dicen que uno es. Pituco soy y no me compadezcas. (je!)

También asumí esa definición de manera explícita en un contexto en el que por lo general casi todo el mundo rehuye definirse y/o pronunciarse de manera clara frente a asuntos concretos. También me pareció pertinente asumir esa terminología porque la escena del arte en la que nos movemos, (que no el Arte), como la del golf, la de la equitación y la del caballo de paso es una escena burguesa por más veleidades de transformación social que se arrogue.

En mi barrio (en Chorrillos), sin ir más lejos, para muchos la pertenencia o no a una clase si tiene importancia pues de ella depende una buena, mala o ninguna educación, acceso o no acceso a una buena sanidad pública y demás. Las nociones de clase estarán gastadas y su politización passé pero para muchos la ubicación social implica diferencias determinantes.

Respecto a tu pregunta sobre “si tiene sentido posicionar nuestro discurso artístico sobre la matriz de, si no una lucha, un conflicto de clases”, pues no, no creo y a las razones de uso de esos términos más arriba expuestas me remito. Y a la voluntad de conexión con otras desazones también me remito. Pero si pienso que tiene mucho menos sentido y es más perverso el uso y abuso que de “lo político” se viene haciendo en el mundo del arte en los últimos años.

Respecto a lo personal…

Si lo personal funciona a modo de pértiga y te permite brincar a otro lado fenómeno. Para ejemplo el primer y último post hasta la fecha de Eliana en este mismo blog.

Para pornografizado…

No creo que para hacer arte con esas premisas se tengan que tener posturas de extrema izquierda. Y buen pudiera ser que hoy en día para hacer un arte cuestionador, transgresor y vanguardista sea pertinente precisamente lo contrario esto es no ser cuestionador, transgresor ni vanguardista. Es decir no creerse ese cuento. Pudiera ser.

En mi anterior comentario quise relacionar arte / posicionamiento político / crisis de los modelos conocidos de compromiso político, antes que decir qué es o no es arte político o cómo se hace o se deshace ese arte. No se si salí muy bien parado.

El escritor francés Louis Ferdinad Celine fue a su manera cuestionador, transgresor y vanguardista siendo a la vez fascista, antisemita y filonazi; lo considero tan buen escritor, que a pesar de sus ideas lo recomiendo a la que puedo.

En Lima y saliéndonos del ámbito del arte para entrar en el de lo público –donde se juntan lo íntimo y lo político-, algo cuestionador, transgresor y vanguardista y que está por hacerse es algo tan sencillo como que los autos cedan el paso a los peatones en los cruces de calles. Y eso no es extrema izquierda sino que queda algo más cerca de todos.

Saludos dialogantes

Raimond