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La variopinta carga de Micromuseo ("Al fondo hay sitio") evidencia nuestro arte más contemporáneo. Gustavo Buntinx es el comisario de la muestra compuesta por 25 obras
MADRID. "Lo impuro y lo contaminado. Pulsiones (neo) barrocas en la ruta de Micromuseo ('al fondo hay sitio')" es el título de la exposición que, bajo la curaduría de Gustavo Buntinx, representa al Perú en la Cuarta Bienal de Valencia, Encuentro entre Dos Mares, que se inauguró el 28 de marzo en esa ciudad española. "Por extraño que parezca --señalan los organizadores-- Lima, capital del Perú, no cuenta en su trazado urbano con un museo de arte moderno. Más extraño resultaría, no obstante, que entre ocho millones de habitantes nadie emprendiera un proyecto para dotar a la ciudad de un espacio de arte vanguardista. El paladín de esta causa cultural perdida se llama Gustavo Buntinx, creador del Micromuseo del Perú junto con su esposa Susana Torres, hace aproximadamente una década".
"Cuando hablamos de micromuseo, más de uno puede pensar instintivamente en el escaso tamaño de las piezas o en lo reducido del fondo expositivo, pero ninguno de estos pensamientos se acerca a la realidad de 'Micromuseo', donde Buntinx, inspirado por los autobuses patrios --denominados micros--, hace suya la filosofía de los conductores de dichos vehículos, que por más repleto que lleven el ómnibus siempre animan a sus clientes a subir al grito de: ¡al fondo hay sitio!", indican los responsables de la muestra.
CINCUENTA PIEZAS
La original idea de Buntinx, que se denomina a sí mismo chofer de este particular microbús-museo, ha merecido el elogio de los patrocinadores de esta macromuestra experimental que, hasta el próximo 17 de junio, se puede apreciar en diversas salas de la Comunidad de Valencia. "Micromuseo", formada por más de 50 piezas, es una exhibición emplazada en la sala La Gallera de Sagunto, pueblo costero de esta región.
Veinticinco son los artífices, como prefiere llamar Buntinx a los autores: Álex Ángeles, Christian Bendayán, Patricia Bueno, Jaime Higa, Inkari (Fredy Ortega), Carlos Lamas, Lu.Cu.Ma. (Luis Cueva Manchego), Alfredo Márquez, Manuel Moncloa, Cecilia Noriega Bozovich, Ronald Pacheco Venero (artífice popular cusqueño), Antonio Pareja, Ramos (artífice popular ayacuchano, sin más datos disponibles), Carmen Reátegui, Jesús Ruiz Durand, Carlos Runcie Tanaka, Javier Silva Meinel, Elena Tejada, Eduardo Tokeshi, Óscar Torres (artífice popular norteño), Jorge Torres Serna, Ángel Valdez, Marcel Velaochaga, Mariela Cevallos, (E.P.S. Huayco), además de anónimos populares. La mayor parte de las obras son pinturas (un 80%). También hay alguna pieza escultórica. La temática se basa en todo lo inabarcable de la iconografía peruana, desde las manifestaciones de las culturas precolombinas pasando por el pasado colonial del país, las imágenes religiosas y el arte callejero de la Lima actual con toda su carga sensual, en todo el sentido de la palabra.
En conversación con El Comercio, Buntinx señaló que en esta exposición se encuentra la posmodernidad popular peruana representada, por ejemplo, en la pintura selvática de Lu.Cu.Ma., las revelaciones y poéticas apocalípticas y el arte contemporáneo inspirado en las imágenes sacras de la Colonia y el mundo precolombino.
En La Gallera se recoge una serie de imágenes y objetos de valor histórico y artístico, desde las fotografías más crudas de un régimen (el de Fujimori) desbordado hasta los helicópteros hechos con huesos que los indígenas de los poblados peruanos representaban emulando los aparatos aéreos que les sobrevolaban ruidosamente sin entender cómo habían llegado hasta allí esas máquinas infernales y qué pretendían hacer. En resumen, todo un mundo por descubrir desde el marginado prisma de los circuitos artísticos alternativos.
Se trata, en palabras de Buntinx, de una "musealidad promiscua", en que las obras artísticas coexisten con productos masivos u objetos reciclados, además de notables ejemplos de la múltiple creatividad popular, según los organizadores.
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