lunes, enero 29, 2007

Algunas notas + exposición de fotografía alemana

Olvidé comentar que ayer en el Suplemento Dominical del diario El Comercio aparecieron varias notas interesantes. Jorge Paredes escribe un texto titulado Sociedad: A 10 años del boom, que aborda los blogs y como éstos se han convertido rápidamente en vehículos de intercambio de información y reflexión sobre temas que pueden ir de lo extremadamente específico a lo general. Digamos que el tema es súper pertinente en tiempos actuales, sobre todo advertir como ello ha transformado radicalmente nuestra manera de consumir y hacer circular las ideas. Paredes escribe a raíz del aniversario de los 10 primeros años de la existencia del blog (señala el blog de Dave Winer como el primero en 1997) y hace mención a varios espacios virtuales de origen local entre los cuales incluye generosamente a este blog junto a otros como Puente Aéreo, Cucharas Bravas, Luz de limbo, La Nuez, Moleskine Literario, Slayer X, blog.c3, además de recoger opiniones y testimonios de Carlos Wertheman y José Aburto, entre otros. Por otro lado Sergio Llerena desarrolla sobre el ciclo Cine Expandido: Vigencia del cine experimental que el crítico Ricardo Bedoya ha iniciado en el Centro Fundación Teléfonica (el cual me parece un imprescindible, por cierto), y el escritor Fernando Ampuero ensaya varias ideas sobre la obra de José Tola.

Pero el artículo que más me jaló el ojo fue el que dedica Diego Otero a la actual exposición de fotografía alemana Más de lo que los ojos pueden ver, que se viene presentando desde la semana pasada notablemente en el Museo de Arte de Lima. Entusiasmo doble el mío ya que espero con ansias visitar el día de mañana la exposición. Copio íntegro el texto de Otero como una aproximación primera sobre la muestra. Imposible perdérsela!!!
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Fotografía: La fiesta inmóvil
Por Diego Otero


Fotografía alemana contemporánea. Más de lo que los ojos pueden ver es el título de la imprescindible muestra que se presenta en el Mali, y que va hasta el 20 de marzo. Se trata de más de 200 obras de varios de los más importantes fotógrafos que existen hoy en el mundo.


Desde mediados del siglo XX, acaso como una forma de fijar la memoria luego de la guerra, pero también de ofrecerle a un país fragmentado una serie de símbolos de identidad, Alemania empezó a desarrollar una fotografía muy compleja, sugestiva, de gran calidad. Ahí, como punto de partida, están Hilla y Bernd Becher, la pareja que empezó a trabajar en conjunto en 1961 y que sorprendió a la crítica con sus series de grandes y obsoletas maquinarias captadas en condiciones formales y técnicas idénticas. Tomas rígidas, desdramatizadas, y motivos inanimados: un radical (solo en apariencia) distanciamiento de la subjetividad. Con sus magníficas series, que son hieráticos registros del legado de la industria, los Becher develan relaciones sutiles, sorprendentes, entre el hombre contemporáneo y los desechos de su cultura; entre el habitante de la ciudad y la arqueología de su presente.

Los Becher, luego, hicieron escuela, literalmente. Dictaron cátedra en la Escuela de Düsseldorf y generaron una forma -taxonómica, digamos- de acercarse al suceso fotográfico. Y hoy sus mejores alumnos, entre los que se cuentan nombres como Andreas Gursky, Thomas Ruff o Thomas Struth -las puntas de lanza de la fotografía alemana, verdaderos clásicos contemporáneos-, han desplegado obras muy poderosas, que llevan a otros terrenos la mirada "cientificista" de los Becher.

Struth, por ejemplo, que es un artista crucial, fotografía las calles en grandes formatos, pero sus imágenes indagan en lo huidizo, lo ordinario, lo real. Ajeno a cualquier intento de espectacularización, Struth se sumerge en los espacios físicos del mismo modo en que un retratista lo haría en las particularidades de un rostro: capturando el carácter irreductible y el pulso emocional de los ambientes que el hombre habita.

Pero todo eso es solo una parte de lo que ofrece Más de lo que los ojos pueden ver. También está el trabajo de artistas que han recurrido a la foto como un complemento simbólico o un contrapunto crítico. Son los casos de Sigmar Polke o Gerhard Richter, ambos estupendos pintores. También el caso singular de Win Wenders, el cineasta de Paris, Texas y Las alas del deseo, autor de una fotografía en formato extendido, que vibra como el eco del cinerama u algún otro sistema de filmación. Y los fotógrafos de culto, notables en su especificidad, como Astrid Klein, Hermann Pitz o Jurgen Klauke; y los más jóvenes, que aún no llegan a los 35 años -Sandra Meisel, Delia Séller- y sin embargo lucen una producción solvente, rigurosa, de múltiples connotaciones.

LA COLECCIÓN
Pero, ¿de dónde sale toda esta gama de vertientes, rumbos y posibilidades? La fuente que ha alimentado a la exposición Más de lo que los ojos pueden ver es la colección de arte del Deutsche Bank, que se inició a fines de los setenta y que hoy cuenta con un aproximado de cincuenta mil obras, desperdigadas en varias de las novecientas sucursales que el banco posee alrededor del planeta. "La idea de la colección, desde que nació, fue ofrecer arte a los empleados, visitantes y clientes de la empresa", nos explica Friedhelm Hütte, el curador. "No se quería un par de pinturas enormes en el lobby de las sucursales más importantes. Se quería apoyar el arte contemporáneo, y promover el entendimiento cultural internacional y el intercambio de ideas". Hoy, la del Deutsche Bank acaso sea la colección empresarial de arte contemporáneo más grande del mundo.

LOS GRANDES FORMATOS, LAS SERIES
Para no perder el foco en un proyecto de la magnitud de Más de lo que los ojos pueden ver, Hütte decidió trabajar a partir de dos ejes: la serie, que es un clásico del quehacer fotográfico contemporáneo, y el gran formato, que existe gracias a las nuevas tecnologías. Y he ahí también la clave para entender el título de la muestra. Las series ofrecen vasos comunicantes, contradicciones de sentido, complementos, narraciones, hechos que escapan a la vista, del mismo modo en que escaparían los detalles que los grandes formatos detienen e inmovilizan: en una asombrosa foto de Andreas Gursky, que ofrece una vista aérea de la Bolsa de Tokio, uno tiene la sensación de poder abarcar y habitar un espacio mucho más amplio que el del limitado punto de vista humano; uno puede constatar cómo se quiebran los habituales modos de percepción.

Pero Hütte no solo ha querido abarcar las posibilidades de esos dos ejes formales. Su interés está, también, en mostrar, si cabe, todas las tendencias expresivas y temáticas que la fotografía alemana ha trabajado en los últimos treinta o cuarenta años. Ahí están las fotos de Dieter Appelt, que son registros de acciones, o las de Jürgen Klauke, que son, más bien, simulaciones de performances, y que, en gesto paródico pero también lírico, pueden llevar el documento al límite de lo fantástico. Los personajes de trajes oscuros, con sombreros y bastones, son retratados en situaciones insólitas, encerrados en el estudio, como si la calle fuera un sueño y la realidad solo existiera al interior opresivo del encuadre fotográfico.

También está la fotografía que es un estudio del color y las vibraciones cromáticas (Sandra Meisel); la intervención digital sobre la imagen (Jörg Spamer); las vueltas de tuerca en los retratos de gran formato (Thomas Ruff); las aproximaciones a los paisajes o a los espacios públicos desde un ordenamiento conceptual, crítico (Jochen Gerz, Candida Höfer); las epifanías paisajísticas (Timm Ullrichs) o las puestas en escena del fotógrafo como taumaturgo (Martin Liebscher), entre otras cosas. En suma, una exposición imprescindible, que seguramente estará entre las dos o tres más importantes del año.


[imagen 1: Martin Liebscher, Mesa redonda, 2005 / imagen 2: Dieter Rehm, ONU, 1989-2004]

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