Reproduzco en el post anterior el artículo -publicado en la revista Arte Marcial- de la historiadora Gabriela Germaná sobre la exposición La persistencia de lo efímero, que curamos hace pocos meses en el Centro Cultural de España. Lo posteo para agradecer el hecho de escribir sobre la exposición, aprovechar para comentar algunas de sus ideas y enmender un par de pequeños errores -comprensibles dado que obras prácticamente no vistas en los últimos 30 años-.
En cuanto a los errores cabe aclarar que los "muñecotes tremebundos" son de Gloria Gómez-Sánchez y no de Luis Arias Vera. En relación a Autorretrato (1972) la reconstrucción parcial de algunos elementos faltantes de la instalación se realizó el año pasado y no este, el 9 de junio de 2006, a 34 años exactos de su realización original -era muy importante para nosotros mantener cierta coherencia conceptual y realizarlo el mismo dia y mes de su producción originaria-. Y una última correción sería decir que la obra conceptual de Gloria Gómez-Sánchez de 1970 no tiene título, y que la frase 'El espacio de esta exposición es el de tu mente, haz de tu vida la obra' es el cartel que ella colgó en la Galería Cultura y Libertad junto con las paredes blancas completamente desnudas.
Me parece significativo que Teresa Burga haya sido uno de los puntos de mayor interés para Germaná -y para muchas otras personas que han tenido la amabilidad de comentar al respecto-. Definitivamente el trabajo de Burga, absolutamente olvidado e ignorado en las últimas décadas, marca una aproximación local inusual al conceptualismo desde un espíritu casi científico y racional, con diálogos con la ingeniería, la matemática y la arquitectura. Burga privilegia el levantamiento sistemático de datos como una manera de interrogar los sistemas tradicionales de lectura e interpretación, tan dentro como fuera de la práctica artística. Muchos de sus proyectos iniciales beben tanto del horizonte del conceptualismo linguístico norteamericano -Kosuth, Barry,Wiener- con quienes tuvo contacto directo e indirecto durante sus años de estudio en EEUU desde 1968, y así también de una reflexión sobre la representación de la mujer dentro de un marco social ampliado -desde su ambientación en 1967 o por ejemplo la pieza conceptual Perfil de la mujer peruana de 1981-. Y de hecho Burga conecta de un modo particular la escena de los sesentas y de los ochentas, lo cual no ha quedado del todo evidente en esta oportunidad dado que esta primera exposición tenía como objetivo principal hacer visible una cantidad de experiencias relegadas por la historia del arte reciente, para luego ya entrar a hacer interpretaciones más complejas y específicas. (Aprovecho incluso para adelantar que Emilio y yo estamos trabajando en una exposición retrospectiva sobre Teresa Burga, para mediados del próximo año, que definitivamente permitirá encender estos debates).
Para mí siempre ha resultado indicativo ver que figuras han sobrevivido como grandes presencias de la plástica local, ya que ello marca de modo directo el sesgo con el cual se ha mirado y escrito la práctica visual. Que la pintora abstracta Julia Navarrete -que es prácticamente de la misma generación que Teresa Burga- sea el referente plástico de aquella generación dice mucho, demasiado, sobre la ausencia de un horizonte crítico desde el arte. No es gratuito tampoco que la Facultad de Arte de la Universidad Católica siga relegando al pensamiento al último peldaño dentro de una educación ¿artística? que se sigue revelando como solipsista y lamentablemente endogámica.
Hacer esta exposición implicaba de algún modo poder inscribir otras coordenadas que excedieran a la abstracción, al expresionismo o al surrealismo pictórico tan visto de aquellos años. Coordenadas que tengan una semilla reflexiva sobre el ejercicio mismo del arte, que sean capaces de extender e invisibilizar sus soportes, de ampliar sus significados, y de fundir, aunque sea por unos pocos instantes, el ámbito del arte a la vida misma. Que permitan cuestionar, indagar, interrogar, irrupir, como base fundamental de toda creación. Y una cosa que yo quisiera creer que permite esta exposición es una puesta en cuestión del modo en el cual se ha escrito la historia del arte peruano, hacer evidente sus omisiones, sus ausencias, y qué implica todo ello.
La pregunta final de Germaná sobre las maneras adecuadas de presentar cada obra sigue latente, y ella fue definitivamente la tarea más complicada a nivel curatorial -y que motivó que Emilio y yo tuvieramos largas y extensas discusiones-. La opción de optar por una reconstrucción y/o por simplemente el registro tenía que ver con la capacidad que nosotros advertíamos para devolverle, en uno u otro caso, la mayor cantidad de su sentido crítico inicial. El peligro era siempre despojar involuntariamente esa cualidad conflictiva original desde la cual se insertaron en su contexto. ¿Cómo reinscribir entonces estas prácticas desmaterializadas sin traiciar su condición radicalmente efímera? E incluso más profundamente, ¿por qué habría de ser recuperado tal experiencia en relación a aquella otra?
Por otro lado, el acompañamiento textual tenía el claro compromiso de no desprender aquellas imágenes de la circulación interpretativa de la investigación. Y es que las imágenes -y a veces ni siquiera los objetos- son suficientes para entender la potencidad y densidad disruptiva de cada experiencia. Piénsese en la Fuente de Duchamp: ¿acaso en las reproducciones autorizadas recientes logran inscribir de modo cabal el asalto que significó su aparición primera en 1917 en la exposición de la Sociedad de Artistas Independientes, de la cual fue rechazada? Ello implica siempre una negociación con el significado y lo que se pierde y se gana con cada elección.
Digamos entonces que una de las primeras cosas que intentamos evitar es la fetichización gratuita de elementos que minen y horaden su drástica emergencia política. No obstante, las decisiones sobre reconstruir o recuperar determinadas piezas tiene también el carácter de la pertinencia histórica y discursiva. Es decir, para tales exposiciones o momentos históricos parece más necesario poner determinados sentidos en juego. Lo importante para nosotros en esta oportunidad era identificar qué cosas pueden ser dichas, de qué manera y en qué contextos.
.........
[imagen 1: Vista de instalación Autorretrato [1972] de Teresa Burga / imagen 2: Obra sin título de Gloria Gómez-Sánchez [1970] / fotografías: Miguel López]
Algunas vistas de la exhibición pueden ser vistas aquí, aquí y aquí.
Otros artículos sobre la exposición pueden verse aquí, aquí, aquí y aquí.
En cuanto a los errores cabe aclarar que los "muñecotes tremebundos" son de Gloria Gómez-Sánchez y no de Luis Arias Vera. En relación a Autorretrato (1972) la reconstrucción parcial de algunos elementos faltantes de la instalación se realizó el año pasado y no este, el 9 de junio de 2006, a 34 años exactos de su realización original -era muy importante para nosotros mantener cierta coherencia conceptual y realizarlo el mismo dia y mes de su producción originaria-. Y una última correción sería decir que la obra conceptual de Gloria Gómez-Sánchez de 1970 no tiene título, y que la frase 'El espacio de esta exposición es el de tu mente, haz de tu vida la obra' es el cartel que ella colgó en la Galería Cultura y Libertad junto con las paredes blancas completamente desnudas.
Me parece significativo que Teresa Burga haya sido uno de los puntos de mayor interés para Germaná -y para muchas otras personas que han tenido la amabilidad de comentar al respecto-. Definitivamente el trabajo de Burga, absolutamente olvidado e ignorado en las últimas décadas, marca una aproximación local inusual al conceptualismo desde un espíritu casi científico y racional, con diálogos con la ingeniería, la matemática y la arquitectura. Burga privilegia el levantamiento sistemático de datos como una manera de interrogar los sistemas tradicionales de lectura e interpretación, tan dentro como fuera de la práctica artística. Muchos de sus proyectos iniciales beben tanto del horizonte del conceptualismo linguístico norteamericano -Kosuth, Barry,Wiener- con quienes tuvo contacto directo e indirecto durante sus años de estudio en EEUU desde 1968, y así también de una reflexión sobre la representación de la mujer dentro de un marco social ampliado -desde su ambientación en 1967 o por ejemplo la pieza conceptual Perfil de la mujer peruana de 1981-. Y de hecho Burga conecta de un modo particular la escena de los sesentas y de los ochentas, lo cual no ha quedado del todo evidente en esta oportunidad dado que esta primera exposición tenía como objetivo principal hacer visible una cantidad de experiencias relegadas por la historia del arte reciente, para luego ya entrar a hacer interpretaciones más complejas y específicas. (Aprovecho incluso para adelantar que Emilio y yo estamos trabajando en una exposición retrospectiva sobre Teresa Burga, para mediados del próximo año, que definitivamente permitirá encender estos debates).
Para mí siempre ha resultado indicativo ver que figuras han sobrevivido como grandes presencias de la plástica local, ya que ello marca de modo directo el sesgo con el cual se ha mirado y escrito la práctica visual. Que la pintora abstracta Julia Navarrete -que es prácticamente de la misma generación que Teresa Burga- sea el referente plástico de aquella generación dice mucho, demasiado, sobre la ausencia de un horizonte crítico desde el arte. No es gratuito tampoco que la Facultad de Arte de la Universidad Católica siga relegando al pensamiento al último peldaño dentro de una educación ¿artística? que se sigue revelando como solipsista y lamentablemente endogámica.
Hacer esta exposición implicaba de algún modo poder inscribir otras coordenadas que excedieran a la abstracción, al expresionismo o al surrealismo pictórico tan visto de aquellos años. Coordenadas que tengan una semilla reflexiva sobre el ejercicio mismo del arte, que sean capaces de extender e invisibilizar sus soportes, de ampliar sus significados, y de fundir, aunque sea por unos pocos instantes, el ámbito del arte a la vida misma. Que permitan cuestionar, indagar, interrogar, irrupir, como base fundamental de toda creación. Y una cosa que yo quisiera creer que permite esta exposición es una puesta en cuestión del modo en el cual se ha escrito la historia del arte peruano, hacer evidente sus omisiones, sus ausencias, y qué implica todo ello.
La pregunta final de Germaná sobre las maneras adecuadas de presentar cada obra sigue latente, y ella fue definitivamente la tarea más complicada a nivel curatorial -y que motivó que Emilio y yo tuvieramos largas y extensas discusiones-. La opción de optar por una reconstrucción y/o por simplemente el registro tenía que ver con la capacidad que nosotros advertíamos para devolverle, en uno u otro caso, la mayor cantidad de su sentido crítico inicial. El peligro era siempre despojar involuntariamente esa cualidad conflictiva original desde la cual se insertaron en su contexto. ¿Cómo reinscribir entonces estas prácticas desmaterializadas sin traiciar su condición radicalmente efímera? E incluso más profundamente, ¿por qué habría de ser recuperado tal experiencia en relación a aquella otra?
Por otro lado, el acompañamiento textual tenía el claro compromiso de no desprender aquellas imágenes de la circulación interpretativa de la investigación. Y es que las imágenes -y a veces ni siquiera los objetos- son suficientes para entender la potencidad y densidad disruptiva de cada experiencia. Piénsese en la Fuente de Duchamp: ¿acaso en las reproducciones autorizadas recientes logran inscribir de modo cabal el asalto que significó su aparición primera en 1917 en la exposición de la Sociedad de Artistas Independientes, de la cual fue rechazada? Ello implica siempre una negociación con el significado y lo que se pierde y se gana con cada elección.
Digamos entonces que una de las primeras cosas que intentamos evitar es la fetichización gratuita de elementos que minen y horaden su drástica emergencia política. No obstante, las decisiones sobre reconstruir o recuperar determinadas piezas tiene también el carácter de la pertinencia histórica y discursiva. Es decir, para tales exposiciones o momentos históricos parece más necesario poner determinados sentidos en juego. Lo importante para nosotros en esta oportunidad era identificar qué cosas pueden ser dichas, de qué manera y en qué contextos.
.........
[imagen 1: Vista de instalación Autorretrato [1972] de Teresa Burga / imagen 2: Obra sin título de Gloria Gómez-Sánchez [1970] / fotografías: Miguel López]
Algunas vistas de la exhibición pueden ser vistas aquí, aquí y aquí.
Otros artículos sobre la exposición pueden verse aquí, aquí, aquí y aquí.
buena con el nuevo diseño
ResponderBorrarbuena con el nuevo diseño
ResponderBorrarcambio de look
ResponderBorrarexitos mike y rai
vix
Muy buen cambio... un espácio dinámico.
ResponderBorrarDavid
Gracias, sí me encanta en verdad. Tanto que ahora salí con un polo celeste-turquesa a la calle. Y salió sol! Estoy sorprendido.
ResponderBorrarEl cambio integral del diseño se lo debo a mi diseñadora estrella, Claudia Cáceres Garrido, que tomó el blog durante mi ausencia para sorprenderme. Genial, no?
Y además el color me encanta, me recuerda totalmente al color de 'La persistencia de lo efímero'. Coincidencia claudita?