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ARTE CONTEMPORÁNEO. SEGUNDA PARTE
Dilemas de la contemporaneidad
LO MODERNO Y LO CONTEMPORÁNEO, LO FORÁNEO Y LO NACIONAL SON LOS POLOS DE LA DISCUSIÓN. UNA OCASIÓN PARA REPENSAR EL DERROTERO DE NUESTRO ARTE
El domingo pasado publicamos una primera entrega de lo discutido el miércoles 24 de febrero en la mesa sobre arte contemporáneo convocada por nuestro director, Francisco Miró Quesada Rada. Hace una semana resumimos lo esencial de lo dicho por nuestros invitados Roberto Ascóniga, Gustavo Búntinx, Víctor Delfín, Gerardo Chávez, Flavia Gandolfo, Eduardo Lores, Natalia Majluf, Élida Román y Fernando de Szyszlo, acerca de las carencias institucionales de nuestro país en el campo del arte contemporáneo. En relación con ellas, todos los ponentes estuvieron básicamente de acuerdo: la necesidad de un ministerio de cultura (siempre y cuando este cuente con el financiamiento apropiado), de una ley de mecenazgo y de una política cultural y educativa que abra espacios para el arte. La polémica, más bien, se desató en relación con el arte contemporáneo y sus manifestaciones en el arte nacional, así como el lugar que estas ocupan en las prioridades de los coleccionistas y los espacios de exhibición y en la prensa.
Durante la primera ronda de la mesa, Roberto Ascóniga, galerista y filósofo del arte, había apuntado que no se debía contraponer el arte contemporáneo con el arte moderno o el de otras épocas, y que sus diferencias debían entenderse como se entienden las diferencias entre géneros musicales: “No se trata de una competencia ni de que se deba reemplazar el arte moderno por el arte contemporáneo, sino que hay que tomar esta diferencia como sucede en la música, en que uno no confronta la música clásica con el rock o con la música popular; uno comprende que son diferentes y que cada una tiene un motivo”. El resto de la primera ronda estuvo dedicado a los temas que publicamos la semana pasada y que reseñamos líneas arriba. Al final de la misma, sin embargo, el reconocido pintor Fernando de Szyszlo expresó sus críticas: “Yo creo que esta reunión, y es lo que me ha hecho venir, es para discutir sobre el arte peruano. Está ocurriendo una cosa muy grave: estamos reviviendo la introducción de la ideología colonial que siempre ha habido en América Latina [] Siempre lo he dicho: con la Independencia viene la Colonia en términos de arte. Me parece maravilloso que el Museo de Arte de Lima haya conseguido fondos y que se esté renovando, pero me parece terrible que los dirija a ejercer una presión colonial sobre los pintores locales para que imiten lo que se hace afuera: si se hacen garabatos, que hagan garabatos; si se hacen instalaciones, que hagan instalaciones. Así no vamos a llegar a ninguna parte”, explicó, y criticó el papel de la prensa, en especial el de este Diario: “No puede ser que en el periódico más importante del país, donde estamos ahora, en la sección cultural tenga la misma importancia el niño que se desnuda y que pone sus plantillas en una tela que un cuadro de Sabogal, un cuadro de Sérvulo o de Tilsa. No es posible: el diario debería tener una escala de valores y las cosas deberían estar en su sitio. No es una feria, donde todo es lo mismo, donde todo es la misma basura”.
Al respecto, la crítica de arte y curadora Élida Román aludió al lado pernicioso de la internacionalización y de la necesidad de pertenecer al “jet set” internacional en materia de arte para alcanzar el éxito. “Esta internacionalización es evidente y las tecnologías están al alcance de todos, pero somos como un niño con juguete nuevo para armar y no se han producido todavía cosas que podamos sentir todo es como los tiempos: pasajero, volátil, etéreo, sin profundidad. A mí me parece una genialidad lo que hizo Damien Hirst [cuya obra revela los mecanismos del mercado y la moda en el arte], porque ha puesto en evidencia todo. Es como los “vladivideos”: sirvió para poner sobre el tapete un problema que es universal”. Como respuesta a esta tendencia, señaló la necesidad de crear espacios y oportunidades “para todo y para todos” y remarcó que “en eso me parece que el papel de la prensa es básico. Y si nuestras comunicaciones son sesgadas, no se puede llegar a ninguna parte. Hay que apoyar todo y hay que hacer un esfuerzo de objetividad y el periodismo no se puede convertir en una agencia de prensa”, dijo, en consonancia con lo expuesto por Szyszlo.
A ello añadió: “El apoyo hay que darlo no solo a los jóvenes, porque ahora vivimos en la era de la juventud en que todo lo demás se desecha. Hay que pensar en todo ese talento que después de los 35 años se ve suprimido prácticamente si no tiene éxito en los espacios de élite que se han formado, porque si el arte fue siempre bastante elitista, ahora lo es mil veces más, y el arte lo manejan ¿quiénes? Los coleccionistas. Y entonces ahí sí hay que librar una batalla que trasciende todo lo que se pueda decir acá, porque es una larga batalla que hay que librar sostenidamente, y que es esa de las ideas y las teorías que, por último, es lo que se busca”.
A su turno, el escritor y artista Eduardo Lores sintetizó las posturas encontradas de la siguiente manera: “Yo creo que acá el tema de fondo y que genera más escozor es el tema del conceptualismo, por llamarlo con una palabrita. Hay el arte que se ve, que se siente, que se percibe, “retínico” como lo llamaba el viejo Duchamp, y hay el arte que se piensa. Entonces, hay algunos que niegan ese arte y le niegan un lugar en los espacios del arte. O sea, el urinario de Duchamp no debería estar en ningún espacio museológico, sino en un baño”.
El director de Micromuseo (o “chofer”, como él prefiere llamarse) Gustavo Búntinx, retomó directamente lo expuesto por Szyszlo: “Han habido algunas referencias fuertes de Szyszlo en relación a las proyecciones actuales del Museo de Arte de Lima”, y explicó que, en su visión y en la de algunas personas que le habían comentado el tema, se trataba “de una “pelea de blancos”: dos grupos claramente identificados con sectores de mucho poder, marcando públicamente sus diferencias en el terreno cultural”. Frente a ello, planteó que la idea misma de museo de arte contemporáneo era una contradicción en los términos porque la contemporaneidad exige que no se lleve al museo solamente lo artístico: “Quiero decir que el arte ha dejado de ser el espacio exclusivo de las manifestaciones últimas y más sublimes del espíritu” y que por lo tanto ahora se debería pensar una “musealidad” nueva, en la que el criterio central sea el de la cultura material, al interior de la cual el arte tiene un espacio determinado y sin mayor jerarquía que otras manifestaciones. “Ahora estamos concibiendo un proyecto de videoarte de este siglo para itinerancia internacional y pensamos empezar con una pieza que no es artística: el video Kouri-Montesinos, que nos parece que tiene una injerencia decisiva en los procesamientos culturales de nuestra época”, explicó, a manera de ejemplo.
Natalia Majluf desestimó la idea de confrontación que mencionó Búntinx y acotó que, de lo que se trata, es, precisamente, de abrir más espacios: “Y así se podrá expresar una mayor diversidad de puntos de vista, que yo creo que es parte de lo que se necesita. No necesitamos imponer un punto de vista, necesitamos abrir espacios para el debate”, explicó. Luego añadió que discrepaba con lo expuesto por Fernando de Szyszlo y que le parecía “muy poco justo que no se reconociera lo que el Museo de Arte de Lima ha hecho y hace por la historia del arte peruano, no solo del siglo XX, sino del anterior también: en los últimos 15 años el museo ha sido una de las pocas instituciones que han tenido una política agresiva de adquisiciones y de creación de colecciones con un énfasis puesto en el arte anterior a 1968: ahí están Gil de Castro, Laso, Pancho Fierro, toda la documentación de arte costumbrista, la colección de platería de Luisa Álvarez Calderón, ahora la colección de arte precolombino de Rodríguez Razetto y podría seguir. Se han adquirido cuadros de Urteaga, de Grau, de Sabogal, etc., además de tener un fondo de adquisiciones para obras contemporáneas”, explicó.
La ronda terminó nuevamente con Fernando de Szyszlo, quien se reafirmó en su posición: “Yo no tengo mucho más que decir que lo que he dicho. Yo lo único que creo es que en el país hay ciertas cosas que son criticables y que hay que criticarlas. Y sobre el arte, el arte no es el video de Kouri y Montesinos, por favor, a dónde vamos, no tiene nada que ver. No se dan cuenta de que estamos hablando de otro mundo”.
ENFOQUE
¿Un asunto de mundos distintos?
Una de las interrogantes que deja la fecunda discusión desarrollada durante esta mesa redonda es si estamos ante un cambio radical en el modo de ser del arte o no, si ya todo será distinto y lo bueno se perdió (o está recién por llegar). Para algunos se trata de manifestaciones distintas que pueden convivir, para otros, de oposiciones radicales e irreconciliables. Gustavo Búntinx propone una muestra de videoarte que comience con el video Kouri-Montesinos, como hito cultural de este siglo en el Perú, y Fernando de Szyszlo le dice que ese video no tiene nada que ver con el arte, que están hablando de mundos distintos. Y quizá sea cierto, quizá, en sus opciones más radicales, el discurso moderno y el posmoderno sean así de irreconciliables y, en consonancia, las opciones que se tomen, desde esas posturas y que se traduzcan en opciones institucionales serán materia de fricciones, sin duda alguna.
Pero es importante no perder la perspectiva y ver que las opciones no son mutuamente excluyentes, como no es excluyente darle un espacio a un artista de performance en estas páginas (dedicadas, como están, a la actualidad, al día a día) y seguir valorando como hitos de nuestro arte a Tilsa o Sérvulo, como se demuestra con su inclusión en la colección “Maestros de la pintura peruana” editada por este Diario.
Carlo Trivelli. Editor De Luces
Roberto Ascóniga, galerista y filósofo del arte, había apuntado que no se debía contraponer el arte contemporáneo con el arte moderno o el de otras épocas, y que sus diferencias debían entenderse como se entienden las diferencias entre géneros musicales.
ResponderBorrarAscóniga se confunde y hace una comparación equivocada entre estilos, cuando en realidad la comparación es entre épocas, generaciones y no de tipos o gustos.
Y de parte del pintor Fernando de Szyszlo si me parece oportunas sus observaciones.
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