jueves, julio 09, 2009

Arte y activismo: El Siluetazo - Xavier Antich

El día de ayer se publicó un dossier en el suplemento Cultura|s del diario español La Vanguardia en torno al Siluetazo, una experiencia argentina de protesta estético política generada desde 1983 durante la III Marcha de la Resistencia de las Madres de Plaza de Mayo, y cuyos efectos desde entonces no han parado de multiplicarse.

El dossier con colaboraciones de Xavier Antich, el artista y teórico Marcelo Expósito y mi persona, se publica a propósito del reciente libro editado por Ana Longoni y Gustavo Bruzzone titulado El Siluetazo -anunciado aquí en su momento-, el cual compila notablemente una serie de lecturas documentos, testimonios e imágenes desde sus inicios hasta el presente.

Reproduzco los tres artículos publicados ayer en Cultura|s.
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Arte y activismo: El Siluetazo
por Xavier Antich

"La realización de siluetas es la más recordada de las prácticas artístico-políticas que proporcionaron una potente visualidad en el espacio público de Buenos Aires y muchas otras ciudades del país a las reivindicaciones del movimiento de derechos humanos en los primeros años de la década del ochenta. Consiste en el trazado sencillo de la forma vacía de un cuerpo a escala natural sobre papeles, luego pegados en los muros de la ciudad, como forma de representar la presencia de la ausencia.La de los miles de detenidos desaparecidos durante la última dictadura militar".

Así empieza la introducción a El siluetazo (Adriana Hidalgo Editora, Buenos Aires, 2008), el antológico volumen que Ana Longoni y Gustavo Bruzzone han editado para recopilar los documentos textuales y fotográficos de testimonios e interpretaciones, nunca reunidos hasta ahora, de un episodio que pronto trascendió la situación política singular de la dictadura argentina.

Foto: Eduardo Gil

Con el tiempo, puede decirse que el siluetazo "señala uno de esos momentos excepcionales de la historia en que una iniciativa artística coincide con la demanda de un movimiento social, y toma cuerpo por el impulso de una multitud". En definitiva, un cruce emblemático de arte, política y activismo que marca época y que señala el camino hacia un cierto tipo de prácticas colaborativas que han replanteado de raíz las nociones de autoría, de producción y de circulación de las prácticas artístico-políticas de nuestro tiempo.

Visto en perspectiva, el episodio, en ciertos aspectos, merece ser pensado junto al genocidio perpetrado por los nazis durante el Tercer Reich. Si este régimen, como señaló Hannah Arendt, provocó la aparición de una nueva categoría política, la del paria, como individuo al que jurídicamente se le va privando de todos sus derechos hasta que, al final, el exterminio viene a culminar su aniquilamiento físico, las dictaduras latinoamericanas, y no sólo la argentina, hicieron su siniestra aportación a la realidad y al pensamiento políticos del siglo XX con la trágica figura del desaparecido. Una práctica criminal que vino a trastocar la posibilidad misma de una experiencia del duelo por las políticas de eliminación radical, incluida la del cuerpo mismo de los sujetos asesinados.

"Identificar la muerte con la nada es lo que querría hacer el criminal", le escribió Derrida a Lévinas. De ahí, a su juicio, la dimensión política del duelo, que se enfrenta al peligro siempre presente de sellar el olvido y de convertirlo en definitivo.

El siluetazo, surgido por una iniciativa de tres artistas argentinos que fue sometida a un proceso de apropiación colectiva en las manos y las prácticas de miles de activistas y resistentes, se convirtió en un proceso de duelo creativo: no por su dimensión artística, que en seguida pasó a segundo plano, sino por su voluntad de oponer, como una impugnación, la presencia fantasmática de los desaparecidos a un régimen que empezaba a disolverse y que pretendía irse de rositas después de casi siete años de impunidad. Hoy, más de un cuarto de siglo después, las figuras silueteadas continúan mirándonos. Con sus cuerpos aún ausentes.

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