A las personas que aun visitan mi viejo blog, hace más de medio año sin actualizaciones, les participo que inicio desde ahora colaboraciones acaso igualmente dilatadas y sin promesas de continuidad en Arte-Nuevo.
La consigna es sumar y no dispersar las fuerzas, que con la actividad, son cada vez más escasas.
A modo de crónica apretada diré que, en los últimos doce meses, varias cosas han terminado por introducir significativas modificaciones en los modos de asumir mi propia “carrera”, si acaso ella existe. Se ha creado una fuerte tendencia a dedicar mayor tiempo a investigar, dejando algo de lado la labor curatorial, aún cuando ello no parece aún del todo viable.
Ha sido un año para la consolidación de perspectivas, y eso me parece importante. Aunque suene poco práctico, pienso que, si las ilusiones son lo suficientemente sólidas, el resto es siempre más sencillo. Y ahora tengo algunas ilusiones meridianas. Más claras que las mañanas de estos días de verano en Lima. Solo el trabajo me abruma.
Pero esa bruma se debe a un problema de clasificación: la insistencia en denominar trabajo, por costumbre, a una actividad, aún cuando sea esta continua e insistente. El trabajo es, en su origen, una actividad que implica una mercantilización de su propia fuerza dentro de la sociedad capitalista. Por ello está enormemente vinculado a la idea de explotación. La pregunta clave aquí es: ¿A quién sirve?.
Lejos de consistir en una pieza fundamental del engranaje social o un tramo aportativo para el funcionamiento de una estructura, la actividad crítica debiera ser fundamentalmente desestructurante para el concierto social, o cuando menos ansiar desenfrenadamente serlo.
Aquí coincido con Lafargue, aquél marxista fundador hoy algo olvidado, que proponía que la revolución debía apuntar no al acortamiento de las jornadas laborales ni a la expansión del tiempo de recreo (en los que gran parte de la ciudadanía estima debe situarse la afinidad al arte), sino a la abolición del trabajo.
Solo con esa, entre otras expectativas, paso varias horas ante el computador.
Emilio, primero felicitarte, y bueno como siempre en estos años expresarte mi apoyo. Segundo, pienso deberiamos conversar( y conversarse ) mas ampliamente los modos "operativos" del trabajo en nuestra sociedad, pienso que en la gran mayoria de "trabajos" se realiza una direccionalidad de la energia de la persona mal razonada..hablo con la experiencia de mi trabajo de recepcionista y como diseñador, en que los horarios y condiciones laborales te llevan a una disminucion de energia-interes intelectual-creatividad, que es muy triste porque disminuye la calidad de vida de un sinnumero de personas sin que estas mismas piensen en forma seria, en alguna manera de modificar este funcionamiento que -si tomamos como premisa que siendo esta nuestra unica existencia verificable y que se nos demuestra, si se quiere "de facto", debe ser ella misma y su calidad global en todo sentido, el objetivo central de nuestra energia y vision como seres humanos. Un abrazo
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