Una reflexión crítica bastante pertinente han colgado pocos días atrás los amigos de Esfera Pública en relación a la presencia de Luis Camnitzer en Chile para la reconstrucción de la obra conceptual Masacre en Puerto Montt (que he comentado en el post anterior), pero fundamentalmente infiriendo sobre el carácter 'político' del arte. Su bien orientada especulación señala implícitamente la obra del uruguayo como una oportunidad de preguntarnos sobre dónde reside el auténtico carácter ético del arte actual. El comentario de Esfera Pública enfatiza en que uno de los grandes desaciertos de gran parte de la producción contemporánea es el aprovechamiento y uso indiscriminado que se hace de una situación y/o personas en desgracia -o de la imagen del pobre, del oprimido, de la víctima- bajo la bandera del compromiso ético. Inspeccionando así la propia obra de Camnitzer en relación a sus comentarios en una entrevista realizada días atrás para el diario El Mercurio de Chile.
Y mientras leía aquel post recordé de pronto la conversación que sostuve con el crítico español José Luis Brea la semana pasada, y donde él ponía en duda justamente la necesidad de realizar algún tipo de 'rescate' histórico, y en cambio instaba a participar y reactivar sólo aquellos discursos que puedan aportar de modo relevante a la discusión contemporánea. Esto último así dicho parece resultar evidente, sin embargo, una de las cosas que en aquel momento le dije fue que me parecía difícil calcular el efecto real de una determina dinamización del sentido de una obra 'rescatada', y por otro lado que había una necesidad bien grande de articulación histórica debido a la fragilidad discursiva que muchos de nuestros países latinoamericanos ostentan.
Menciono estas dos cosas porque creo que conviene intentar re-situar el espacio de análisis sobre no sólo la obra de Camnitzer, sino alrededor de los procedimientos de articulación epistemológica que se deberían siempre de poner en juego frente a una recuperación como ésta. Esto quiere decir, advertir el modo en el cual un determinado fenómeno estético o cultural se insertó en un momento particular de la historia, y qué redes teje ahora frente a un panorama completamente disímil. De lo contrario se estaría asumiendo tácitamente una nueva forma de autonomía del arte, y que en el caso del arte conceptual es quizá la más peligrosa ingenuidad.
Yo sigo considerando que la nueva puesta en escena de Masacre de Puerto Montt (1969) instala una seña importante dentro de la historiografía latinoamericana, pero considero también que para que este ejercicio de re-inscripción histórica sea efectivo y pueda reproducirse como una red de sentido eficaz y crítica, es necesario interpelar la mirada inicial bajo la cual fue suscrita en relación incluso a sus formas de recepción.
Y mientras leía aquel post recordé de pronto la conversación que sostuve con el crítico español José Luis Brea la semana pasada, y donde él ponía en duda justamente la necesidad de realizar algún tipo de 'rescate' histórico, y en cambio instaba a participar y reactivar sólo aquellos discursos que puedan aportar de modo relevante a la discusión contemporánea. Esto último así dicho parece resultar evidente, sin embargo, una de las cosas que en aquel momento le dije fue que me parecía difícil calcular el efecto real de una determina dinamización del sentido de una obra 'rescatada', y por otro lado que había una necesidad bien grande de articulación histórica debido a la fragilidad discursiva que muchos de nuestros países latinoamericanos ostentan.
Menciono estas dos cosas porque creo que conviene intentar re-situar el espacio de análisis sobre no sólo la obra de Camnitzer, sino alrededor de los procedimientos de articulación epistemológica que se deberían siempre de poner en juego frente a una recuperación como ésta. Esto quiere decir, advertir el modo en el cual un determinado fenómeno estético o cultural se insertó en un momento particular de la historia, y qué redes teje ahora frente a un panorama completamente disímil. De lo contrario se estaría asumiendo tácitamente una nueva forma de autonomía del arte, y que en el caso del arte conceptual es quizá la más peligrosa ingenuidad.
Yo sigo considerando que la nueva puesta en escena de Masacre de Puerto Montt (1969) instala una seña importante dentro de la historiografía latinoamericana, pero considero también que para que este ejercicio de re-inscripción histórica sea efectivo y pueda reproducirse como una red de sentido eficaz y crítica, es necesario interpelar la mirada inicial bajo la cual fue suscrita en relación incluso a sus formas de recepción.
Yo no se si el carácter 'decorativo' -que es tomado a su vez de una frase del artista- al cual infiere Espera Pública al final de su post aluda necesariamente a los comentarios del propio Camnitzer y la 'inevitable' conversión de sus obras en fetiches-mercancía, o a una pretendida utilización de situaciones que bajo el compromiso de la ética le permitiran operar en beneficio propio -opinión que no comparto-; pero sí considero que ésta o cualquier propuesta devendrá fácilmente bajo la noción de lo decorativo en tanto no se pongan en marcha mecanismos de reflexión externa capaces de distanciarse del propio objeto a fin de apuntalar el tejido interpretativo bajo el cual fue inicialmente inscrita. La re-instalación de la obra de Camnitzer debería potenciar una recodificación flexible, apuntando a un análisis de la recontextualización de su obra, e incluso a su propio descentramiento.
[imagen 1: Luis Camnitzer. Masacre de Puerto Montt. (detalle) fotografía tomada de incubo / imagen 2: Luis Camnitzer. serie de la Tortura Uruguaya. fotograbados a 4 colores. 70 x 50 cm. 1983-84. © Pat Binder & Gerhard Haupt. © Luis Camnitzer]
[imagen 1: Luis Camnitzer. Masacre de Puerto Montt. (detalle) fotografía tomada de incubo / imagen 2: Luis Camnitzer. serie de la Tortura Uruguaya. fotograbados a 4 colores. 70 x 50 cm. 1983-84. © Pat Binder & Gerhard Haupt. © Luis Camnitzer]
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