lunes, mayo 29, 2006

El fin del relato

Hoy como cada cierto tiempo fue el día en que me di una vuelta por aquella calle de San Isidro donde se ubican algunas de las pocas librerías limeñas. O, en todo caso, algunas de las pocas que traen novedades interesantes con respecto a artes visuales contemporáneas -sin contar algunos huecos centrolimeños donde siempre se encuentran pequeñas sorpresas-. Me dirigí hacia allá pensando en un libro específico que había visto hace como un año, pero que había preferido no comprar hasta que tuviera el tema atravesado en la cabeza. Porque a veces uno suele llenarse de información que sabe que le interesa y que va a ser útil, pero que en aquel preciso momento no se puede ni revisar porque el espacio mental está ya tomado momentáneamente por otros intereses.

El libro que quería y que compré se llama Manifiestos Argentinos. Políticas de lo visual. 1900-2000, editado y comentado por el crítico de arte y curador -y editor de la revista Ramona- Rafael Cippolini. Este libro se constituye como una herramienta indispensable para todo aquel que le interese hurgar en la historia del arte argentino o, como en mi caso, intentar -intentar nomás- entroncar aspectos específicos de ésta con otros contextos de América Latina, o inclusive ver si las ramificaciones ya tejidas por algunos historiadores son tan pertinentes como parecen. Y es que últimamente me he pegado leyendo a Ana Longoni, sus reflexiones sobre la vanguardia argentina son bastante interesantes no sólo por las referencias y descripciones históricas que hace del arte de ruptura argentino sesentero, sino también porque me permiten advertir una forma muy particular -la de Longoni- de enfocar las relaciones entre el arte con otros aspectos culturales y con la propia vida. De cualquier forma, este libro de Cippolini me permitirá finalmente tejer mis propias interpretaciones de algunos de los textos más famosos de aquella vanguardia que tanto me interesa.

Lo único difícil de este tipo de paseos por librerías -al menos para mí- es la compulsiva manía por seguir comprando más de lo que en el momento necesito, y es quizá por eso que modero mis visitas (o voy cuando estoy sin dinero). En cada lugar siempre veo los libros que mentalmente dejé en cola o en lista de espera. Aunque eso suele ser también un poco frustrante, siempre recuerdo con pena el libro de Thomas Crow, El arte moderno en la cultura de lo cotidiano, editado por Akal, que la librería El Virrey tuvo en estantes algún tiempo y que luego de algunos días de decidir que era un libro que quería leer pero no en ese momento, y que sin embargo compraría, pues tuve que contentarme con la frase: "se lo acaban de llevar". Ha pasado mucho tiempo de eso y no he podido ver nuevamente, ni por asomo, aquella edición de Crow (si alguien lo tiene por favor avíseme!). Y ahora mientras hurgaba antes de comprar el libro de los 'Manifiestos Argentinos' se cruzó por mis ojos un libro de cubierta transparente y tapa de cartón que mostraba una apilación de las famosas Brillo Boxes de Andy Warhol, y claro!, no podía ser otra cosa que un conjunto de ensayos sobre Arthur Danto, al cual finalmente no pude resistirme. El libro titulado Estética después del fin del arte. Ensayos sobre Arthur Danto, es una edición española muy reciente de una serie de artículos que abordan el pensamiento de Danto, el cual considero de los más relevantes para comprender los aspectos más significativos del arte contemporáneo.

Danto es polémico, qué duda cabe. Incluso recuerdo con cariño algún intercambio de palabras que sostuve en un ascensor con una crítica de arte local quien culminó sus invectivas a mi querido autor con la frase: "¡es un charlatán!" Yo le tengo afecto (a Danto, por supuesto). Sus primeras referencias fueron gracias a mi amigo Max Hernández Calvo -entonces y después profesor mío- quien explicaba con tanto entusiasmo la pertinencia de las reflexiones de Danto sobre el-mundo-del-arte que tuve que salir a buscar de inmediato sus textos. Me tardé pero pude conseguir la versión en español de La transfiguración del lugar común, un deleite de libro.

Pero ¿qué es lo que le puede haber molestado de nuestro autor a mi 'amiga' crítica de arte? Imagino que hablar del fin del arte -como lo hace Danto- puede confundir a más de uno, así señalaré -como revisitando mentalmente sus planteamientos- que la reflexión de Danto no está estructurada sobre la 'existencia' de la experiencia creativa o artística, sino sobre los modelos narrativos que de ella se han tejido, es decir, de la sucesión de relatos que han intentando determinarla y legitimarla. Para Danto el período 'posthistórico' (o sea el fin-del-arte) que el arte atraviesa desde los sesenta en adelante no es la extinción de la capacidad creadora, sino la culminación de las restricciones ontológicas que ataban la idea de arte a una forma específica de concebirla. Siendo aquel momento uno de los instantes más significativos puesto que el arte se permitirá interrogarse íntegramente por su propia existencia, liberándose de toda justificación (estilística, formal, etc.) como condicionante de ser. Ése es pues el fin del arte, la pérdida de su orientación única o camino previamente definido, o como a Danto también le gusta incisivamente sugerirlo: el fin del relato.

8 comentarios:

  1. Mi dilecto Miguel Ángel:
    Me hace feliz que mi libro te sea útil. Y es que fue pensado así: como un archivo portátil, un gavetero de voces para re-utilizar y repensar el arte desde reflexiones heterogéneas.
    Mis afectuosos saludos
    Rafael Cippolini

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  2. Addenda:
    Cuando quieras comunicarte, hacelo por el site de ramona.
    Más saludos
    R.C.

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  3. Muchas gracias por los saludos, el libro está muy bueno!
    He colocado el link de ramona, mucha suerte, m.

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  4. A casi dos años de abierto el blog Arte Nuevo quisiera pensar que su aparición, y la posterior apertura de espacios otros de discusión y diálogo virtual en Lima, ha sido el temprano síntoma de un aparato crítico local asfixiado. Ser un síntoma no implica ser un detonante o generador, y menos aún la posibilidad de su recuperación, sino alude de modo indirecto al momento preciso donde parecían operar un conjunto tácito de necesidades discursivas otras que no atravesaban necesariamente por los canales y soportes habituados de escritura –ya sea en prensa o en las casi inexistentes revistas culturales locales-.

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  5. Jorge Villacorta (3) : [e]star es, para empezar, la materialización de un deseo personal, y sobre todo una instancia en la que yo admito algo que puede darme una satisfacción personal. Todo comienza tratando de buscar un espacio para hacer un trabajo cultural y habiendo leído que había un plan de hacer un centro cultural en el Cine Teatro Colón. A través del autor del libro, Víctor Mejía, conozco a los propietarios del Cine Teatro Colón y descubro que no está ni siquiera definido como obra civil de centro cultural, sino que está completamente en proceso. Saliendo de ahí me invitan a conocer un edificio que está ligado a un chifa cantina de los años ’70 y ’80 que conocí y tú también, que era el Woni. Yo pensé que había desaparecido, y de pronto lo encuentro en ese momento tal cual. Ahora lo han seguido cambiando y ya no lo reconoces tanto, pero en ese momento estaba muy reconocible. El mismo día, después de la sorpresa del retorno al pasado, me muestran un espacio en el mismo edificio, en el tercer piso, en donde ellos quieren poner una galería. Cuando entramos a verlo, personalmente no pensé en una galería, pensé sólo en el espacio, y me encantó. Tenía una ventana muy grande a la calle, y ventanas a la parte de atrás. Podías ver dos aspectos de Lima, el de la fachada y el de la puerta falsa. Estaba semiabandonado pero limpio, se notaba que querían hacer la galería ahí. Me gustó tanto que les dije que si querían ayuda, yo les podía dar una mano.

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  6. los propietarios del Cine Teatro Colón y descubro que no está ni siquiera definido como obra civil de centro cultural, sino que está completamente en proceso. Saliendo de ahí me invitan a conocer un momento tal cual. Ahora lo han seguido esa del retorno al pasado, me muestran un espacio en el mismo edificio, en el tercer spacio, y me encantó. Tenía una ventana muy grande a la calle, y vent

    heterogéneas.
    Mis afectuosos saludos
    Rafael Cippolini

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