No es casual que desde hace algunos años asistamos a un proceso generalizado de canonización de archivos y acervos de artistas, principalmente aquellos relativos a la producción de los años 1960-70 en América latina, operación que los convierte en objetos glamorosos y estériles. Una de las principales razones del interés reciente por ese período es el hecho de que la fuerza poético-política del arte comienza a recuperar aliento en los últimos años, reconectándose con este patrimonio, resignificándolo y resignificándose. Un movimiento que había sido brutalmente interrumpido por la violencia y los regímenes dictatoriales, que preparan el terreno para la instalación del neoliberalismo en los años 90. Y en el momento en que esa capacidad política se reaviva –como parte de un proceso de elaboración y superación de los efectos tóxicos del trauma– es nuevamente interrumpida con el refinamiento perverso y seductor del mercado, bajo la égida del capitalismo cultural que opera de modo mucho más sutil que los procedimientos groseros y explícitos de la violencia del Estado que imperó anteriormente en nuestros países.
Es en este contexto que los testimonios materiales de tales prácticas se convierten en una suerte de botín cognitivo de una guerra neocolonial, ampliamente disputado por museos, coleccionistas y otras instituciones que participan del capitalismo global de bienes inmateriales y sus formas actuales de producción de valor, tal como, en determinados casos, las familias que custodian las obras y sus derechos. Una disputa que se da incluso antes de hacer que lo que incuban estas experiencias haya vuelto a germinar. Un nuevo capítulo de la historia no tan poscolonial como nos gustaría.
La desaparición de un componente neurálgico de este patrimonio del arte contemporáneo, que constituye incontestablemente la obra artística y teórica de Hélio Oiticica, impone la urgencia de un posicionamiento frente a este estado de cosas que no puede ser aplazado impunemente. Se imprime la necesidad de fortalecer instancias dialógicas y cooperativas entre agentes de la sociedad implicados en la promoción de estas potencias sensibles, invocando instituciones públicas y universitarias, sociedad civil, investigadores, artistas, etc. Más aún dado que la conservación y la dinamización crítica de estos patrimonios señalan una oportunidad privilegiada para imaginar permanentemente modos más complejos y desafiantes de experimentar la cultura en el presente.
Las actuales circunstancias requieren una respuesta precisa y conjunta de los países de América Latina, en cooperación con aquellas instancias, sujetos e instituciones que estén auténticamente interesados en articular políticas horizontales que contribuyan a descolonizar las relaciones internacionales de propiedad en lo que respecta al patrimonio y a la experiencia cultural desplegada históricamente en el continente. Es necesario reconocer que los Ministerios de la Cultura de distintos países de América latina se vienen empeñando en los últimos años en iniciativas relacionadas con el patrimonio inmaterial; sin embargo, los archivos de arte todavía no se han insertado en tales dinámicas. Esta es una paradoja que valdría la pena discutir, para que avancemos en la toma de conciencia de que el patrimonio artístico no puede ser tratado como materia superflua en la agenda política.
Iniciativas de este orden tendrían en sus prioridades los siguientes objetivos: incentivar y apoyar las políticas de investigación, el mapeo, la divulgación y la preservación de los documentos existentes, recordando que estas son actividades políticas y no meramente académicas o profesionales; estudiar los mecanismos de gestión para la preservación de los archivos de artistas y para la accesibilidad pública gratuita a ellos (y en el caso de las prácticas artísticas, que no se reducen a su objeto sino que involucran la experiencia como condición de su realización: deben pensarse estrategias de reactivación de la memoria de las sensaciones que las mismas propiciaron, ya que se puede acceder a ellas solamente por medio de los objetos utilizados en sus acciones o de los documentos que quedaron de ellas); estudiar las condiciones políticas, jurídicas y culturales para un proyecto de ley que permita compartir el cuidado y la toma de decisiones acerca de los acervos por medio de una instancia articulada entre el Estado y la sociedad civil (la puesta en red digital de los archivos es un dispositivo que puede impedir la pérdida de los documentos y facilitar su accesibilidad); y, por fin, estudiar las condiciones políticas, jurídicas y culturales para un proyecto de ley que regule el tránsito y la comercialización de documentos, obras, registros e investigaciones, sobre todo hacia fuera de su país de origen (muchos de los acervos más relevantes del arte brasileño están siendo comprados por museos europeos y norteamericanos).
Estos serían apenas algunos de los gestos a ser inscritos en la topología de nuestro patrimonio cultural. Gestos indispensables no sólo si queremos revertir los procesos que resultan en la neutralización de las prácticas artísticas, sino incluso la desaparición concreta e irreversible de sus huellas, tal como lamentablemente acabamos de experimentar en Brasil.
Red Conceptualismos del Sur
23 de Octubre de 2009
23 de Octubre de 2009
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Integran la RCSur
Halim Badawi (Bogotá) / Joaquín Barriendos (México) / Assumpta Bassas (Barcelona) / Patricia Bentancur (Montevideo) / Marcus Betti (Sao Paulo) / Carina Cagnolo (Córdoba) / Fernanda Carvajal (Santiago-Buenos Aires) / Graciela Carnevale (Rosario) / Jesús Carrillo (Madrid) / María Fernanda Cartagena (Quito) / Helena Chávez Mac Gregor (México) / Lía Colombino (Asunción) / María Clara Cortés (Bogotá) / Fernando Davis (La Plata-Buenos Aires) / María de los Ángeles de Rueda (La Plata) / Felipe Ehrenberg (Sao Paulo) / Marcelo Expósito (Barcelona-Buenos Aires) / Fernando Fraenza (Córdoba) / Cristina Freire (Sao Paulo) / Pilar García (México) / Cristián Gómez Moya (Santiago de Chile) / David Gutiérrez (Bogotá) / María Iñigo (Madrid) / Jens Kastner (Viena) / Syd Krochmalny (Buenos Aires) / Ana Longoni (Buenos Aires) / Miguel López (Lima-Barcelona) / William López (Bogotá) / Octavio Mercado (México) / André Mesquita (Sao Paulo) / Fernanda Nogueira (Sao Paulo-Barcelona) / Soledad Novoa (Santiago de Chile) / Luisa Ordóñez (Bogotá) / Clemente Padín (Montevideo) / Juan Pablo Pérez Rocca (Buenos Aires) / Alejandra Perié (Córdoba) / Júlia Reboucas (Minas Girais) / Cristina Ribas (Rio de Janeiro) / Suely Rolnik (Sao Paulo) / Juan Carlos Romero (Buenos Aires) / Sylvia Suárez (Bogotá) / Mabel Tapia (París-Buenos Aires) / Emilio Tarazona (Lima) / Paulina Varas (Valparaíso) / Ana Vidal (Bahía Blanca) / Jaime Vindel (León-Madrid) / Rafael Vital (Sao Paulo) / Isobel Whitelegg (Londres)
Suscriben también este documento:
Manolo Borja-Villel (Director del MNCARS-Madrid) / Ticio Escobar (Ministro de Cultura de Paraguay) / Graciela de la Torre (Directora del MUAC-México) / George Yúdice (University of MIami) / Andrea Giunta (University of Texas at Austin) / Chantal Bideau (Francia) / Alejandro Navarrete (México - Holanda) / Ana María Tavares (Brasil) / Ian Simms ( Francia) / Humberto Nilo Saavedra (Chile) / Fabiana Éboli Santos (Brasil) / Regina Vater (EUA - Brasil) / Stephen Wright (Francia) / Roberto Ferreyra (USA) / Estefanía Peñafiel Loaiza (Francia - Ecuador) / Eva Feito (España)
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