domingo, julio 13, 2008

Debate en torno al Museo (3) / Respuesta de Miguel López

Continúo reproduciendo el múltiple intercambio de mails en torno al post La Pelea por el Museo. Esta mi respuesta enviada también por correo electrónico al anterior comentario de José Carlos Mariátegui Ezeta.
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Hola José-Carlos,

Gracias por responder, aunque me hubiese gustado que lo hagas también a través del blog y así poner en común estas opiniones. Una de las cosas que intentaba decir en el post era precisamente que no existe suficiente discusión local en torno a ello (y no va a existir a menos que hagamos públicas ciertas posiciones). Así que si me autorizas puedo subir tu respuesta al blog, yo haré lo mismo con la mía.

Creo que estamos de acuerdo en algunos aspectos, y en otros pues creo que no me he explicado bien, así que haré algunas salvedades. Debo aclarar que no me interesaba hacer una comparación entre el MALI y el MAC-Lima, ni decir que exista un compromiso "superior" de uno frente al otro. Tal comparación es absurda, y bien lo señalas al describir el trabajo sostenido del museo de arte de lima, y la aún inexistencia -en muchos aspectos- del museo de arte contemporáneo de barranco. No redundaré en ello porque yo mismo he sostenido -en el blog inclusive- críticas frente a la necesidad de una articulación real del MAC-Lima que no pase por el discurso voluntarista por el 'bien' de la cultura o asumir a priori la necesidad de su existencia (y con ello no digo que no sea necesario el MAC-Lima, todo lo contrario), y por otro lado he elogiado al MALI en su apuesta decisiva, en años recientes, por la construcción de un patrimonio artístico real y la consolidación de un proyecto de recuperación de memoria, y ahora por conseguir el dinero para su remodelación física. De su eficiencia no me quedan dudas. Yo mismo he trabajado desde 2006 en proyectos con el MALI, participando en sus actividades y aún hoy lo sigo haciendo porque creo que hay allí una batalla importante con la cual me siento comprometido.
Así que para cerrar ese tema de las posibles comparaciones, y en relación a tus comentarios anteriores, creo que bien estaremos de acuerdo con Justo Pastor Mellado cuando señala que no es igual construir un museo que edificar un museo: para Mellado mientras la noción de edificación constata su levantamiento arquitectónico y estructural, la idea de construir un museo remite no solo al espacio físico sino explícitamente a la producción de nuevos tejidos y herramientas de interpelación histórica. Y claro, es evidente que el 'micromuseo' de Gustavo Buntinx es legítimo museo, ya que como él mismo diría: "un museo es una colección y un proyecto crítico". Pero es precisamente ahí a donde quería llegar, y no poner en una oposición ficticia uno frente al otro (sea 'museo' o 'proyecto de museo').

Quizá mi error fue partir de una situación tan coyuntural (la recolección de firmas de los vecinos frente al MAC-Lima) para plantear algo que debió haber sido dicho de frente: la necesidad de pensar las políticas que las instituciones sostienen. Y si mi énfasis crítico estaba dirigido al MALI es precisamente porque ellos tienen un trabajo permanente en la escena, cosa distinta del MAC-Lima que recién está intentando avanzar. Es decir, mi observación se detenía en el MALI no por decir que el MAC-Lima fuese "superior" o que esté logrando esos espacios de socialización crítica, sino porque veo en el MALI una posibilidad de acción que creo aún no están siendo del todo pensada. Así, dejaré momentáneamente de lado el MAC-Lima (aunque hay allí mucho que discutir), para centrarme en lo que me importa: la construcción de un proyecto político crítico desde/en el museo.

Y digo político no en el burdo sentido del 'arte político' -tal como suele ser inútilmente etiquetado cierto segmento del arte local-. Hablo de lo político como la construcción de una esfera pública del disenso, que permita restituir las diferencias y hacer visibles los marcos de representación que están inscritos en aquellas operaciones institucionales (qué se da a ver?, cómo se da a ver?). No como un espacio que muestre discrepancias resueltas o conciliadas, sino que permita reestablecer las posibilidades de intervención de lo común, desde lo común. Por eso señalaba lo importante que resulta pensar ahora, de una forma distinta, la relación entre institución y públicos. Algo de lo cual el MALI no se ha preocupado demasiado, quizá por carencias económicas o por tener las prioridades en otros ámbitos.
Pero no lo digo en el sentido de cómo los públicos responden a la institución únicamente a través de los procesos del consumo (en ese caso hablaríamos solo de 'consumidores'). Me interesa abrir la pregunta sobre cómo activar políticamente ese público, porque estaremos de acuerdo en que los públicos no son sólo 'públicos' por responder a un discurso, sino también por su capacidad de acción (capacidad en potencia, posible, futura). Y esa activación política del museo debe ser asumida (si se quiere, claro) como una prioridad que permita dotar de herramientas de cotejo -como diría Max Hernández Calvo- o de confrontación -como diría yo- a esas distintas subjetividades, apuntando incluso a que ello pueda fortalecer un ámbito democrático como un lugar de la diferencia y del enfrentamiento de fuerzas.

Por eso pienso que es importante replantear los modos de comunicación (y acción) habituales del MALI en relación a sus expectativas de reactivación de una esfera pública crítica. Desde mi punto de vista esa activación política del museo, como dije en el blog, sobrepasa la organización de exposiciones y obliga a que ésta redefina constantemente sus límites y dinámicas de intercambio (qué es un museo?, qué es lo público?, qué es una colección?), impugnando el lugar del arte en esos mismos procesos.
Y como ya queda bastante evidente con activar políticamente no me refiero a hacer exposiciones de 'arte político' (ello equivaldría a poner nuevamente 'las cosas en su lugar', lo cual es la forma más efectiva de despolitización), sino posibilitar nuevas formas de imaginar lo social, poniendo a disposición colectiva saberes que puedan desbaratar la relación habitualmente jerárquica del museo con el público, a fin de que ello permita construir nuevos espacios potenciales de articulación social, incluso en oposición al propio museo.
Me pregunto si acaso es posible pensar un museo como una plataforma de agitación, de empoderamiento subjetivo y transformación política. Y claro que el arte es diariamente esa posibilidad en sí misma, un lugar donde permanentemente se pone en crisis lo real, pero me gustaría imaginar también un museo comprometido activamente con la transformación de esas capacidades. Y me lo pregunto en voz alta: ¿es acaso posible? ¿realmente lo queremos?

Miguel López

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