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REPORTAJE: Exposición
Experiencias envolventes
Carlos Jiménez 10/11/2007
En un cuarto vacío, dos brazos autómatas hacen pompas de jabón, sobre las que se proyectan imágenes de seres vivos que apenas se distinguen porque han sido captados desde ángulos extraños. En otra sala la experiencia es distinta: estás a oscuras y sólo escuchas los sonidos musicales que responden a tu desplazamiento en el espacio. Afuera, los espectadores te ven en una pantalla como unas manchas blancas que avanzan, retroceden o titubean en medio de un flujo incesante de puntos que representan las partículas atómicas con las que vas chocando en medio de la oscuridad. Y hay también una gran sala iluminada por 100 focos, 99 de los cuales parpadean con el mismo ritmo con que lo hace el corazón de los 99 visitantes que te han precedido en la visita. El foco restante parpadea según tu ritmo cardiaco cuando coges con las manos los sensores que registran y graban las pulsaciones del corazón.
Éstas son tres de las experiencias sensoriales envolventes que ofrecen las 10 obras incluidas en esta exposición de artistas latinoamericanos contemporáneos, cuyo trabajo está tan implicado con las nuevas tecnologías que resulta inseparable de ellas. Artistas que comparten tanto la pasión por las posibilidades creativas abiertas por la informática y por la robótica como un cierto cuestionamiento del impacto de las mismas en la conciencia y en los comportamientos humanos. Los une igualmente el hecho de que son una suerte de bandada de rara avis en un continente como América Latina donde la infraestructura científico-técnica, así como la investigación básica son todavía muy precarias, si se exceptúan hasta cierto punto los casos de México o de Brasil. Y donde la mayoría de los artistas que son sus contemporáneos limitan sus tratos con las nuevas tecnologías de la imagen al vídeo o a la fotografía digital. Artistas, en suma, situados en la tensa encrucijada donde se dan cita la revolución permanente de las tecnologías de la imagen, los desafíos de la investigación científica, el arte contemporáneo, la explosión informática, el juego, la invención, la crítica, el entretenimiento y, cómo no, el mercado y su globalización.
Pero aun con tantos puntos en común estos artistas no forman un conjunto homogéneo, tal y como lo advierte José-Carlos Mariátegui, el comisario de la exposición, que señala la existencia entre ellos de dos grupos: "En el primero", explica, "están los artistas que están trabajando en procesos de investigación similares a los de la investigación científica, y que por lo tanto son conscientes de que un proyecto determinado no cierra el proceso, que después de cada proyecto concluido la investigación continúa. En el otro grupo están los que aunque tienen un campo especulativo y de investigación, lanzan productos ya acabados, que tienen un valor de mercado, un valor artístico como obra per se".
Al primer grupo pertenecen decididamente Rejane Antoni y Daniela Kutschat, la pareja de investigadores brasileños que exponen OP_ERA: Haptics for the 5th dimension -la segunda de las tres mencionadas arriba- que no es una pieza aislada sino que hace parte de una línea de investigación iniciada en 1999 cuyo objetivo, según ellos mismos declaran, es "desarrollar plataformas multisensoriales para orientar conceptos espaciales". Se supone que el visitante, después de la experiencia de atravesar el cuarto a oscuras con la única orientación que ofrecen los sonidos que responden a sus movimientos, comprenda mejor que los espacios donde habitualmente nos movemos no están vacíos sino colmados por partículas atómicas en movimiento contra las que continuamente chocamos sin darnos cuenta. El proyecto OP_ERA se sitúa así en el límite entre las investigaciones que analizan objetivamente la interacción efectiva entre los cuerpos humanos y el espacio circundante y las piezas interactivas que intentan expandir nuestro conocimiento acerca de la naturaleza del espacio que nos rodea. Y es por esta razón por la que podría funcionar eficazmente en la sección didáctica de un museo de ciencias naturales. Como también podría hacerlo Proxemia, una instalación robótica interactiva ideada por la argentina Mariela Yeregui, en la que un conjunto de esferas de acrílico ruedan por el suelo de una sala oscura como globos de luz. Son pequeños robots autopropulsados que cuando se rozan entre sí o se rozan con un espectador cambian inmediatamente tanto de trayectoria como de color de la luz. Es evidente que esta obra aleccionaría a niños y adolescentes sobre el significado de proxemia, que es la disciplina que investiga las relaciones de cercanía y distancia entre los cuerpos fijadas por las distintas culturas humanas. De hecho, cuando se expuso en Buenos Aires los niños jugaron con las esferas como si fueran balones de fútbol.
Al grupo que está más orientado hacia el arte pertenece el mexicano Rafael Lozano-Hemmer, quien -como señala Mariátegui- "a pesar de tener un equipo de trabajo estable y desarrollar auténticos procesos de investigación lleva adelante obras que se quedan en un resultado tangible. Él está más ligado de hecho a los trabajos artísticos". Tanto que representó a su país en la pasada edición de la Bienal de Venecia con una extraordinaria exposición individual que, bajo el título paradójico de Hay cosas que pasan más veces que todo el tiempo, reunía en las salas del Palazzo Van Axel seis piezas entre las que se contaba Almacén de corazonadas, la instalación que asocia los latidos de corazón con 100 luminarias mencionada al comienzo de este artículo. Esta obra resulta, sin embargo, relativamente simple si se la compara con la complejidad de Frecuencia y volumen, una de las instalaciones de la muestra de Venecia, en la que los cuerpos de los espectadores se convertían en antenas de frecuencias radioeléctricas, que sintonizaban en tiempo real cualquiera de los 16 canales disponibles cuando se movían de un lado a otro y que aumentaban o disminuían el volumen de la señal recibida si se acercaban o se alejaban de la gran pantalla donde se proyectan sus sombras. La fábula del moderno Prometeo contada por Mary Shelley, reinterpretada en la película Terminator o en los replicantes de Blade Runner da un nuevo giro de tuerca en esta pieza de Lozano-Hemmer, en la que nos convertimos en la que los espectadores, que somos nosotros mismos, terminamos convertidos en cyborgs, o sea, en el acoplamiento indisoluble del hombre y de la máquina. El propio cuerpo es una antena sólo cuando se convierte en parte integrante de un circuito cerrado de emisión y recepción.
Pero quien se decanta aún más claramente que Lozano-Hemmer por las opciones artísticas es Mariana Rondón, una conocida realizadora de cine venezolana, que diseña obras como la que ahora expone y que es la primera de las mencionadas arriba. Se titula Llegaste con la brisa I.5 y como ya se dijo incluye una máquina que suelta burbujas al aire que antes de reventar sirven de pantallas efímeras. Ella asocia esta pieza con la entropía que amenaza los proyectos de la ingeniería genética de crear vida artificial, pero igual podría asociarse con la desaparición de las ilusiones en esta época de absoluta hiperrealidad. Si como decía Jean Baudrillard, "cuanto más nos acercamos a la perfección realista de la imagen, más pierde su potencia de ilusión", ¿por qué no poner en escena esa desilusión mediante un juego de pompas de jabón que se deshacen antes de que puedan ilusionarnos las imágenes que en ella se proyectan?
América Latina parece eternamente condenada a que la identifiquen con unos cuantos tópicos con los cuales José-Carlos Mariátegui está sin embargo en franco desacuerdo. "En esta muestra", afirma vehemente, "no hay ningún elemento que diga que es una muestra de latinoamericanos. No hay ningún elemento temático de ese estilo, ni ninguna referencia directa a los conflictos sociales o al contexto del subdesarrollo. Si algo hay, en cambio, es una preocupación bien importante por el explosivo crecimiento de información a escala mundial, que se espera que en 2010 sextuplique su volumen actual. Éste es un tema candente no sólo en Occidente sino también en las megalópolis asiáticas y en Ciudad de México, São Paulo, Buenos Aires...". Las piezas que abordan de manera más directa este problema son Divergencia. Diferente de cero, del argentino Mariano Sardón, y Ambiente de estereo realidad 4, de los peruanos Juan Carlos Martinat y Enrique Mayorga. En la primera, las palabras de prestigiosos textos artísticos, científicos y literarios proyectados sobre las páginas en blanco de dos libros se desordenan y dispersan cuando los espectadores aplauden o meten ruido de cualquier otra forma. En la segunda, unas impresoras imprimen flyers con las frases que produce la unión de "Tú" y "Ellos" con los resultados de la búsqueda aleatoria en Google de los términos "debería" y "deberíamos". Los flyers son dejados caer dentro del cubo donde está cada impresora cuando la frase está encabezada por "Tú" y son arrojados fuera del mismo cuando "Ellos" es el pronombre que encabeza la frase.
"Cuando tú manipulas la información como lo hacen estas dos obras", aclara Mariátegui, "puedes entender que la información a la que accedes normalmente ya ha sido, de una forma u otra, manipulada. Nunca vemos la información en bruto, siempre vemos una representación de la información".
En su empeño por apartarse las imágenes tópicas de América Latina, la exposición Emergentes deja por fuera una tema que sí es específicamente latinoamericano porque remite directamente a las características específicas de su geografía. "Es verdad que no hemos querido cuestionar los temas que normalmente se asocian con América Latina", afirma Mariátegui, "porque lo que queríamos era mostrar qué cosas son las que investigan los artistas que viven y trabajan allá y los que, aunque son de allá, no hacen su investigación en América Latina, como es el caso de Rafael Lozano-Hemmer, que trabaja en Canadá; el de Fernando Orellana, que trabaja en Nueva York; o el de Rodrigo Derteano, que trabaja entre Suiza y Alemania. Pero, en cambio, queríamos evidenciar que hay temas que no se investigan, entre los cuales el más importante es sin lugar a dudas el de la investigación biológica. Tomando en cuenta que estamos en un momento en el que en el mundo a la información se le concede el máximo valor, es lamentable que un tema que sí tiene que ver con nuestro continente porque tiene que ver con su geografía, con el hecho de que América Latina está situada en una zona geográfica donde el nivel de riqueza en información biológica es altísimo. Me parece que éste es un tema que ha sido pobremente investigado por los artistas incluidos en la exposición, que son más bien gente que tiene un pensamiento crítico. Cierto, hay algunos proyectos que hacen referencia al tema biológico pero que no inciden sobre esta problemática en América Latina, donde sí es un elemento que se podría politizar y se podría debatir. Hay un texto, incluido en el catálogo de la muestra del sociólogo brasileño Laymert García Dos Santos, que es uno de los primeros que ha hecho hincapié en la enorme importancia de la información y en la subvaluación, que se le da información genética, a la información biológica en América Latina, especialmente la del área amazónica. Esperamos que el ensayo de García Dos Santos contribuya a abrir ese debate", concluye Mariátegui.
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