Hoy el suplemento Luces del diario El Comercio publica una entevista de Enrique Planas al escultor Haroldo Higa en relación a la nueva individual del artista que, desde el miércoles próximo, estará presentándose en la galería Vértice.
...............
ENTREVISTA. Haroldo Higa
El lado oscuro del corazón
Por Enrique Planas
EL AMOR, COSA TAN RARA: UNO DE LOS MÁS COMPLEJOS ESCULTORES PERUANOS NOS OFRECE UNA APASIONADA MUESTRA EN CLAVE POP. EN LA GALERÍA VÉRTICE, "LOVE" NOS DESCUBRE DISTINTOS ASPECTOS DE LA RELACIÓN DE PAREJA
Su muestra se titula "Love". Así de simple. Sin embargo, en las esculturas de Haroldo Higa (Lima, 1969) nada es lo que parece. Desde que a mediados de los noventa el artista sorprendiera con sus lúdicas y estridentes esculturas en madera, su producción se ha caracterizado por descubrir su yo interno, su mundo fantástico, perversamente infantil. Hoy, el escultor cambia de registro, atreviéndose a encarar el amor como concepto.
"Es una exposición colectiva de mí mismo", advierte Higa. ¿Qué quiere decir? Pues que en cada obra ha querido reflexionar sobre el amor saltando a puntos de vista completamente distintos, intentando no repetir, formalmente, ninguna de sus obras. "Creo que sería un error repetir una forma o una técnica en una muestra como esta. He querido hacer un abanico, buscar todos los matices del tema".
A partir del miércoles, al entrar a la galería Vértice de San Isidro, el espectador se sorprenderá al encontrar, a la entrada, un corazón convertido en la esfera de espejos que cuelga de toda discoteca. Gran metáfora del enamoramiento, espejitos brillantes que reflejan la ilusión, la fantasía, lo que solo existe mientras dura el entusiasmo y la música no se detiene. Así, desde la frivolidad, lo banal, lo efímero, Higa encuentra significados que nos asombran por su profundidad. Esculturas cuya densa y terrible verdad aparece desde lo que, a primera vista, no muestra mayor pretensión.
En "Love", podríamos hablar del triunfo del arte pop. Le sacas la vuelta a un tema como el amor, tan manido que pareciera haber perdido su sentido...
Eso es lo bacán. Cuando comencé a reflexionar antes de iniciar el trabajo, partí de la pregunta: ¿Qué es el amor y cómo es? Me pareció tan fácil resolverla, creí a priori que la respuesta sería inmediata. Sin embargo, no encontraba una respuesta reduccionista acerca de algo tan grande y profundo. Por otro lado, hablando del pop, este año hemos tenido en Lima una sucesión de propuestas de este estilo enorme. Y los fanáticos dirán con esta muestra: "¡El pop no ha muerto!". Creo que todo se recicla.
¿Es una búsqueda consciente buscar siempre salir con algo distinto en cada muestra tuya?
No es una pretensión de querer destacar frente al resto. Es una actitud frente a la obra de arte. Desde hace años, la idea del "estilo artístico", es algo que no quiero usar ni siquiera en las conversaciones con los amigos. Creo que el estilo, en vez de ser una marca distintiva, es un traje carcelario. El estilo, en vez de definirte, termina matándote. En vez de pensar en tener seguridad, uno debería preocuparse por no repetirse constantemente. Creo que el proceso creativo debe ser la posibilidad libre de poder observar y decir qué es lo que estoy haciendo y cómo puedo seguir buscando mejores herramientas y ampliar más las posibilidades creativas, formales.
Siempre se acusa a las galerías y al sistema de comercialización del arte de obligar al artista a mantenerse en un estilo. ¿Pero cuán responsables no son también los amigos? ¿No terminas trabajando para ellos?
Totalmente. Al final, toda obra se consume, es un producto que se oferta y crea una demanda. Creo que, en algún momento de mi corta vida profesional, he sentido que tanto a los galeristas como a los amigos les interesa que te aferres a un estilo. Creo que uno siempre tiene el espíritu de nadar a contracorriente, creer que es posible otra cosa para no encasillarte. Es una manera de revelarme. Pero sí, el entorno siempre te pide mostrar una sola faceta.
Nunca tus trabajos han tenido una sola cara. Cada pieza tiene una dualidad, incluso contradictoria. En tus juguetes, por ejemplo, una primera mirada nos hacen pensar en el recuerdo infantil y la nostalgia, pero siempre hay marcas que contradicen esa pureza. Ahora muestras brazos de muñecas que al inicio generan ternura pero cuyas cicatrices resultan perturbadoras.
Es una característica que se reitera en mi trabajo. Siempre he creído en una segunda mirada más allá de la superficial, del efecto inmediato. Me gusta jugar con esa segunda mirada que busca exigir al espectador, hacerlo descubrir lo que uno ha querido decir en un detalle. En esa obra, "Cicatrices de muñeca", se trata de un momento de la exploración del amor de la muestra. Para ser un conocedor del amor, para dar testimonio de un amor maduro, debo saber qué es lo que debe pasar en mí. Y por ello debo tener las huellas de ese proceso de crecimiento. ¿Y cuáles son ellas? Pues las que uno se inflige. Son heridas que deben cicatrizar, pues siempre hay una posibilidad de sanación. Yo no conozco las estadísticas de muerte por cortarse las muñecas, pero con ello pretendo decir que, en ese juego, la cicatriz nos dice que queremos morir por algo. En este caso, "cortarse las muñecas" es una muestra de cómo me gusta mucho construir no solo con formas y color, sino también con palabras. Intento manejar el sentido contradictorio de las palabras como un potencial.
¿Analizar el amor es también una forma de matar la inocencia?
Claro. Una mirada rápida de la muestra podría decir que habla del amor de pareja. Creo que el amor maduro, ideal, es una suerte de alivio para escapar de la soledad y sentirnos parte del otro, sin perder nuestra individualidad. Pero hay otra clase de amor, que tiene que ver con las patologías neuróticas del amor, relaciones conflictivas, donde uno muestra todos sus problemas que no han sido resueltos. Esa clase de amor resulta una forma obsesiva de paliar la ausencia y la soledad. La gran búsqueda obsesiva del amor es, en el fondo, una búsqueda por resolver un problema de soledad.
¿Con una muestra como esta, cómo se podría definir tu obra? ¿Escultura o instalación?
Hoy, que está de moda llamarse artista visual, yo siempre digo que, formalmente, soy un artista plástico. Esa es mi formación. Y sí, me considero un escultor. Un escultor que cree en nuevas posibilidades escultóricas, que deja de lado los materiales tradicionales. Creo que existen posibilidades comunicativas en los materiales que el mundo moderno nos ofrece, en los materiales perecibles. Lo importante es sacar ese gran peso académico, que el artista sepa aprovechar lo que está allí, a la mano. Lo que ahora digo ya se ha dicho hace ochenta años, cuando los primeros cubistas hacían collages con papel periódico recortado. Pero aquí todavía sentimos un poco de miedo de seguir ese camino. Sin embargo, creo que los artistas más jóvenes ya tienen esa vocación.
A ti sí te fue muy difícil convencer sobre eso a tus maestros de la Universidad Católica...
Sí, fue algo muy difícil. Ahora soy profesor de la Católica, aunque no estoy en el Departamento de Escultura. Me siento muy cómodo en los cursos que me han invitado a participar. Percibo que siempre hay miedo al cambio, y lo entiendo. Yo también lo tuve cuando empecé a cambiar en mi obra. Es un sentimiento muy natural. Pero para darnos cuenta de que las cosas están cambiando hay que ver un poquito las cosas desde fuera.
Uno de esos lugares donde viste "las cosas desde fuera" fue el Japón. Esa experiencia marcó tu trabajo?
La experiencia en Japón me enriqueció y empobreció a la vez...
¿Cómo así?
Ser nikkéi es ser doblemente pobre y doblemente rico. Llevas lo bueno y lo malo de ser japonés y ser peruano a la vez. Cuando llegué a Japón descubrí toda la información que recordó las historias y vivencias de mis abuelos de Okinawa. Allí me di cuenta de que no era okinawense ni tampoco completamente peruano. Sé qué significa tener esos dos polos. Quizás algo de eso tiene esta muestra, mostrar lo bueno y lo malo que hay en uno mismo.
¿Y esta locura pop que vive Japón influyó en tu trabajo?
El resurgimiento del arte pop en Japón con un movimiento como Superflat, liderado por Takashi Murakami, muestra cómo Japón está viviendo en el arte un momento muy importante. Es algo parecido a lo que sucedió en Estados Unidos cuando apareció Jacson Pollock, el primer artista estadounidense de éxito. Recién hoy Japón cree que tiene su propio arte pop, genuino,nacido de la cultura del manga y de la cultura de masas. Es la televisión nipona la que ha hecho el arte pop. A partir de eso, están haciendo una pintura muy plana, y toda una juguetelandia escultórica. Pero Japón tiene también una parte muy tradicional y académica que no es tan interesante.
¿Al final del trabajo, "Love" te ha cambiado en algo? ¿Ha respondido tus preguntas?
Empecé preguntándome qué es y cómo es el amor. Y terminé con la misma pregunta, casi sin poder resolverla. La primeras reflexiones sobre esta muestra comenzaron hace dos años y el desarrollo formal hace año y medio. En realidad, si yo tuviera dos años más para seguir trabajando, quizás haría otras 20 obras más, buscando los matices del amor.
[foto: Sebastián Castañeda]
No hace mucho Jorge Villacorta dijo en un charla que el pop o, en todo caso, las obras con referentes pop han saturado nuestra escena artística. Claro, fue en un contexto en el que debía hablar sobre "arte relacional", pero así y todo fue divertido escuchar eso. Tal vez sería interesante pensar en los trabajos de Haroldo desde otras perspectivas. Por ejemplo, la cuestión de la escala, para el caso de las piezas negras que estuvieron en Urbe & Arte, o aquella vuelta de tuerca sobre lo artesanal. Bueno, espero ver una narrativa sobre el amor que pervierta al pop tanto como el propio Villacorta lo hizo en entrañable Cubo Blanco-Flexi Time,una fiesta para iniciados...
ResponderBorrar