Territorios digitales
por: Diego Otero
Bajo la curaduría de Jorge Villacorta y José Carlos Mariátegui, el Centro Cultural de España viene presentando Videografías Invisibles, una amplia antología de videoarte latinoamericano realizado entre el 2000 y el 2005.
Como señalan los curadores de la muestra, el Videoarte en Latinoamérica ha alcanzado solidez a partir de la década del noventa, con la aparición de una variada camada de artistas íntimamente familiarizados con los formatos electrónicos. Solo que, como es obvio, se trata de una gama impresionante de propuestas estéticas y postulados críticos que, salvo en el caso aislado de Brasil y Argentina, no representan un lugar significativo en el panorama global del media art. Así, el objetivo de Videografías Invisibles es precisamente develar -bajo un orden que permite extrapolar sentidos y contradicciones- estas manifestaciones audiovisuales en lugares como Bolivia, Ecuador, Cuba, Perú o Costa Rica. El punto de partida del trabajo curatorial es lo suficientemente amplio e inteligente. Dicen Villacorta y Mariátegui en la introducción del catálogo: "Si algún tipo de integración existe en América Latina, fuera de los tratados políticos nominales, es por efecto de los media: una integración que proviene de los noticiarios, de los videoclips, de las telenovelas y de todas las producciones enlatadas que se comercializan dentro de América Latina". Es decir, el formato audiovisual y sus recursos expresivos son parte sustancial -y catalizador- de nuestra estructuración simbólica del mundo, de modo que acercarse al trabajo que están realizando los artistas en este formato no es solo pertinente, es urgente.
SE ABRE EL TELÓN
Dividida en cinco categorías (que son útiles para la exhibición pero también para establecer puntos de contacto o negación), la muestra empezó la semana pasada con la proyección del primer grupo de trabajos, denominado Música para los ojos. Se trata de un conjunto de videoclips realizados en la intersección entre carencia de recursos y estrategias formales ya ampliamente recorridas por el filón más comercial (MTV y todos sus epígonos) del formato. Destacan, por ejemplo, trabajos como El telón, del cubano Orlando Galloso, que recurre a los códigos del periodismo escrito para revelarnos, de pronto, el movimiento de un personaje fotografiado que toma entre sus manos una granada. El telón opone la animación a la quietud de la noticia impresa, y transgrede sus límites con imágenes afiladas, urgentes. El segundo conjunto de videos ha sido denominado Ejercicios contra el olvido. Y cubre un rango amplio y variado de propuestas que se hacen imprescindibles, en términos sociales, en la Latinoamérica de hoy: todas inciden en el hecho de constatar lo que se ha perdido y consolidar lo que queda, para no perderlo. Dos, del peruano Carlos Runcie Tanaka, es un ejemplo notable. A partir de una edición en paralelo, se presentan dos acciones que activan memorias culturales vastas y complejas. Una cámara se centra en unas manos que pliegan un cangrejo de origami y otra en los pequeños golpes que reciben las piedras de sillar para dejar ver unas esferas producidas por efecto natural. Entre ambas acciones, el artista ubica una tensión identitaria que es reflexión y testimonio a la vez.
HÁBITAT IMAGINARIO
Los dos últimos conjuntos de la muestra, que se exhibirán esta semana (ver recuadro), son acaso los más interesantes. Hábitat (medial) reúne un grupo de videos que opera críticamente sobre la realidad al hacer del medio un espacio en sí mismo, construido sobre la inevitable ficción del encuadre. Aquí destacan trabajos como Orisa, de los colombianos Fernando y Diego Arias. El video, que es un crossover de documental, performance, danza, y ficción, habla de las tragedias de una comunidad de desplazados por la violencia pero con la sintaxis de sus propios miedos y esperanzas, que son puestos en escena por los mismos pobladores y por los videastas, en un diálogo rico, tenso, cargado de sentidos. El ciclo se cierra con Imaginario actuado, que reúne un grupo de videos que intentan recuperar la voluntad de humor o juego en el arte. En Fire-men, por ejemplo, la boliviana Narda Fabiola Alvarado realiza una prueba aparentemente absurda: una mano de mujer intenta encender un fósforo sobre un cintillo de caja de fósforos adherido al pecho de un grupo de hombres desnudos. A los hombres no se les ve el rostro, de modo que la secuencia termina luciendo como un juego de poder, sensualidad y riesgo, pero en clave de sutil parodia. La mano femenina, aparentemente delicada, parece manipular los hilos nerviosos de un grupo de hombres que se exhiben vulnerables y pasivos. Y todo en apenas cuatro minutos. (D.O.)
Como señalan los curadores de la muestra, el Videoarte en Latinoamérica ha alcanzado solidez a partir de la década del noventa, con la aparición de una variada camada de artistas íntimamente familiarizados con los formatos electrónicos. Solo que, como es obvio, se trata de una gama impresionante de propuestas estéticas y postulados críticos que, salvo en el caso aislado de Brasil y Argentina, no representan un lugar significativo en el panorama global del media art. Así, el objetivo de Videografías Invisibles es precisamente develar -bajo un orden que permite extrapolar sentidos y contradicciones- estas manifestaciones audiovisuales en lugares como Bolivia, Ecuador, Cuba, Perú o Costa Rica. El punto de partida del trabajo curatorial es lo suficientemente amplio e inteligente. Dicen Villacorta y Mariátegui en la introducción del catálogo: "Si algún tipo de integración existe en América Latina, fuera de los tratados políticos nominales, es por efecto de los media: una integración que proviene de los noticiarios, de los videoclips, de las telenovelas y de todas las producciones enlatadas que se comercializan dentro de América Latina". Es decir, el formato audiovisual y sus recursos expresivos son parte sustancial -y catalizador- de nuestra estructuración simbólica del mundo, de modo que acercarse al trabajo que están realizando los artistas en este formato no es solo pertinente, es urgente.
SE ABRE EL TELÓN
Dividida en cinco categorías (que son útiles para la exhibición pero también para establecer puntos de contacto o negación), la muestra empezó la semana pasada con la proyección del primer grupo de trabajos, denominado Música para los ojos. Se trata de un conjunto de videoclips realizados en la intersección entre carencia de recursos y estrategias formales ya ampliamente recorridas por el filón más comercial (MTV y todos sus epígonos) del formato. Destacan, por ejemplo, trabajos como El telón, del cubano Orlando Galloso, que recurre a los códigos del periodismo escrito para revelarnos, de pronto, el movimiento de un personaje fotografiado que toma entre sus manos una granada. El telón opone la animación a la quietud de la noticia impresa, y transgrede sus límites con imágenes afiladas, urgentes. El segundo conjunto de videos ha sido denominado Ejercicios contra el olvido. Y cubre un rango amplio y variado de propuestas que se hacen imprescindibles, en términos sociales, en la Latinoamérica de hoy: todas inciden en el hecho de constatar lo que se ha perdido y consolidar lo que queda, para no perderlo. Dos, del peruano Carlos Runcie Tanaka, es un ejemplo notable. A partir de una edición en paralelo, se presentan dos acciones que activan memorias culturales vastas y complejas. Una cámara se centra en unas manos que pliegan un cangrejo de origami y otra en los pequeños golpes que reciben las piedras de sillar para dejar ver unas esferas producidas por efecto natural. Entre ambas acciones, el artista ubica una tensión identitaria que es reflexión y testimonio a la vez.
HÁBITAT IMAGINARIO
Los dos últimos conjuntos de la muestra, que se exhibirán esta semana (ver recuadro), son acaso los más interesantes. Hábitat (medial) reúne un grupo de videos que opera críticamente sobre la realidad al hacer del medio un espacio en sí mismo, construido sobre la inevitable ficción del encuadre. Aquí destacan trabajos como Orisa, de los colombianos Fernando y Diego Arias. El video, que es un crossover de documental, performance, danza, y ficción, habla de las tragedias de una comunidad de desplazados por la violencia pero con la sintaxis de sus propios miedos y esperanzas, que son puestos en escena por los mismos pobladores y por los videastas, en un diálogo rico, tenso, cargado de sentidos. El ciclo se cierra con Imaginario actuado, que reúne un grupo de videos que intentan recuperar la voluntad de humor o juego en el arte. En Fire-men, por ejemplo, la boliviana Narda Fabiola Alvarado realiza una prueba aparentemente absurda: una mano de mujer intenta encender un fósforo sobre un cintillo de caja de fósforos adherido al pecho de un grupo de hombres desnudos. A los hombres no se les ve el rostro, de modo que la secuencia termina luciendo como un juego de poder, sensualidad y riesgo, pero en clave de sutil parodia. La mano femenina, aparentemente delicada, parece manipular los hilos nerviosos de un grupo de hombres que se exhiben vulnerables y pasivos. Y todo en apenas cuatro minutos. (D.O.)
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PARA SEGUIR LA VIDEOGRAFIA
Martes 19 (4:30 pm.) Ejercicios contra el olvido: Paseante (Javier Cambre, Puerto Rico), Memorias del hijo del viejo (Enrique Castro, Panamá), Memorias del porqué (Edgar León, Costa Rica). Habitat (medial): Mal de amores (María José Cuevas, México), Nos vale verja (Los artistas de la gente, Honduras), Cada respiro (Glenda León, Cuba), Orisa (Fernando y Diego Arias, Colombia). Miércoles 20 (4:30 pm.). Imaginario actuado: Fire-men (Narda Alvarado, Bolivia), Tus tortillas mi amor (Sandra Monterroso, Guatemala), Singular solitario (Donna Conlon, Panamá), El tiburón Franquejten (Carlos Quintana, Venezuela).
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[Publicado hoy en el Suplemento Dominical del diario El Comercio / imagen: Lucas Bambosi, de la serie Postales, 2000-2003]
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