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Viajar en la punta del lápiz
por Diego Otero
Descomposición del paisaje, la muestra de Gilda Mantilla y Raimond Chaves que se puede ver en el Centro Cultural de España, es uno de los proyectos más estimulantes que se han visto en Lima en los últimos meses. Viajar y dibujar como formas paralelas y complementarias de conocer y cuestionar.
Dos artistas recorren y dibujan Sudamérica
Visto desde lejos, el trabajo es un 'proyecto en curso' que lleva por título Dibujando América, y que consiste en la unión, simbólica y física, de una serie de puntos distantes de Sudamérica. Viajar y dibujar como dos modos de unir puntos. Ese es el nervio de todo. Gilda Mantilla y Raimond Chaves, en efecto, han viajado, por tierra y con calma, desde Caracas hasta Lima, atravesando todo Colombia y Ecuador, y deteniéndose a dibujar paisajes físicos y paisajes mentales; imágenes vivas o imágenes impresas; sensaciones, detalles, vislumbres.
Lo que se puede ver en el Centro Cultural de España lleva por título Descomposición del paisaje, y es el resultado visual de lo vivido en ese viaje; también de lo reflexionado y trabajado en el taller, luego de un necesario periodo de asimilación. Pero no solo eso. Descomposición del paisaje es sobre todo el punto final de Dibujando América, que ha constado de un viaje más (al límite entre Venezuela, Perú y Brasil), y de una serie de exposiciones (que han ido alimentando y enriqueciendo el trabajo) en Madrid, en Valladolid y en la última Bienal de Sao Paulo.
En Descomposición del paisaje el dibujo es un método de reflexión crítica más que un formato particular de registro o un documento. "Nos gusta dibujar, creemos que esta actividad subyace a todo lo que hacemos como experiencia y herramienta de conocimiento. Ese unir puntos es lo que nos permite construirnos una imagen del mundo y quizá también pueda permitirnos repensarlo o imaginarlo de otras formas", dicen Mantilla y Chaves en la página web de Dibujando América (
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Descomposición del paisaje se recorre como una road movie; como una película plasmada por un director hábil, con recursos, que imprime distintos ritmos al relato, que detiene la marcha, que se concentra en detalles, que a veces, simplemente, decide dejar el contexto y acercar la imagen violentamente al papel, volviéndola una abstracción sugestiva; una promesa de paisaje. Otra cosa: en Descomposición del paisaje cada habitación del espacio opera como una secuencia, como un capítulo del relato; un relato que, sin embargo, nos escamotea su argumento constantemente. (Y nos lo escamotea para que leamos entre líneas, para que nuestra participación sea activa, complementaria, reflexiva).
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Mantilla y Chaves recorrieron estos territorios durante cien días, con libretas de dibujo, lápices, plumones, grabadora, cámara de fotos y computadora portátil. De modo que sus aproximaciones han sido cálidas, físicas -el trazo inmediato sobre el papel- pero también distanciadas, procesadas por la tecnología, la memoria o el diálogo con otras personas. Así, Descomposición del paisaje es, entre otras cosas, una reflexión sobre la propia producción de imágenes en el mundo contemporáneo. ¿Qué se dice a la 'velocidad' del lápiz?, ¿cómo 'leemos' una imagen cuando ha sido 'traducida' de una noticia periodística o de una cámara de fotos a un boceto en una libreta? Y sobre todo, ¿cómo -y por qué- se han generado los tópicos visuales de los distintos territorios recorridos?
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Uno de los puntos sobre los que se sostiene Descomposición del paisaje es la noción de mapa. Conforme realizaban el recorrido, Mantilla y Chaves adquirían mapas escolares de cada localidad y reinterpretaban sus particularidades: sus clichés o sus vacíos de sentido, sus tintes políticos, sus remanentes simbólicos. Los mapas que se ven en la exposición son la lectura personal de esos otros mapas; una lectura que, con ironía pero también con ternura y compasión, traza una cartografía alterna, dulcemente subversiva.
El viaje de Descomposición del paisaje es un viaje físico, pero también un viaje mental y emocional. Mantilla y Chaves recorren, en efecto, carreteras, ciudades, pueblos pequeños, pero también conversaciones, lecturas, imágenes, mitos, noticias, recuerdos. Todo cabe en el proyecto, lo importante es que ayude a la fluidez, a la sensación de recorrido, de proceso. (Mantilla y Chaves reconocen el trabajo de Fernando Bryce como un referente ineludible, pero mientras Bryce apela a la rigurosidad de la bibliografía, al análisis mimético de documentos, ellos disponen su centro de gravedad en la libertad y la flexibilidad; en el contacto y la travesía).
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Si Joseph Beuys hablaba de la 'escultura social' para reflexionar sobre los procesos artísticos en los que el público se iba haciendo parte de la obra, en Descomposición del paisaje acaso podamos hablar de una especie de 'instalación de travesía', en la que el viaje y sus implicancias -sociales, políticas, ecológicas, etcétera- van conformando el núcleo de sentido. En ese contexto, Descomposición del paisaje no es un proyecto de Gilda Mantilla y Raimond Chaves strictu sensu, sino el resultado de una serie de encuentros y desencuentros de muchas personas.
En Descomposición del paisaje hay también un comentario sobre el rol de los propios artistas en el engranaje discursivo, lo que se refleja en una cierta distancia que le hace bien al tono del conjunto. Se trata de una serie de imágenes notables, que son mordaces y risueñas al mismo tiempo, y que inciden en la actitud -atenta, humilde, realista- de la pareja creadora. Una de esas imágenes muestra, como en un primer plano, un pie de mujer calzando unos tacones delicados y oscuros sobre un paisaje entre agraz y burdamente bucólico; un pie que camina sin doblarse, pese a todo.
Saludos Miguel,
ResponderBorrarmi nombre es Juan Carlos Reyna y te escribo desde México.
Estoy arrancando en Tijuana una revista sobre política y arte contemporáneo, circulará en México y en algunas ciudades de EU.
Me gustaría que pudieras colaborar.
Hay algún e mail al que te pudiera escribir?
jc.reyna@florcanibal.com