A sus casi 80 años, Teresa Burga tuvo una presentación destacada en la Bienal de Venecia titulada "Todos los futuros del mundo", bajo la curaduría del nigeriano Okwui Enwezor. Burga llevó a este evento obra de los años 70 pero también obra reciente, y su presencia se hizo posible gracias al compromiso de PROM-PERÚ, quien apoyó el desplazamiento de la artista hasta Italia.
Este año Burga presenta también una exposición individual titulada "Estructuras de aire" en el MALBA, uno de los museos más importantes de América Latina. Coloco un extracto de la publicación del catálogo que acompaña a esta última exposición y como homenaje al bueno año de Teresa en el panorama internacional. Aquí Teresa habla en primera persona de su experiencia de retornar a las escenas del arte contemporáneo luego de más de dos décadas de ausencia. La entrevista completa se puede leer en el catálogo del MALBA.
........
Este año Burga presenta también una exposición individual titulada "Estructuras de aire" en el MALBA, uno de los museos más importantes de América Latina. Coloco un extracto de la publicación del catálogo que acompaña a esta última exposición y como homenaje al bueno año de Teresa en el panorama internacional. Aquí Teresa habla en primera persona de su experiencia de retornar a las escenas del arte contemporáneo luego de más de dos décadas de ausencia. La entrevista completa se puede leer en el catálogo del MALBA.
........
“Lo más cerca posible del azar”[1]
Una conversación con Teresa
Burga
Por Miguel A.
López (Curador)
Miguel A. López:
Tú trabajo está recibiendo mucha atención en el momento actual.
Teresa Burga: Sí, a mi me ha sorprendido la atención que está
teniendo, pero en realidad mucho de todo ello viene del exterior ya que en el
Perú siento que todo sigue bastante igual. Eso es algo que no me explico, nunca
me he explicado por qué tanto rechazo ante mi obra. Una suerte de menosprecio,
siempre lo he sentido pero no me lo explico.
M. Yo lo que
creo es que existe un historiografía local muy frágil y eso hace que muchos no
sepan que es lo que ha ocurrido en nuestro pasado inmediato…
T. No lo se. Pero fue por eso que
cuando Emilio Tarazona y tú fueron a la casa a preguntar por mí, diciendo que
les interesaba conversar conmigo y revisar mi obra no les creí nada.[2] Finalmente accedí pensando
“bueno pues, que pasen y vamos a ver qué resulta”, pero yo de verdad estaba
convencida que no había nada que recuperar. Fue
todo un proceso. De hecho recién ahora he empezado a observar una serie de
cosas que no veía en mi propio trabajo. Sobre todo ver la última exposición que
hicimos en el Württembergischer Kunstverein Stuttgart en 2010, con tanta obra
reunida y tan bien montada, es muy diferente, te cambia la perspectiva.
M. Hay muchas
cosas que tú hacías sin tener la voluntad de que sean obra de arte.
T. Yo creo que para que la obra
sea “obra” tú no tienes que generarla como obra. En el momento en que piensas
en generarla como obra ya se murió, en el momento en que tú dices: “esta es la
obra”, ya se acabó. Tienes que generarla como no-obra. Vuelves a generar otra y
otra pero siempre pensando en no terminar. Además el arte no es algo que vas a
hacer bonito para vender. A veces siento que cuando haces un arte que no es
para vender es como si estuvieras atacando. Me parece curioso pero yo creo que muchos
se sienten atacados.
Suena contradictorio pero cuando comencé a trabajar en
arte en los años 60, cuando estaba en la escuela, todo lo vendía. Hablo de la
época cuando hacía “expresionismo contenido”, como a veces dice Emilio Tarazona,
porque era lo contrario al expresionismo tradicional, desbordado, dramático,
emocional... No era el expresionismo festivo de las pinturas de Víctor Humareda
digamos.[3] En ese primer momento todo
se vendía bastante bien, era bastante aceptada, salía mucho en la prensa. Pero
en el momento en que me empecé a alejar de las artes tradicionales para hacer
lo que yo quería ya no era tan simpática. Cuando empiezo a romper lo figurativo,
a poner papeles, recortes de periódico en el lienzo y lentamente me voy al
objeto, ahí ya dejo de ser tan encantadora para un sector del ámbito artístico.
Te estoy hablando de la etapa en que integro el grupo Arte Nuevo (1966-1967),[4] en donde produzco una
serie de piezas pop caladas al estilo de afiches recortados, y en ese época los
afiches para muchos eran la antítesis del arte. Y bueno, en ese momento es que
comienza a marcarse cierta distancia, y que finalmente termina en un ninguneo
que es lo peor que te pueden hacer, porque si te critican al menos te dieron algo
de fama pero si no te critican ni hablan de ti se va muriendo lentamente el
interés.
M. Pero cuando
el grupo Arte Nuevo nació en 1966 a través de una reivindicación del pop, del
happening y de las ambientaciones, declarando que el arte reciente era un arte
de las cosas y de lo inmediato, se armó una polémica muy grande…
T. Sí, pero tengo la sensación
de que la polémica fue muchas veces alimentada por habladurías, por lo que se decía,
muchos artistas y críticos se fueron contra nosotros tal vez sin saber lo que
estábamos realmente haciendo. A mí esa parte del arte no me interesaba. El arte
es una cosa y los ataques gratuitos son otra. Siempre me digo: “tú haz tu
trabajo y se acabó”. Lo importante es que lo que estás haciendo es algo que
realmente quieras hacer, si eso es así entonces simplemente tienes que hacerlo.
Yo desde la universidad estaba medio en pleito porque
en la Católica hay varios cursos de pintura al óleo, y todos tienen que hacer óleo
y aprender a armar su paleta. No sé si seguirán todavía. La paleta yo jamás la
hice porque me pareció inconcebible perder mi tiempo poniendo las pastitas por
aquí y por allá; y el óleo me fastidió toda mi vida porque es pegajoso, te
ensucia, y nunca seca porque Lima es demasiado húmeda. Entonces uno tenía que
estar llevando al taller una secadora, una estufa... Yo no tenía paciencia para
estar esperando a que seque ese óleo para ponerle recién la segunda mano, se
ensuciaba todo. Entonces agarré unas latas de pinturas látex para pared marca
“Tekno” y con eso empecé. ¡Qué rapidito pintaba! Y al final simplemente le ponía
un poquito de óleo por aquí y otro poquito por allá. Algunos me decían “eso no
es óleo”, y yo respondía “pero igualito se ve”. “Se va a caer” me decían otros,
y hasta ahora están ahí las pinturas enteritas. No se han caído porque es
pintura de pared. Y es que en realidad al final el dibujo estaba bien, las
obras estaban bien resueltas. Ya te imaginas que desde ese momento yo ya no estaba
siendo muy simpática, pero uno tiene que hacer lo que tiene que hacer aunque eso
no le guste a otros. Aunque también, si te gusta mucho lo que estás haciendo,
duda.
M. ¿En qué
momento decidiste irte del Perú?
T. Terminando la universidad me
vinculé al grupo Arte Nuevo durante dos años (1966-1967), y luego de eso viaje
a Chicago en 1968 pero realmente yo no decidí irme del Perú. En esos momentos unos
amigos me dijeron: “Están dando unas becas Fullbright, ¿por qué no postulas,
tal vez resulta que te vas?”. “Ah bueno” dije, y fue lo mejor porque en cierto
momento empecé a sentir que no había mucho que hacer. Y así fue que me presenté
a la beca. No recuerdo bien como era el procedimiento pero la universidad tenía
un rol importante y sucedió que la Católica presentó a otra persona, a un amigo
mío, pero de cualquier forma yo presenté mi papel y finalmente llegó a las
personas que elegían los becarios en Estados Unidos. Y creo que luego de la
deliberación finalmente ellos dijeron: “Preferimos a esta artista frente al
otro que viene sólo a hacer grabado”. Recuerdo que yo presenté un proyecto donde
declaraba mis intenciones que hacer arte experimental. Quizá entonces no sabía del
todo bien que exactamente era el arte conceptual y el arte no-objetual, pero
esas eran las cosas en las que estábamos metidos en Lima entonces y fue lo que
presenté. Y me mandaron de frente al sitio donde estaban todos lo que hacían
este tipo de arte: la Escuela del Instituto de Arte de Chicago, y ahí me enteré
de todo un gran movimiento de arte conceptual...
1968
M. Tu viaje a
Chicago fue justo antes del golpe militar del general Velasco que ocurre en
octubre de 1968 en el Perú y que tendría consecuencias en el plano social y
cultural…
T. Sí. Curiosamente yo conocía a
muchos militares dado que mi padre tenía esa formación e incluso había sido
agregado naval en París.[5] Conmigo no tuvieron ningún
problema porque yo nunca los ataqué de forma directa. Por ejemplo, en 1974 hice
el proyecto multimedia 4 mensajes en
el Instituto Cultural Peruano Norteamericano (ICPNA), que era un juego sobre el
lenguaje y los significados pero que de alguna manera aludía a la situación de
la telecomunicación en momentos donde los canales estaban siendo expropiados,
pero ellos no se enteraban, era muy difícil darse cuenta. Tanto fue así esa singular
convivencia que para la inauguración de la exposición Autorretrato. Estructura. Informe. 9.6.72 en 1972, en la cual presento
un análisis médico de mi persona, fueron los propios ministros, la esposa del
general Velasco, la mamá, la tía, todititos, con seguridad del Estado.[6] Fue similar a cuando el
entonces democráticamente elegido presidente Fernando Belaunde asistió a la
inauguración del proyecto Perfil de la
mujer peruana que hice con Marie-France Cathelat en 1981, una gran
investigación sociológica sobre el papel y los modos de participación de la
mujer de clase media en la ciudad. Recuerdo que Belaúnde apareció con todos sus
ministros, y naturalmente también vino la Seguridad. Entraron, vieron la obra, se
quedaron curiosos, creo que hasta felices… Pero ese éxito inicial contrastó
siempre con la recepción general y el poco tiempo que estuvieron expuestas: 4 mensajes se exhibió poco más de una
semana, Perfil de la mujer peruana con
las justas llegó al mes, y Autorretrato
fueron sólo dos semanas. Más era el tiempo que una se tardaba en montar…
Pero volviendo al contexto militar, recuerdo que
cuando fui a presentar una primera versión de 4 Mensajes como propuesta para participar del Festival INKARI que
organizaba un organismo del gobierno (SINAMOS – Sistema Nacional de Apoyo a la
Movilización Social), donde habían generales y coroneles, les dije: “aquí está
mi obra”, y ellos me replicaron: “nosotros queremos obra ´peruana”. “¿Y qué es mi
obra?” les respondí. “No tiene sentido peruano” me dijeron. “Ah, bueno”.[7] En ese momento un número
importante de las propuestas que el gobierno podía promover eran imágenes de
campesinos o bodegones con fruta. ¡Nunca vi tanta fruta dibujada! Todos mis
amigos pintaban frutas, se volvieron unos expertos. ¡Qué horror!
M. Claramente
el retorno a una Lima en 1971 bajo el régimen militar significó un cambio
drástico para ti luego de la efervescencia experimental que vivías en Chicago,
y según lo que dices marcaba también ciertos límites para tu propia producción.
¿En ningún momento pensaste en residir allá?
T. Yo no podía quedarme en
Estados Unidos porque el Perú me necesitaba. No es chiste. Recuerdo que estaba
en una reunión en la casa de una amiga en Washington con varios invitados,
entre ellos el Ministro de Educación de Colombia. Esta persona justamente estaba
creando una escuela de arte o algo
parecido, y me pidió que vaya para colaborar con ellos. Entonces un delegado
ministerial del Perú que también estaba allí le dijo: “¿Cómo es posible que te
quieras llevar a Teresa cuando el Perú la necesita?”. Y yo le dije: “Pero si en
el Perú no me van a dar trabajo, no me van a dar nada como artista. En cambio,
él me está ofreciendo ingresar a una universidad seria y a un sitio de
investigación”. “No Teresa, te equivocas, apenas llegues me hablas” me
respondió. Al volver nunca lo encontré ¡y era mi amigo! Lo peor es que tus
amigos se desaparecen a veces, ni te conocen. Y como no tenía ese prometido trabajo
de artista pues tenía que optar: o pintaba frutas para vender y sobrevivir,
cosa que no quería ni podía hacer, o simplemente me dedicaba a otra cosa.
Entonces analizando vi que yo había estudiado estructuras y que podía
aprovechar esos conocimientos para diversas labores. Rápidamente me vi
trabajando en la Aduana donde me quedé casi tres décadas.
M. Volvamos a 1968.
Para cuando tu recibes la beca Fullbright ya prácticamente habías dejado de
pintar.
T. Se podría decir que sí. Muchas
de mis últimas obras fueron mandadas a hacer. A
veces yo hacía alguna figura o gráficas pero la mayor parte del tiempo venían
mis amigas a pintar a partir de mis instrucciones y bocetos, todo el que quería
participar, después yo hacía la exposición. En las ambientaciones tampoco hacía
nada. Mi premisa era que yo no debía poner mi subjetividad ni mi mano, eso me
llevó a incluso no querer escoger los colores. De hecho en todos en las últimas
esculturas que hago en Lima, piezas pop geométricas con representaciones
coloridas, las figuritas y los colores eran elegidos al azar. Si han salido
bonitos es por pura suerte…
M. Tu renuncias
a la idea del gesto y de la mano del artista en las obras como una manera de rechazar
o criticar cierta concepción muy artesanal del arte que entonces era la norma.
T. Sí. Yo quería escapar del gusto
del artista y de este ensimismamiento subjetivo, porque lo peor que puede hacer
un artista es complacerse a sí mismo y complacer al público. Siempre lo he
creído. En eso estoy de acuerdo con Duchamp que decía: “En el momento en que te
guste la obra quiere decir que ya te equivocaste por completo”. Así también mi
intereses eran bien eclécticos, claramente Duchamp fue significativo, pero
también miraba a Velásquez o Picasso… no había una lógica. También por ejemplo los
italianos futuristas. No era una persona que buscara una historia o una sola
carrera para seguir como referencia, para mi son más importantes las ideas en
un momento dado. Lo que sugieren por ejemplo los surrealistas: soltar una frase
aleatoriamente y que esa frase me lleve a mí a realizar la obra.
[1] Fragmentos de una conversación en directo realizada en el Museo de
Arte de Lima el 5 de diciembre de 2011, como parte del ciclo de diálogos MALI
Uno a uno.
[2] Se refiere a la primera visita de los curadores Emilio
Tarazona y Miguel A. López a la casa de la artista en 2006. En 2005 Tarazona la
había ya visitado como parte de su investigación sobre ‘accionismo’ en el Perú.
En 2011 Tarazona y López presentan la primera retrospectiva de su obra titulada
Teresa Burga. Informes. Esquiemas.
Intervalos. 17.9.10, en las salas del ICPNA de Miraflores y del ICPNA de
San Miguel. La exposición viaja luego a Alemania con la co-curaduría adicional
de Dorota Biczel, bajo el nombre Die
Chronologie der Teresa Burga. Berichte, Diagramme, Intervalle / 29.9.11, en
el Württembergischer Kunstverein Stuttgart. Ver Teresa Burga. Informes. Esquemas. Intervalos. 17.9.10, Lima, ICPNA,
2011.
[3] Víctor Humareda (Puno, 1920 – Lima, 1986) fue un pintor expresionista
peruano cuya gran parte de su colorida obra pictórica fue un reflejo de su vida
intensa en la ciudad, muchas veces festiva y desbordada, pero también triste y
desencantada.
[4] El grupo Arte Nuevo se formó en 1966. Sus integrantes
estables fueron Luis Arias Vera, Gloria Gómez Sánchez, Teresa Burga, Jaime
Dávila, Emilio Hernández Saavedra, José Tang, Armando Varela y Luis Zevallos
Hetzel. En su primera presentación participó también Víctor Delfín. El grupo
Arte Nuevo fue el actor principal de la ofensiva de experimentación y vanguardia
plástica (arte pop, op, arte geométrico, ambientaciones y happenings) que
irrumpe a mediados de los años 60 en Lima. El grupo fue muy cercano al
crítico de arte Juan Acha. Ver: Miguel A. López: “F(r)icciones cosmopolitas.
Redefiniones estéticas y políticas de una idea de vanguardia en los años 60”,
en Sharon Lerner (ed.), Arte
contemporáneo – Colección Museo de Arte de Lima, Lima, MALI, 2013,
pp.16-45.
[5] En 1961 el padre de la artista es designado como Agregado Naval en la
Embajada del Perú en París, ciudad a la cual sería luego destacado como
Agregado Militar el entonces general de brigada Juan Velasco Alvarado. Durante
dos años en París los padres de la artista estrechan relaciones con el general
Velasco, quien desde 1968, por medio de golpe de Estado, comandó el Gobierno
Revolucionario de las Fuerzas Armadas. Estos vínculos se mantienen luego de la
muerte del padre de Burga a fines de los 60, y convocan con intermitencia a la
artista y a su madre a encuentros con personas vinculadas al ámbito militar. (Conversaciones
de Miguel López con la artista, marzo-abril de 2010).
[6] Autorretrato es una instalación realizada
a partir de documentación médica y diagramas, como un electrocardiograma,
fonocardiogramas, un levantamiento topográfico del rostro de Burga, fotografías
de frente y de perfil, informe bioquímico de la sangre de la artista, entre
otros, los cuales proveían una aproximación científica sobre el cuerpo de la
artista. La obra se divide en tres áreas: “Informe Rostro”, “Informe Corazón” e
“Informe Sangre”.
[7] Sobre las relaciones entre el trabajo de Burga y el gobierno militar
peruano ver: Miguel A. López, “Conceptualismos ‘Fallidos’. Extravíos estéticos
y pulsiones políticas en la obra de Teresa Burga”, en Teresa Burga. Informes. Esquemas. Intervalos. 17.9.10, Lima, ICPNA,
2011, pp. 80-102.